Últimamente, en la ciudad de Yamaguchi, al suroeste de Japón, han ocurrido varios ataques de monos macacos japoneses (Macaca fuscata) contra habitantes de la zona, los cuales han dejado hasta ahora un saldo total de cuarenta y dos personas heridas.
Las causas de las agresiones todavía no se aclaran. Si bien dicha especie habita en las montañas que rodean a la población, hasta ahora las incursiones de los animales se habían limitado a escaramuzas sin consecuencias graves.
Asimismo, nunca hasta ahora había ocurrido que los ataques fueran tan continuos ni con tal nivel de agresividad. Estos ataques han ocurrido en las semanas recientes, contando a partir del 8 de julio, cuando las primeras agresiones fueron reportadas.
Finalmente, los medios destacan que se desconoce si los ataques fueron obra de un grupo numeroso de macacos, sólo de unos cuantos o quizá incluso de uno solo (lo cual suena bastante improbable).
Los animales han llegado al grado de entrar a las viviendas de los habitantes, franqueando puertas corredizas o ventanas entreabiertas. Algunas personas, tras escuchar chillidos u otros ruidos extraños, han encontrado monos montados sobre sus hijos.
Más allá de tomar estos ataques como invasiones o agresiones de los monos, cabría compararlos más bien con lo que sucede en algunas cintas de Hayao Miyazaki, especialmente en La princesa Mononoke, en la que los “espíritus” de diversas entidades naturales entran en guerra con una población humana que, por su manera de vivir, devasta los recursos naturales de la zona donde habita, para gran perjuicio de otras especies de seres vivos.
Más que agresiones, valdría la pena preguntarse si esto que hacen los monos macacos japoneses de Yamaguchi no es algo equiparable, una defensa desesperada de sus condiciones últimas de supervivencia.