La representación visual de la divinidad tiene en las nebulosas y en los cuerpos galácticos un recurrente y sublime asistente. Con la reciente profusión de telescopios espaciales capaces de capturar imágenes de objetos lejanísimos, la imaginaria colectiva se ha visto deleitada por estas nuevas maravillas que en su magnificencia evocan el cuerpo de una vasta deidad. (Ver ¿Es la Cosmología la Nueva Teología?).
En la película Tree of Life (El árbol de la vida, 2011), ganadora del festival de Cannes, el director Terence Malick se da el lujo estético de insertar una secuencia de varios minutos en los que el espectador viaja por la Tierra y el espacio en búsqueda de Dios, el creador que en la película obra de forma misteriosa y que se revela justamente en la belleza de su obra y en la catarsis que provoca. Malick, con la ayuda de Douglas Trumbull, el creador de los efectos especiales de 2001: Una Odisea en el Espacio, nos hace viajar por las ya entrañables imágenes que los telescopios de la NASA han inyectado a la conciencia colectiva —el llamado Ojo de Dios, los Pilares de la Creación (la Nebulosa del Águila), la espiral de la Vía Láctea, etc.—, pero esta vez en una animación que elegantemente simula internarnos a su vórtice y una especial sensación se genera cuando presenciamos el interior del Sol como un mar, olas en la corona de plasma, un flujo de fuego.
Quizás sea casualidad, pero Malick, en el inicio de esta secuencia, altera la tradicional imagen del disco de la Vía Láctea colocando la imagen de manera vertical, haciendo así de la galaxia una vela encendida o un árbol. Lo interesante es que para los mayas el centro de la galaxia era el árbol de la vida, el axis mundi.
El video aquí presentado solo abarca la parte del universo de esta secuencia que se extiende varios minutos más en la película de Malick, con una también hermosa exploración de los cielos de la Tierra y de su historia geológica, todo para evocar, llevados por la música de John Tavener, "Funeral Canticle", la memoria de un hijo perdido, la memoria que se pierde en la eternidad.