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La irresistible decadencia de Bret Easton Ellis (reseña de ‘Imperial Bedrooms’)

Arte

Por: Jimena O. - 11/11/2010

La nueva novela de Bret Easton Ellis es parte de su entrañable y perversa obsesión por el sexo y las drogas y su inevitable violencia, la conciencia -indolente- de la perdición.

 

Esos paraísos decadentes nunca podrán olvidarse. Siempre querrás estar ahí. Drogándote viendo el amanecer, sabiendo que estás perdido, que has apostado tu alma para tener sexo con una hermosa modelo a la que le eres indiferente pero que de todas formas consiente follar contigo. Es el dinero, es la cocaína, es lo que le has prometido falsamente... Tal vez no importa... sólo esos momentos en los que te destruyes, y sientes el filo de la navaja o los bouyantes pezones, valen la vida. Bret Easton Ellis tiene 46 años pero cuando Clay -su autobiográfico narrador -se ve en el espejo en Imperial Bedrooms ve a un adolescente. Es el epónimo infant terrible con el síndrome de Peter Pan. Está ahí con la aspirante a actriz y escort Rain Turner, de 21 años, a la cual se vuelve adicto, como un vampiro sexual, indolentemente, frivolamente, libando su caliz. Desde esas habitaciones lujosas, derramadas de sexo salvaje entre cuerpos inalcanzables y ultraviolencia, es desde donde ve pasar al mundo, una vaga entidad condenada.

Imperial Bedrooms es la última novela de Brett Easton Ellis, una secuela de su primera, Less than Zero, escrita a los 21 años y que lo llevó  a ser la figura más rutilante del Literary Brat Pack (algo como los juniors decadentes de la literatura). Ellis es adicto a sí mismo (parafraseando: ha fumado toda la dopamina de sí mismo). Todo escritor tiene sus obesiones, aunque claro Ellis es patológico, pero su patología, el empaparse de su propio freak interno, es lo que lo hace uno de los referentes de la literatura contemporánea. En una zona crepuscular entre la gran literatura y el bestseller, incontenible, oscilando siempre entre el más banal pop literario (Vanity Fair y Vogue meets The Great Gatsby y The Catcher in the Rye) con una sub-corriente oscura de alcances supremos de estilo y de retratar como nadie la penumbra del mundo de las celebridades y de la juventud desfalcada. En Imperial Bedrooms, Easton Ellis no puede escapar de la trinidad más atractiva -y adictiva- de nuestra era: el sexo, las drogas y la violencia. Con su particular ennui en el que se describen los actos y las opiniones más extremas de una forma desafectada, como si nada: Victor Ward, Patrick Bateman o Clay son grandes estoicos-hedonistas de nuestra época, ardiendo por dentro pero metacool por fuera, cometiendo los actos más perversos y a la vez deseables, oscuros objetos del deseo del inconciente colectivo de nuesta psique sociópata.

Sigiendo su anterior novela Lunar Park, Easton Ellis juega con la metaficción posmoderna y hace una novela de sus novelas y de la película que hicieron de una de sus novelas. Si bien Clay es el mismo personaje principal del Los Angeles de los ochentas de Less than Zero, Clay ha crecido y en el proceso ha tomado algo de Patrick Bateman (American Psycho) o de Victor Ward (Glamorama), es más sádico, más fashion conscious, aunque sigue siendo el niño asustado que porque tiene mucho dinero, es inteligente y tiene un físico superior, puede siempre procrastinar su inminente desplome emocional.

En Imperial Bedrooms, Clay concluye: "I never liked anyone and I'm afraid of people" (Nunca me gusto nadie y le tengo miedo a las personas). En Glamaroma, el boy-mind-control-toy, Victor Ward, que inspirara el film Zoolander, dice en algún momento que nunca complementa o paga un cumplido a las mujeres, es decir nunca les dice nada bonito (y sin embargo tiene sexo con  todas las It Girls de Nueva York). Este es parte del secreto de Easton Ellis, sus personajes nunca se aman, sólo se desean (y se poseen al agredirse), sólo se manipulan, las relaciones humanas son relaciones comerciales. El ego(d) mueve al mundo. En algún momento Bateman ve a Bono y tiene una epifanía: Bono es el diablo, se está viendo en el espejo. Es más cool ser arisco y nunca comprometerese, mantenerse por encima, indescifrable. Pero Easton Ellis no sólo se refleja a sí mismo en sus libros, también refleja a la sociedad mediatizada, refleja -como David Lynch en algunas de sus películas, aunque de forma menos enigmática y estilizada- la oscuridad del alma moderna enajenada, poseída por la brujería electrónica y la represa melancolía de no ser lo que sea que somos.

...Y sin embargo, Imperial Bedrooms es seguramente una de las menos memorables novelas de Easton Ellis, intrascendente, aunque mantiene su magnetismo y se lee de forma fluida en una sentada, es como ver una versión un poco más high brow de Gossip Girl o uno de esas series donde aparecen niñas tremendamente sexys, con diálogos astutos, y que tienden a autodestruirse, aunque aun  más oscura. Ellis es el maestro de la decadencia de la opulencia del gloom del glam, pero Imperial Bedrooms es solamente la obstinación de su encanto, sin ninguna nueva joya en el pubis o mermelada mágica en el pene. Probablemente Easton Ellis se haya secado un poco, después de todo las drogas que toman sus personasjes también las tomo él y a su edad es víctima de su propia frivolidad como atestigua su cuenta de Twitter, un update, solo en su hotel: "Empire: Katy Perry's "Teenage Dream" video, Tetris, cocaine. Post-Empire: Katy Perry's "California Girls" video, Angry Birds, cocaine..." September 16, 2010 5:30:22 PM).  Si bien se alimenta de la cultura pop y la desgarra, el pasar todo el tiempo oyendo los hits de Katy Perry o Lady Gaga, a la larga no debe de ser bueno para la creatividad de un escritor.  Evidentemente esta novela es el resultado de un precontrato con su editorial, y Easton Ellis está de tour, la novela se vende bien pero más allá de que sus fans degustan con placer tóxico su texto, Imperial Bedrooms desmerece clásicos contemporáneos como Glamorama, donde Ellis reprodujo de manera brillante la forma de hablar de las celebridades y el show-biz creando un lenguaje pop poético y completamente trivial a la vez o American Psycho, creando un imprecedero anti-héroe, en Patrick Bateman, la violencia sexy, la elegancia de lo abyecto.

De cualquier forma siempre  tendremos una debilidad por Easton Ellis, seducidos por el niño que no acaba de crecer pero es bueno en la cama y tiene una filosa inteligencia y que nunca nos revelara lo que siente y que por eso nos cautiva.