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Además de nuestro rostro y nuestra presencia física, nuestro nombre es una de las primeras cartas de presentación para nuevas relaciones; y es que de un nombre se puede derivar información como la procedencia racial, la edad, la religión e incluso el estatus socioeconómico de las personas. ¿Pero será posible que existan nombres más "ventajosos" que otros para sobrevivir en el panorama laboral de hoy en día?
Existen algunos estudios que así lo demuestran. A la preferencia subjetiva que hace que algunos nombres (especialmente los que suenan a hombre blanco de clase media o media alta) sean elegidos con más frecuencia por entrevistadores laborales, especialmente en un contexto legal, se le conoce como la hipótesis de Porcia.
Porcia es la prometida de Antonio en El mercader de Venecia de William Shakespeare, la cual se disfraza de abogado y cambia su nombre a Baltasar para defender a su amado de un juicio grotesco. Hay una investigación que afirma que las abogadas con nombres "masculinos" (como Dale o Leslie) suelen ganar más casos que sus compañeras de nombres más "femeninos."
Según el estudio, cambiar el nombre de una candidata de "Sue" a "Cameron" triplicó la probabilidad de ser elegida como jueza, mientras que cambiarlo a "Bruce" multiplicó por 5 dicha probabilidad. Otro estudio afirma que los nombres más fáciles de pronunciar crean una mejor opinión en las personas que los nombres "difíciles".
La hipótesis de Porcia revela aun otros rasgos inconscientes o involuntarios de interacción: la disparidad que afecta la percepción salarial y las oportunidades laborales entre hombres y mujeres aumenta aún más cuando el nombre proviene de un contexto sociocultural de percepción indígena o de bajos recursos. Según la revista Proceso, la funcionaria mexicana Nuvia Mayorga, titular de la Comisión Nacional para el desarrollo de los Pueblos Indígenas, trastabilló al pronunciar el nombre de varios poblados indígenas de Puebla, excusándose con la frase "es que luego sus nombres son medio raros".
Probablemente una rosa con otro nombre seguiría despidiendo la misma deliciosa fragancia, pero una mujer indígena de nombre Rosa quizá tendría mayores dificultades laborales y sociales que alguien con un nombre asociado a valores "blancos", masculinos y coloniales.