Las razones por las que decidimos abandonar un libro son tan numerosas como las razones por las que llegamos a los libros. Este conocimiento (acaso obviado por obvio) puede sin embargo enfocar nuestras pautas de lectura desde otra perspectiva. Baudelaire celebraba "la gloria de no ser comprendido", pero ese destino parece haber sido fijado en piedra para la escritura en la modernidad, y su penoso trance complementario.
John Sutherland cuenta que el profesor de literatura George Levine anunció un buen día que iba a cancelar sus clases para encerrarse a leer tres meses para leer Gravity's Rainbow, la novela de Thomas Pynchon. El abandono o la distancia del mundo, desde esta perspectiva, es menos la torre de marfil que la celda en el claustro: lo que se abandona es el mundo por los libros, no a los libros por el mundo.
8 horas al día durante 3 meses, Levine se sumergió en una novela que muchos dan por leída, pero que pocos han transitado enteramente. Emergió con una sola declaración, pero inapelable: "Thomas Pynchon es el novelista más importante de los Estados unidos en este momento", declaración que pocos lectores están en posición de refutar.
En este contexto habría que preguntarse por el mérito de "acabar" una novela, de leer todas las palabras contenidas en un libro. En el documental D'ailleurs, Derrida, de Safaa Fathy (1999), se observa esta escena en la biblioteca del filósofo franco-argelino: la documentalista descubre que, entre sus libros, Derrida tiene algún volumen de la saga de vampiros de Anne Rice; Derrida dice que no lo ha leído, que se lo regalaron en un seminario sobre vampiros y zombies que dictó alguna vez; a esto sigue una pregunta más o menos recurrente para personas que tienen un área de su casa destinada a guardar y exhibir libros: ¿los has leído todos? Una pregunta más cercana al "logro deportivo" que a la competencia de la lectura. A ese respecto, la respuesta de Derrida es genial: "No, sólo he leído dos o tres. Pero los he leído muy bien".
La tentación de los TOP 10, como en las antologías, es la de verse en la necesidad de clasificar y compartimentalizar el conocimiento para hacerlo transitable, mediante el riesgo de seccionarlo, parcelarlo, enclaustrarlo, osificarlo o hacerlo pasar por la verdad. Sin embargo, ciertos riesgos son inevitables (una lectura sin riesgo es una contradicción). Aquí una breve propuesta de ciertas novelas cuyo "abandono" es constante, pero que establecen un pacto de lectura diferente que trataremos de establecer –o sondear– en cada caso, sin proponer ningún tipo de prioridad.
Paradiso, de José Lezama Lima
Paradiso y Opiano Licario son los dos monumentales ejercicios narrativos del cubano Lezama Lima, y cumbres del neobarroco en español. Como otras cumbres, sus laberintos retóricos y sus nutridas referencias la hacen intransitable para algunos, y un continuo ejercicio de recomienzo y abandono para otros. Son novelas para leer durante la vida.
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El hombre sin atributos, de Robert Musil
Una de las novelas más citadas pero menos leídas es esta de Musil. Su tonelaje en cuanto a páginas es ya en sí mismo una fuerza gravitacional. Sin embargo, al tratarse de una obra inacabada (Musil murió antes de terminar de escribirla y, de hecho, parte de ella se publica de manera póstuma), tampoco existe una forma en que lógicamente se pueda abandonar: toda lectura será, por fuerza, inacabada, como exige la obra misma.
Farabeuf, de Salvador Elizondo
La velocidad de la tortura es la inmovilidad de un instante, y Farabeuf es la crónica de ese instante interminable. La descripción de una auténtica "tortura china" es el pretexto (es decir, lo que en rigor se pone antes del texto) para retrasar lo más posible el tiempo (para alargar lo más posible la vida y el aliento). Disfrazada de un lenguaje clínico, esta novela interminable (como varias de Elizondo, incluyendo El hipogeo secreto) son joyas de la narrativa mexicana prácticamente inexploradas en nuestros días. En tiempos donde la tortura y el dolor están en todas partes, Farabeuf es un empeño necesario.
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Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes
Otro monumento verbal en nuestro idioma, "el Quijote" es parte de la cultura en el habla misma: aplicamos el adjetivo "quijotesco" con la misma celeridad que lo "kafkiano", tan poco entendido, y hablamos del capítulo de los molinos o el de los pastores como si en serio nos hubiéramos topado con ellos andando por la calle. Sin embargo, leerlo de inicio a fin es algo que pocos especialistas (y un número considerable de lectores no profesionales) han realizado.
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Moby Dick, de Herman Melville
Tarde o temprano, cuando nos pregunten "¿Cómo te llamas?" tenemos la tentación de responder "Llamadme Ishmael". Pero seguir las aventuras del Pequod puede marear a los marineros de agua dulce. Al respecto cabe citar el diagnóstico de Sutherland: los primeros capítulos (hasta antes de embarcarse) y los capítulos finales son lo que sostiene a la novela y evita que se vaya a pique (¡si podemos exigirle tal cosa a una "obra maestra"!).
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Ulysses, de James Joyce
La novela ilegible por excelencia –en especial por sus procedimientos formales, a la fecha todavía novedosos– es también referente del abandono literario. Para el caso de lectores en español, o en cualquier otro idioma que no sea joyceano puro, incluso inglés, estas obras requieren un periodo de acondicionamiento. En Ulysses siempre se nos están proponiendo juegos y cauces, y nos vemos como un paseante que escucha, por arte de magia, el monólogo interior de los personajes.
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Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino
Una novela que estrictamente no puede abandonarse. Al igual que Las mil y una noches, su misma estructura fuerza al lector a un continuo ejercicio de recomenzar. En ese sentido, todo abandono está implícito en una novela hecha de salidas en falso, de tentativas y aproximaciones.
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El secuestro, Georges Perec
A pesar de que puede leerse como una novela, El secuestro es más bien un ejercicio de estilo, uno bastante famoso, en realidad, en el que Perec se propuso no utilizar en su escritura la letra "e", la más frecuente en las palabras del idioma francés. De hecho, el título original del libro es La disparition, que en español se tradujo como El secuestro porque, al buscar conservar el juego del autor, la letra que se evitó fue la "a", la más común en nuestra lengua . Las peripecias formales del relato son dignas de admirarse, pero probablemente para algunos lectores el ejercicio conceptual se baste por sí mismo.
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En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust
En un ejercicio de minuciosidad sin precedentes, Proust escribe una novela a la velocidad de la vida. Es claro que el reto de la obra es total: la novela forma a sus lectores y los vuelve conversos de la visión proustiana del tiempo. Otra obra con la que hay que convivir temporadas enteras y de la que no se sale nunca sin un nuevo asombro.
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