Turner, Pessoa, Gödel: heterodoxia en la idea de Dios

El concepto de Dios es sin duda uno de los más problemáticos de todos los que el ser humano ha creado en su proceso evolutivo y de civilización. Problemático desde varias aristas y en varios niveles. De inicio, por su propia carga histórica. Acaso es posible imaginar que en los albores del tiempo humano la idea de Dios era un tanto más sencilla o inmediata, al menos en algunos aspectos. En todo caso, es posible imaginar al “espíritu de Dios flotando sobre las aguas”, como dice el Génesis, tomando esta imagen como una metáfora de la libertad con que, es de suponerse, existía el concepto, libre todavía de todos los debates, cuestionamientos, correcciones, añadidos, subrayados, notas al pie, aclaraciones y demás circunstancias que poco a poco conformaron esa carga suplementaria que tiene actualmente. 

Asimismo, la noción tiene su propia complejidad. ¿Qué es Dios, después de todo? ¿Creador y organizador de todo lo visible e invisible? ¿Es una presencia o una entidad? ¿Una fuerza tal vez? ¿Una suerte de demiurgo, como pensaban los gnósticos? ¿Una corte multitudinaria, como en los panteones hindú y griego, entre varios otros? ¿O es solamente la solución más eficiente que se encontró en su momento para responder a los varios misterios que plantean la existencia y la realidad al ser humano? ¿Todo eso o nada de eso a la vez?

Con todo, cuando la idea de Dios se toma sin prejuicios y más bien se la acoge con apertura de mente y generosidad, cuando se le estudia con seriedad y con amor, con interés y atención, entonces esa idea germina y florece bajo esa misma luz. Sin subestimar el desarrollo histórico y cultural del concepto, que posee su propia riqueza y también sus claroscuros, es posible arribar a una idea de Dios mucho más clara, más límpida, más próxima también, especialmente en relación con la experiencia cotidiana de la realidad. Dicho de otro modo, una idea viva de Dios, con presencia plena en la vida, en todos sus espacios, en todos sus instantes.

Con estos párrafos introducimos algunos artículos publicados aquí en Pijama Surf que exploran esas ideas alternativas de Dios, un tanto alejadas de una cierta forma de ortodoxia y que de algún modo están, a cambio, cercanas a esa noción vivificadora de la que hablamos.

El primero de ellos aborda las que, presumiblemente, fueron las últimas palabras del gran pintor inglés J. M. W. Turner, artista que revolucionó la tradición paisajista de su época y quien antes de morir dejó este mundo diciendo "The Sun is God”, "El sol es Dios”. Según comentamos en el artículo, esta frase postrera resuena con la manera con que Turner practicó la doctrina cristiana en que se formó, concibiendo para sí la naturaleza como la más pura expresión de la perfección de la divinidad. 

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A continuación y siguiendo esta estela sumamos a Fernando Pessoa, otro artista que formó a lo largo de su vida un credo personal, íntimo, de acuerdo con el cual procuró guiarse. A propósito de Dios, Pessoa usó a su heterónimo bucólico y pagano Alberto Caeiro para decir: 

[…] si Dios es las flores y los árboles 
y los montes y sol y la luz de luna, 
entonces creo en él, 
entonces creo en él a toda hora, 
y mi vida es toda una oración y una misa, 
y una comunión con los ojos y por los oídos. 

Una profesión de fe sin duda heterodoxa pero, en otro sentido, sumamente cercana a una idea más pura de Dios.

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Finalmente compartimos uno de nuestros artículos más recientes al respecto, en el que reseñamos la idea de Dios que tuvo Kurt Göedel, el matemático más importante del siglo XX y quien con su Teorema de la Incompletud cimbró por completo las bases de la lógica y las matemáticas.

Desde su perspectiva profundamente racional, Göedel dio con una “demostración” de la existencia de Dios inteligente y, sobre todo, estimulante, pues lleva a pensar la noción de Dios de maneras muy distintas a las que estamos habituados.

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Estos tres artículos conforman un pequeño prisma que proyecta la idea de Dios hacia numerosas posibilidades, sí para reflexionar al respecto pero también para considerarla bajo una luz tal vez más terrenal, más simple, como esos rayos de sol que con su presencia inesperada renuevan la imagen o el recuerdo que teníamos de una habitación, un jardín o un rincón cualquiera de nuestra casa.

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