Un tema central recorre la historia del arte místico: la unidad inherente a todas las cosas. El reto central de un artista visionario sería entonces reflejar o representar esa unidad inherente dentro de la multiplicidad del universo. Es decir, el arte místico, es un arte holográfico –en cada parte brillan todas las partes-, un arte que, al igual que la ciencia, estudia y extrapola los sistemas integrales -ya sean confederaciones de ángeles, de estrellas o de neuronas- y el caos fractal –la dinámica metamórfica de la autosemejanza: el Logos en un espejo infinito-.
Arthur Koestler acuñó el término holón, para describir algo que es simultáneamente un todo y una parte, mutuamente embebido en sistemas más grandes y en subsistemas más pequeños, en contextos y campos de interacción (holoarquías). Este orden holónico, o estabilidad orgánica estratificada, es la forma en la que naturaleza surge y construye sobre sí misma a través de la autoorganización dentro de campos dinámicos de información o campos mórficos.
Sobre este lienzo hologramático James Moss sustenta su obra plástica. Un relativamente desconocido artista de Missisipi, con un notable dominio del nuevo paradigma emergente de la física cuántica, la teoría de sistemas, las matemáticas del caos, la biología morfogenética, las sustancias psicodélicas, el chamanismo, y el arte visionario, siguiendo el trabajo de Alex Grey entre otros artistas. El trabajo de Moss, más allá de que tal vez estéticamente pueda o no parecer fuera de serie, es notable por su esfuerzo por ser un espejo cósmico y proyecta los procesos del universo, en cuya contemplación reside el misticismo.
La serie de imágenes presentadas está titulada “Macrodynamic Morphogenesis” y buscan “integrar la ciencia y el espíritu a través del fenómeno interconectado de la complejidad emergente, la autoorganización, la autosemejanza, y la conciencia, para revelar un paradigma fractal más amplio que subyace la evolución cósmica e individual”.
En este sentido el arte es el mapa y la memoria que refresca esta gnosis, de estar entrelazados en una telarañá de luz cósmica, dentro de un madala cuyo centro está en todas partes. James Moss cita a Einstein como guía en el sendero de la reconexión holística:
“Un ser humano es parte de un todo, llamado por nosotros el Universo, una parte limitada del tiempo y el espacio. Se experimenta a sí mismo como algo separado del resto- una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es como una prisión para nosotros, restringiéndonos a nuestros deseos personales y la afección solo por algunas de las personas más cercanas a nosotros. Nuestra labor es liberarnos de esta prisión ampliando el círculo de compasión para abrazar a todas las creaturas vivas y la totalidad de la naturaleza en su belleza”.
Moss cita a Alfred North Whitehead, sobre el principio creativo que subyace a todas las cosas:
“La creatividad es el universal de universales caracterizando los hechos de la materia. Es el principio máximo por el cual lo múltiple, que es el universo disjunto, se vuelve lo uno en ocasión actual que es el universo de forma conjunta. Está en la naturaleza de las cosas que lo múltiple entre en unidad compleja”.
El siguiente tríptico se llama "Eros: Emergence". Según Moss en esta serie busca expresar la relación resonante entre la dinámica de campos, entre cómo las partes y los sistemas integrales se unen para expandirse en sistemas integrales más grandes. Cada parte es a la vez un sistema en sí mismo con subpartes y parte de un sistema integral más amplio.
"Origin Ocsillation-Transformation", 2010, oil on canvas, 61 x 61
"Self-Similar Cellular Resonance", 2009, oil on canvas, 61 x 61
"Nonlinear Neural-Net Macro-Intricacy", 2010, oil on canvas, 61 x 61
La siguiente serie se llama "Logos Attractor", consta de tres mandalas hiperdimensionales inefables. Moss dice que adivina un atractor supradimensional o arquetipo integrando la experiencia del universo y su proceso de complejidad. Siempre en el centro un cícrulo o vórtice, similar a un mandala, que lleva o conecta con la fuente de todas las cosas.
Esta es también la emanación del Logos, o código de vida ubicuo, firma luminosa que se expande por el universo en un proceso de diáfana geometría dinámica. Como el motor de Aristoteles que estaba (y gestaba) al principio del tiempo, poniendo el universo en movimiento a través del electromagnetismo del amor, a la vez como el punto Omega de Teilhard de Chardin, o el extraño atractor de Terence Mckenna que magnetiza desde el fin de los tiempos la crísalida cósmica: la mariposa galáctica que cristaliza la codivinidad.
Vía Metamorphoptics