¿Qué pensamientos te inspira esta enigmática pintura de Magritte?

René Magritte es un pintor bien conocido en nuestra época y uno de los pocos artistas que logró trascender la idea a veces imprecisa de elitismo o exclusividad que pesa sobre la llamada “alta cultura”, una denominación pomposa y en última instancia insostenible con la que se encasillan ciertas expresiones que por razones también culturales parecen de entrada más elevadas, complejas y por ello “reservadas” a unos cuantos.

El arte, en efecto, a veces demanda un poco más de nuestra percepción que otras actividades a las que podemos consagrarnos, pero nada que no haríamos por una tarea que disfrutamos y que nos nutre. Como el alimento que llevamos a nuestro cuerpo, es más fácil en nuestra época tomar cualquier cosa de los estantes comerciales, empaquetado y listo para comerse, que elegir con cuidado los ingredientes de una comida que también cocinaremos con paciencia y esmero. En ambos casos saciaremos nuestra hambre inmediata y probablemente tengamos lo necesario para seguir con vida, a mediano y largo plazo; sin embargo, los efectos de una y otra elección son radicalmente distintos. Con nuestro intelecto, nuestra conciencia y nuestra vision del mundo pasa lo mismo, y el arte es con cierta frecuencia una forma de alimentarlos, nutrirlos y mantenerlos con vida.

Magritte, decíamos, es uno de esos pintores que trascendió la polémica línea entre la alta cultura y la cultura a secas y se coló más bien a la cultura popular, en parte gracias a su estilo al mismo tiempo enigmático e irreverente, sencillo pero significativo. A través del imaginario y los principios del surrealismo, este pintor belga encontró una manera sumamente efectiva de expresar realidades quizá oscuras para el lenguaje común pero inesperadamente transparentes para el lenguaje creativo. 

Así, por ejemplo, en este cuadro de 1928 que lleva por título Le genre nocturne (El género nocturno), que de entrada destaca por su carácter a un tiempo sombrío y enigmático. Vemos a una mujer desnuda de frente y a su lado una suerte de hendidura sobre el muro que sirve de fondo a la imagen. La mujer tiene los brazos levantados y las manos sobre el rostro, como si intentara cubrirlo. Sólo que el rostro, estrictamente, no está. En la representación, que por momentos es realista, puede mirarse esa ausencia que, no obstante, parece compensada paralelamente en el peculiar bajorrelieve del muro, que abstractamente evoca la forma de una cabeza. Una cabeza dislocada, diríase. Si se admite esta posibilidad, las grietas que atraviesa la hendidura son también un tanto perturbadoras. Por último está el título, que en las pinturas de Magritte de este período (1927-1930) suele tener un significado singular: ¿Qué relación puede establecerse entre lo que vemos y la alusión a un "género nocturno"? ¿Género como "tipo", como decir "las cosas propias de la noche"? ¿Género femenino? ¿Será que esta pintura se alinea a la idea de Carl G. Jung de que las mujeres son 'seres mágicos' y por eso les tenía miedo?

En The Guardian, Skye Sherwin nos hace notar que Magritte pintó numerosas personas sin rostro, una constante que historiadores y críticos de arte han asociado al evento traumático que vivió a los 14 años, cuando vio a su madre, posiblemente con su vestido revuelto sobre el rostro, flotando en el río Sambre, en Bégica, adonde se arrojó para morir ahogada. Se especula que esta imagen marcó a Magritte de tal modo que se transformó después en uno de los motivos más característicos de sus pinturas.

Sea como fuere, la virtud del arte es que aunque parte de las experiencias personales y subjetivas, de algún modo las trasciende para establecer un punto de contacto con otras subjetividades, con las cuales puede entablar un diálogo fructífero.

 

También en Pijama Surf: 7 mujeres surrealistas que probablemente no conoces

© 2017 - pijamasurf.com Todos los derechos reservados