Investigadores de la Universidad del Estado Utah (Utah State University) han hecho un descubrimiento bastante desconcertante: después de haber recolectado el agua de lluvia y muestras de aire durante 14 meses, calcularon que aproximadamente 1000 toneladas métricas de partículas de microplástico cayeron en 11 áreas protegidas en el oeste de Estados Unidos. Esto es equivalente a 120 millones de botellas de agua.
Para esto, cada miembro del equipo de la científica ambiental Janice Brahney, tenía dos cubetas. Una para captar la lluvia y otra para recoger el aire en días soleados. Las muestras se tomaron en las 11 áreas protegidas y a través de la recolección de datos, modelaron cada tormenta de la que recogieron el agua pluvial para saber hacia dónde se trasladaba después. El 98% de las muestras recolectadas durante un año contenían partículas de microplásticos, tanto del agua de lluvia como del aire. Las partículas en la lluvia fueron más grandes que las encontradas en el aire. Por lo que las partículas llevadas por el aire pueden recorrer distancias más largas que las de la lluvia.
Los científicos tomaron estos resultados a consideración para pensar sobre las trayectorias del viento que carga el polvo del desierto del Sahara y que finalmente cae en la selva del Amazonas.
El experimento se llevó a cabo sólo en las áreas protegidas del oeste, lo que representa solamente el 6% de todo el territorio de Estados Unidos.
Los resultados de este experimento a pequeña escala confirman un escenario peor. Los microplásticos se encuentran flotando alrededor del mundo y cayendo en hábitats supuestamente limpios y puros, como el Ártico y los Pirineos franceses. Los microplásticos también llegan a ríos y mares a través de las aguas residuales, afectando a todo tipo de ecosistemas acuáticos.
Esta investigación es una pieza más que nos permite conocer más sobre el ciclo de la vida del plástico, que se vuelva más compleja conforme el uso y las relaciones que los humanos tenemos con él. Una de las grandes incógnitas de los científicos que se dedican a estudiar el plástico, es saber a dónde va todo ese residuo, pues aparentemente desaparece en el medio ambiente.
Este tipo de estudios nos demuestra que el plástico nunca desaparece, sólo se deshace en partículas microscópicas que se dispersan por todo el mundo atravesando todos los sistemas: aire, agua y tierra.
Muchos científicos han descubierto que las corrientes marinas que llevan el microplástico hacen que estas partículas se asienten en los ecosistemas marinos más profundos. Esto debido a que cuando estas corrientes disminuyen su velocidad es mucho más fácil que los microplásticos lleguen a ecosistemas que se encuentran a mayor profundidad.
Según Ian Kane, un científico de la Universidad de Manchester, las corrientes marinas se comportan de la misma manera que las corrientes atmosféricas. Estas corrientes forman parte de un patrón de recirculación global, y las partículas son transportadas dependiendo de su forma y su densidad. Los resultados del equipo de Kane, llegaron a las mismas conclusiones que el equipo de Janice Brahney: las partículas más pesadas se encuentran en condiciones de humedad.
La lluvia plástica podría ser más peligrosa que la lluvia ácida, ésta última es consecuencia de las emisiones del dióxido de azufre y el óxido de nitrógeno. Muchos países han hecho un esfuerzo por reducir estas emisiones y así controlar la acidificación de la lluvia. Sin embargo, los microplásticos son casi imposibles de erradicar, se encuentran en casi todos los ecosistemas.
Una de las ventajas del plástico es también su más grande desventaja: su durabilidad. Lo que lo hace uno de los más grandes contaminantes del mundo, pues no se degrada. Se tiene previsto que para el 2030, los deshechos de plástico aumentarán de 260 millones a 460 millones de toneladas.
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