Quimera, que en griego antiguo quiere decir “animal fabuloso”, era considerado un monstruo híbrido nacido de la unión entre Tifón y Equidna. Se trataba de una mezcla de partes de diferentes animales en uno solo. Ahora se les llama coloquialmente “quimeras” a las alteraciones genéticas que algunos científicos han comenzado a realizar sobre algunos animales.
Esto sucede en ciertos experimentos en Estados Unidos, en donde se está desarrollando la primera quimera en forma de mono-humano, y en Japón, donde se efectuó la primera inserción de células humanas en embriones de animales. Sin embargo, con el surgimiento de estos experimentos, algunos biólogos cuestionan la ética en esas prácticas y su influencia real tanto en la salud de los animales como de la humanidad…
Quimeras en forma de mono-humano
De acuerdo con el profesor Juan Carlos Izpisúa Belmonte, del Salk Institute (EE.UU.), su investigación crea quimeras en forma de mono-humano con el objetivo de proveer una alternativa a la carencia de órganos a trasplantar y al rechazo de órganos durante el postoperatorio.
Su investigación, realizada en China para “evitar conflictos legales”, parte del principio de que los órganos, genéticamente emparejados con un cuerpo humano en particular, pueden algún día ser “gestados” dentro de los cuerpos animales.
Para comprobar esta hipótesis, Izpisúa Belmonte tomó células de un cuerpo humano para reprogramarlas como células madre, luego las introdujo en un embrión de cualquier otra especie con el fin de dar vida a otro tipo de célula en el cuerpo huésped.
Anteriormente ya se había logrado alterar embriones de cerdos y borregos con células humanas. En aquellos experimentos, que datan de la década de 1990 y 2000, se eligieron dichos animales por considerar que sus órganos son del tamaño adecuado para el trasplante a seres humanos y porque eventualmente se descubrió que, al menos en el caso de los cerdos, existe una inesperada correspondencia con el ser humano, de modo tal que sus órganos modificados pueden usare con fines médicos.
Finalmente, el pasado mes de marzo Japón eliminó una ley por la cual se permitía implantar embriones de 14 días en un útero. Esto permitió que, con el apoyo del gobierno japonés, el profesor Hiromitsu Nakauchi pudiera insertar células madre de humanos en embriones de ratones, lo cual produjo una quimera ratón-humano.
De acuerdo con Alejandro de los Ángeles del departamento de psiquiatría en Yale University,
Hacer quimeras de monos-humanos podría enseñarnos el cómo hacer quimeras de cerdos-humanos con la esperanza de crear órganos para trasplantes. Esto podría enseñarnos diferentes tipos de células madre que deberíamos estar usando, u otras maneras de potenciar lo que se le llama ‘niveles de quimerismo humano dentro de cerdos.
Incluso, según este especialista, dichos experimentos podrían arrojar luz sobre enfermedades neurológicas y psiquiátricas humanas.
¿Qué dice la ética científica al respecto?
Estudios e investigaciones como las realizadas por el equipo del español Izpisúa Belmonte o el japonés Nakauchi desatan preguntas en torno a la preservación y la ética tanto de para los animales como para los humanos. ¿Hasta dónde es ético experimentar con seres vivos? ¿Qué leyes protegen a animales y a seres humanos de prácticas como ésta? Y los resultados, las llamadas "quimeras", ¿también pueden ser objeto de un código ético o legal?
Consultado por Nicola Davis para el diario The Guardian, el profesor Robin Lovell-Badge, biólogo del London’s Francis Crick Institute, dice al respecto:
no creo que [estos experimentos] sean particularmente preocupantes en términos de la ética, porque no los estás alterando lo suficiente para tener o desarrollar un sistema nervioso en ningún sentido –realmente es una bola de células”. Sin embargo, empezaría la polémica en caso de que a las quimeras se les permita desarrollarse más: “¿Cómo se restringe la distribución de las células humanas sólo para el órgano que deseas crear? Si se trata del páncreas o el corazón o el hígado entonces está bien llevarlo a cabo. [Pero] si permites que estos animales continúen todo el desarrollo hasta su nacimiento, si tienes una distribución significativa del sistema nervioso central de las células humanas, entonces obviamente se convierte en una preocupación.
Hay conflictos de intereses que ponen en riesgo el bienestar de los animales; sin olvidar, al factor de la ética de crear algo más humano. Lovell-Badge nos dice:
Claramente si hay un animal nacido con características físicas de un humano, sus rostros, sus manos, su piel, entonces sospecho que, mientras podría ser científicamente muy interesante, la gente podría llegar a enojarse mucho con eso.
Como vemos, si bien se pone en duda que los animales, en pleno desarrollo, obtengan una conducta humana, se da por sentado que no serían “normales”.
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