La historia de las epidemias es también la historia de contactos extraños entre humanos y otros animales. Algunos científicos creen que el incremento de epidemias que estamos viviendo en el siglo XXI, siendo estas de transmisión zoonótica, se debe a que el ser humano está alterando el ecosistema general de la Tierra, de manera tal que se expone a múltiples virus con los cuales, en otras condiciones, difícilmente hubiera estado en contacto.
Los casos más recientes apuntan en esta dirección. Según reconstrucciones científicas, la primera infección de ébola ocurrió cuando un niño en Guinea entró en contacto con el excremento de un murciélago mientras jugaba en un árbol. Científicos consideran la teoría de que el inicio del VIH ocurrió también en África, en el Congo, cuando un cazador se cortó a sí mismo mientras destazaba a un chimpancé. Y, por supuesto, lo sucedido el año pasado en Wuhan, donde se cree que otra vez alguien entró en contacto con el excremento de un murciélago infectado y a partir de ello el coronavirus SARS-CoV-2 se transmitió al ser humano.
Según Peter Daszak, presidente de la organización EcoHealth Alliance, existe un claro patrón que muestra que las epidemias son resultado de las empresas humanas que perturban los ecosistemas. Daszak cree que hemos entrado a una era de pandemias y la única forma de detener esto es detener la explotación de la vida salvaje y la deforestación. Este estrés al que el ser humano está sometiendo a la naturaleza, de la mano de la globalización, sería la causa de lo que estamos viviendo. Algo que, por cierto, no es una teoría nueva. De hecho, desde hace años varios científicos han advertido que esto podría ocurrir.
Diversos estudios sugieren que una tercera parte de estas enfermedades zoonóticas emergentes son causadas por cambios veloces producidos por el ser humano, a través de los cuales "las personas son empujadas a tener contacto con vida salvaje con la que normalmente no se encontrarían". Daszak observa que nos encontramos en un círculo vicioso de expansión de las actividades humanas, destrucción de ecosistemas –o modificaciones radicales– y, paralelamente, contagios. Asimismo, observa un problema fundamental en nuestra estrategia de contención en lugar de prevención. La reacción: desarrollar vacunas una vez que el virus se esparce simplemente no funciona.
Daszak y sus colegas plantean un proyecto global para reducir la deforestación y el tráfico de animales salvajes. Este plan costaría hasta 26.9 mil millones de dólares (mientras que los daños económicos de la covid-19 serán de hasta 15.8 billones de dólares). Sin embargo, dicho costo podría aumentar radicalmente si se vuelven a presentar nuevas pandemias. Y, por supuesto, tendría la consecuencia, no menor, de ayudar a mantener la diversidad del planeta y contribuir a detener el cambio climático, el problema aún mayor que enfrenta la civilización humana.
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