No pido que todos los días sean de sol,
no pido que todos los viernes sean de fiesta
Tampoco te pido que vuelvas rogando perdón
si lloras con los ojos secos
y hablando de ella.
Así comienza Shakira en esta canción a dos voces, en la que la voz de Alejandro Sanz encarna la relación tortuosa, esa que promete y no cumple, que insiste, que no se resigna. La cantante, maravillosa como siempre, corta una cebolla y se limpia esas lágrimas que esta vez ya no son parten de las traiciones del otro. Más maravillosa aún, se desploma y se levanta, en un movimiento continuo de caderas hasta terminar con la sentencia de que no, ya no va a llorar por él.
El cierre: el veneno que ya no traspasa. La amenaza fuera del cuerpo.
Ahora, ¿cuánto nos han enseñado las canciones, los libros, las películas y, sobre todo, las telenovelas a celebrar esas relaciones difíciles y desiguales, bajo la premisa de que cualquier vínculo conlleva necesariamente sufrimiento? ¿cuánto hemos desaprendido realmente? ¿cuánto hemos empatizado con esos personajes que dejan regado puro amor y pura herida, que se mueven en círculos de dolor y traspasan sus inseguridades al otrx? ¿cuántas veces hemos sido intoxicadxs y cuántas veces nos hemos encontrado a nosotrxs destilando veneno?
Habiendo crecido con una educación sentimental evidentemente tóxica, nos enfrentamos a la responsabilidad de reaprender a llevar nuestras relaciones desde y hacia una perspectiva más sana. Podríamos, por ejemplo, pensar en el amor como un momento puro más allá de su disolución, como lo imagina Tilsa Otta, poeta y artista audiovisual peruana, en uno de los poemas de La vida ya superó a la escritura, que inicia con los siguientes versos:
Me gusta pensar que cuando las parejas enamoradas dicen que se amarán por siempre
Realmente su amor dura para siempre
Aun cuando se hayan separado
Se odien en algún momento
Se olviden eventualmente
Este texto, que plantea la posibilidad de congelar el amor (o criogenizar, para usar el término usado en el poema), lo libera de esa cualidad destructiva tan inherente a la especie humana; una cualidad tan dañina que en algunos casos nos lleva a construir nuestras relaciones sobre expectativas fantasma o ideales ficticios.
En otros casos, los más desafortunados, desborda toxicidad hasta convertirse en violencia, una violencia tan desgarradora como la que relata el poema "Ven a mi casa suburbana" del escritor argentino Ioshua. Se trata de un texto que verso a verso, repetición tras repetición –así como opera la violencia—, se encamina a un desenlace trágico y profundamente conmovedor:
Hoy es de noche en todo el barrio. Hoy hay un pibe re duro en la esquina, dos cuadras de tierra y tres cervezas más en el corazón. Hoy se va a hacer de noche en algún corazón del barrio.
Si quieres escuchar más sobre protesta y poesía, no te pierdas "Poemas para cortar una relación tóxica", el capítulo más reciente del podcast de Tufillo de Poeta.
Encuentra aquí la columna anterior de Tufillo de poeta en Pijama Surf: Poemas para estar en Pijama: Manual para escapar de una mala cita.
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Imagen de portada: Kelly Sikkema / Unsplash