En julio de 2025, el telescopio ATLAS en Chile detectó algo extraño: un cometa que no venía de “aquí”. Su trayectoria hiperbólica confirmó que 3I/ATLAS provenía de fuera del Sistema Solar, convirtiéndose en el tercer objeto interestelar detectado por la humanidad, después de Oumuamua (2017) y Borisov (2019).
A diferencia de sus predecesores, 3I/ATLAS mostró algo inesperado: emite agua a una distancia del Sol donde los cometas normales todavía no deberían hacerlo. Los científicos del Observatorio Neil Gehrels Swift de la NASA detectaron trazas de hidroxilo (OH), una firma química de la presencia de agua, a más de tres veces la distancia que separa la Tierra del Sol. En palabras de Dennis Bodewits, físico de la Universidad de Auburn, “es como si leyéramos una nota escrita desde otro sistema planetario”.
Y como todo visitante interestelar, este también despertó interpretaciones… terrenales.
El silencio que encendió las teorías
El 3 de octubre, 3I/ATLAS sobrevoló Marte. Era el momento perfecto para observarlo con las sondas de la NASA y la ESA… pero justo entonces, los canales oficiales se quedaron en silencio.
En redes, la explicación fue inmediata: “La NASA apagó sus servidores”, “Están ocultando algo”, “Es una nave alienígena camuflada”.
El verdadero motivo es mucho menos cinematográfico. Desde el 1 de octubre, Estados Unidos enfrenta un “shutdown” gubernamental, es decir, un cierre parcial por falta de aprobación presupuestal. Sin fondos, las agencias federales (incluida la NASA) suspenden temporalmente sus funciones no esenciales, entre ellas la divulgación pública de datos.
Así que de acuerdo a eso no hubo encubrimiento cósmico, sino un clásico problema de papeleo terrícola. Sin embargo, esto no deja de ser sospechoso y prestarse a especulaciones. Los datos sobre 3I/ATLAS siguen en manos de los equipos científicos, que retomarán informes cuando el Congreso reactive la financiación.
Avi Loeb y la chispa filosófica
El astrofísico Avi Loeb, conocido por haber sugerido que Oumuamua podría tener origen artificial, ha vuelto al centro de la conversación. En recientes entrevistas, Loeb destacó algo que sí es curioso: la inclinación de la trayectoria de 3I/ATLAS, apenas 4.89 grados respecto al plano eclíptico de la Tierra, algo estadísticamente poco común.
¿Eso lo convierte en una nave? No. Pero sí en un objeto digno de estudio.
Loeb mismo insiste en que los “largos silencios” no prueban inteligencia extraterrestre, sino “estupidez humana terrestre”. Y sin embargo, no descarta que el arte y la imaginación sean herramientas tan válidas como la ciencia para explorar lo desconocido.
Las teorías más compartidas
- “La NASA lo está ocultando”: el “apagón” informativo coincidió con el shutdown. No hay pruebas de censura, solo de retrasos administrativos.
- “El cometa se alinea con la señal Wow! de 1977”: Loeb mencionó la coincidencia como curiosidad, no como evidencia. La famosa señal de radio sigue sin explicación clara, pero vincularla a 3I/ATLAS es más poético que probable.
- “China o la ESA ya saben la verdad”: astrónomos de distintos países han publicado observaciones abiertas. No hay indicios de competencia secreta, aunque sí de orgullo científico.
- “Es una nave disfrazada”: por ahora, los datos espectroscópicos y de brillo apuntan a un cometa con estructura porosa y rica en dióxido de carbono, nada que sugiera ingeniería alienígena.
Ciencia, silencio y fascinación
Mientras los datos oficiales esperan desbloqueo, 3I/ATLAS sigue su viaje rumbo al Sol, donde alcanzará su punto más cercano el 29 de octubre, justo cuando quedará oculto tras la estrella desde nuestra perspectiva. Un eclipse cósmico perfecto para que la imaginación siga haciendo de las suyas.
Porque aunque no hay pruebas de conspiraciones, la fascinación humana por lo que podría estar ahí afuera sigue siendo combustible de otra clase de fuego: el de la curiosidad.
Y si algo ha demostrado 3I/ATLAS, es que incluso en el silencio —ya sea por burocracia o por misterio— seguimos buscando sentido entre las estrellas.