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Los Niños Bailarines de Afganistán: Cientos de niños son obligados a denigrarse sexualmente en bizarros rituales para luego ser vendidos al mejor postor

La descomposición social en Afganistán, en parte promovida por la invasión estadounidense y los obscuros intereses en torno al narcotráfico, ha configurado manifestaciones increíblemente denigrantes para diversos sectores de su población. Tal es el caso de extraños rituales que involucran la prostitución infantil y el comercio sexual de niños.

En una versión gore de la máxima "Lupus est homo homini" Poderosos hombres de negocio y ex traficantes de heroína adquieren “lotes” de niños varones entre los 11 y los 16 años a familias que se encuentran hundidas en la miseria. Posteriormente los enseñan a cantar y a bailar, los visten con atuendos femeninos, y los obligan a actuar en bizarros espectáculos de entretenimiento frente a una ciertamente depravada audiencia. Conocidos como “Los niños bailarines de Afganistán”, estos infantes son, después de haber sido explotados durante algunos actos, vendidos al mejor postor para que disponga de ellos como una especie de esclavos sexuales.

Al parecer esta práctica tiene orígenes que datan de hace décadas, quizá siglos, pero había sido irradicada hasta que traficantes de drogas, ex mandos militares, y acaudalados hombres de negocios, la hicieron renacer. El trasfondo de este ritual consiste en diferenciar radicalmente las condiciones sociales que separan al grueso de la población afgana de su patológica elite, la cual a través de la profunda denigración de los habitantes menos favorecidos, la esclavitud sexual, enfatiza en el poder que ejerce sobre ellos. Se trata de una enfermiza explotación de la población más vulnerable por parte de un acaudalado sector social.

“Lo más asombroso de los hombres que conocí no era únicamente que carecieran de cualquier preocupación frente al daño que propinaban a los niños con su abuso, sino la indiferencia con la cual operaban e incluso el orgullo que demostraban al enseñarme a sus niños y su mundo. Realmente no tienen ninguna consciencia de que están haciendo algo malo” afirma el periodista afgano Najibullah Quraishi, quién se ha dedicado a documentar este sombrío fenómeno.

Via PBS