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Después de 4 años sin estrenar un largometraje, el siempre genial David Lynch incursiona en la música electrónica con un sencillo que te hará deslizarte en los dancefloors.



La relación entre la cinematografía y la música ha sido siempre simbiótica. Miles de músicos han participado en la creación de soundtracks de grandes películas, mientras que otros miles de directores han participado en el desarrollo de videos musicales de grandes canciones. Es un diálogo creativo que encuentra cada vez una mayor reciprocidad en la capacidad de complementación de sus elementos: imagen y sonido se revelan como tridimensionales al conjugarse, delegándose matices de nueva sensibilidad conforme se desarrollan paralelamente.

Así mismo, el desarrollo de software más sencillo y eficiente para la realización artística ha ido avanzando por un camino ciertamente paralelo. La “edición no lineal” como método de edición de audio y video encuentra cada vez mayores parecidos en su plataforma de ensamblaje. Si uno observa detenidamente una pieza ya desarrollada en los editores de video Final Cut o Avid y la compara con una pieza musical concluida en Pro Tools, Logic o Cubase, encontrará semejanzas bastante significativas.

Es por esto que varios cineastas han decidido explorar cada vez más el universo musical, a veces por la necesidad de plasmar su propia expresión sonora en su particular manera de hacer cine, o a veces por el puro amor hacia la música. Directores como Emir Kusturica o Vincent Gallo han expuesto en diversas ocasiones su talento como compositores y han insertado su estética sonora en varias de sus creaciones fílmicas. Y en este punto uno se pregunta: ¿Qué sucedería si los directores más controversiales hicieran música también? ¿Qué clase de estética sonora podría impartir alguien que nos ha inundado de estética visual?

Aunque la respuesta a estar preguntas es, en su mayoría, imposible de responder, al menos uno de los grandes directores de nuestro tiempo nos ha quitado ya esta duda. Y es que David Lynch ha regalado al mundo sus dos primeras piezas musicales compuestas íntegramente por él y producidas por su ya legendario ingeniero de audio Dean Hurley.
Curiosamente, el director de cine decidió no participar en la realización de los videos musicales, lanzando en diciembre una convocatoria internacional que convocó a 450 directores de todo el mundo para la realización de los que se convertirían en los videos oficiales de ambas canciones.

Irónicamente, al contrario de lo que nos esperaríamos de un director cuyo gusto por lo experimental se ha vuelto ya emblemático, las canciones de Lynch nos remiten a los sonidos digeribles de la música electrónica y las voces distorsionadas, en donde Lynch encontró la versatilidad necesaria para expresar lo que consideró esencial.

La primera canción del sencillo lleva como nombre “Good Day Today”, y es una magnífica pieza que nos remite al electrónico melódico de Daft Punk o Gus Gus. En esta canción se hace evidente la posición de Lynch hacia la guerra y la violencia, denunciando en varios fragmentos que está “harto del fuego y del humo”, y acoplando al rápido y movedizo beat los sonidos de pistolas y metrallas. El video fue dirigido por Arnold de Parscau, director amateur de nacionalidad francesa, realizando un soberbio trabajo en cuanto a la representación de las propiedades traumáticas que puede tener la violencia en un pequeño niño que viaja a un mundo alternativo mientras cena con su familia, revelando las verdades ocultas insertadas en la simplicidad de los personajes.

Por otra parte, el segundo tema que Lynch abordó con el lado B del sencillo, fue el del amor y la pérdida. La canción “I Know” -más adecuada a lo que esperarían escuchar los fanáticos del surrealismo lyncheano- es una canción down tempo impregnada de la melancolía de Portishead o Massive Attack que nos traslada al universo de la pérdida amorosa. “You are gonna leave my side, but I will remember you baby” (dejarás de estar a mi lado, pero yo te recordaré) son la estrofas melancólicas de esta pieza, cuyo video fue dirigido por el director de videoclips israelí Tamar Drachli, manejando en la trama la posibilidad de mitigar el dolor a través de un control remoto con el cual se pueda controlar el destino de la persona perdida. Ambas canciones han sido ya convertidas en remix por dj’s y productores de renombre como Underworld, Boys Noize, Skream, Sasha, Jon Hopkins y otros.

Desde que David Lynch terminó el largometraje Inland Empire en el 2006 no ha vuelto a realizar un trabajo significativo en la rama de la cinematografía, y recordando la melomanía de este director, tal vez éste intenta recordarnos que es posible insertarnos en la complejidad de historias cargadas de espacios y emociones no solamente a través del arte de contarlas, sino también a través de cantarlas.