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La cosmología moderna ha reemplazado a la teología en la vanguardia de las grandes preguntas y, pese a su aparente diferencia en el método, podría estar cumpliendo con el mismo arquetipo de búsqueda de sentido y trascendencia intrínsecos a la psique humana.

Con la secularización del conocimiento, las grandes preguntas del universo han pasado de la Iglesia a la ciencia, particularmente a la cosmología. Hoy vemos en el dominio de la física cosas como la búsqueda de "la partícula de dios" y de la teoría del todo (TOE, en inglés), la recreación del las condiciones iniciales del universo, físicos que se preguntan sobre la posibilidad de crear un nuevo universo en el laboratorio. O el gran patriarca de la física moderna, Albert Einstein, intentando conocer los secretos de la mente de Dios y legendariamente diciendo, al observar el cosmos, que "Dios no juega a los dados". El cosmos, las estrellas en el cielo y los electrones en el espacio se han vuelto el terreno de juego donde la vanguardia del pensamiento busca encontrar sentido. Y aunque la ciencia argumenta que este sentido no necesita de un dios, fraseando de forma distinta, su búsqueda también es metafísica.

Los cósmologos buscan en el universo las teorías más "elegantes" y los modelos más simples y se acercan a la realidad a través de las matemáticas. Las leyes de la física se asemejan a conceptos metafísicos que rigen la naturaleza, que existen de forma similar a las ideas en las filosofía de Platón. No por casualidad: tanto Newton como Einstein veían en la naturaleza el orden de la divinidad. Con la física cuántica y la secularización total de la ciencia, hablar de Dios para los físicos es un tabú. Sin embargo, físicos como Wolfgang Pauli , Erwin Shrödinger, David Bohm y Nick Herbert han visto en los conceptos de la física cuántica una poderosa similitud con la filosofía oriental, particularmente encontrando la correspondencia de que un mundo de energía potencial infinita (o espiritual) subyace al mundo material (el cual puede percibirse como una ilusión debido al comportamiento de las partículas subatómicas) y que existe una unidad inherente en todas las cosas.

Con todo esto no queremos necesariamente decir que la ciencia es el sucedáneo de la religión y que esté comprobando involuntariamente la existencia de Dios en todas las cosas. Lo interesante es que representa un arquetipo de la sed de conocimiento, de unidad y pertenencia en algo superior que tiene el ser humano. Un antiguo dicho reza, "como es arriba, es abajo". Dirigiendo la atención al cielo, a distancias astronómicas se puede encontrar lo mismo que dirigiendo la atención a la psique y al cuerpo humano. Los yogis que meditan o los sacerdotes que rezan de alguna forma están realizando una misma operación gnoseólgica que los astrónomos que ven las nebulosas y las galaxias. Como afuera, es adentro.

Curiosamente El Vaticano ha invertido millones de dólares en un poderoso telescopio. Más allá de los oscuros intereses de poder de esta institución, este hecho es sintomático de nuestros tiempos en que la comunión religiosa y las epifanías de la creación se han exteriorizado (el éx-tasis está arriba y afuera y no abajo y adentro). Actualmente, cuando uno quiere representar la divinidad, la creación, generalmente se utilizan imágenes de nebulosas y objetos cósmicos: no es difícil encontrar en el espacio, a través del Hubble, "ojos de dios", "pilares de la creación", "rosas", "manos", "manadalas", "fantasmas" y otros objetos antropomórficamente observados en el universo que nos recuerdan como espejos toda una lirurgia cósmica.

La relación entre la religión y la astronomía ha sido históricamente estrecha, incluso algunos arqueólogos y antropólogos teorizan que las grandes religiones atinguas, como la maya y la egipcia, e inlcuso la judía y la cristiana, son astroteologías y sus templos arqueoastronomía. No sería coincidencia la relación entre los dioses y los cuerpos celestes característica, entre otros, del panteón griego. El cristianismo podría ser visto como una religión del sol que se simboliza de distintas formas, fundamentalmente a través de Cristo (quien como Osiris sería el Sol). El judaísmo, según algunas interpretaciones, es una religión de Saturno. De la astrología antigua a la astronomía moderna con sus dioses apolíneos abstractos.

El psicológo Carl Gustav Jung mostró a lo largo de su vida interés en el estudio de la alquimia, no precisamente porque le interesara transmutar metales en oro, sino porque creía que era una disciplina metafísica, una ciencia del alma. La alquimia es la madre de la química actual y en general de las ciencias naturales. En algún punto de la alquimia se borran las fronteras: no es que los alquimistas dejen de trabajar con los metales o no busquen convertir en oro el plomo, es que cobra una doble dimensión, es el oro material y es el oro espiritual, es entender y transmutar la naturaleza y es entenderse y transmutarse ellos mismos. Finalmente no hay división: cuerpo y espíritu, materia y mente. El astrónomo Carl Sagan alguna vez dijo que "para cocinar un pastel de manzana era necesario antes crear el universo entero". Más allá de lo complicado, imposible en realidad, que sería hornear un pastel de manzana de la nada, lo bueno de esto es que en ese pastel que sí podemos hornear yace todo el proceso del universo que ha hecho posible la creación de un pastel de manzana, desde el primer átomo de hidrógeno hasta el último horno eléctrico. Es decir, en una tarta de manzana podemos conocer todas las cosas que han existido. No tenemos las pruebas de la existencia de Dios, pero sí podemos afirmar sin lugar a duda que aquello que originó el universo está inevitablemente en cada parte del universo y de esta forma, en la tarta de manzana o en la galaxia más cercana, se pueden descubrir los secretos de la creación.

Con información de The Mirror of the Cosmos

Twitter del autor: @alepholo