Después de más de dos décadas de existencia del reguetón, este género sigue siendo objeto de estigmas y burlas hacia sus exponentes y quienes les escuchan. A pesar de ello, cada cierto tiempo llega un nuevo artista que innova con su ritmo, los arreglos del Auto-Tune o simplemente con un estilo icónico que los más jóvenes buscan imitar.
La industria musical tuvo que cederle un lugar importante a los exponentes de este género, pues actualmente el ritmo latino domina en las principales plataformas de audio en streaming. Y sin dudarlo, Bad Bunny ha tenido mucho que ver en esto, pues en tan sólo unos años pasó de ser un artista local de Puerto Rico al cantante en solitario más popular del mundo.
Desde luego, este mérito no se explica únicamente por la calidad de su música sino por el gran impacto mediático y generacional que ha tenido en la vida de millones de jóvenes que escucharon sus canciones durante la pandemia. Como todo fenómeno musical, Benito Martínez Ocasio, mejor conocido como Bad Bunny, se ha convertido en la voz de una generación y por ello es importante entender las dinámicas económicas, políticas y sociales que lo rodean.
En ese sentido, Ariadna Estévez López, investigadora del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt y docente del Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, propuso la creación de un curso titulado "Reggaeton como resistencia al colonialismo estadunidense y masculinidad suave como capital sexual: el fenómeno Bad Bunny".
De acuerdo con las palabras de la Dra. Estévez, hablar de colonialismo estadunidense y la masculinidad a través del reguetón y Bad Bunny es algo que le da gusto hacer, porque la acerca a los jóvenes y le da material para hablar del racismo, clasismo y misoginia que hay contra la cultura que consumen.
Aunque el curso está diseñado en estricto sentido teórico-analítico, diversos usuarios hicieron mofa de este espacio académico y señalaron que no se trataba más que de trabajos sin calidad o absurdos.
Sin embargo, gran parte del problema radica en que aún existen líneas de investigación muy ortodoxas que no están dispuestas a echar mano de otros recursos epistémicos para analizar fenómenos sociales actuales. El mundo y la sociedad no son lo mismo desde la época en la que se constituyó el quehacer del científico social. Los métodos, las técnicas y las teorías están en constante cambio porque es parte de la naturaleza de su objeto de estudio hacerlo.
¿Es obligación de estos espacios académicos brindar las herramientas para entender todo lo que sucede a nuestro alrededor? ¿O hay cosas más importantes por atender?
Esa cuestión dependerá de cada uno.