Cualquiera estará de acuerdo en que la educación es el fundamento de una nación. No hay nada más poderoso que las ideas que una mente ingiere; cuando se es joven y se está en formación, la in-formación es un arma de doble filo. Para entender correctamente el problema del terrorismo o de la radicalización de algunos grupos islámicos es necesario mirar hacia un episodio histórico poco conocido pero quizás esencial en la conformación de la animosidad geopolítica actual.
Como vimos anteriormente, el llamado terrorismo islámico no existía antes de las operaciones clandestinas de la CIA en Afganistán a finales de los 70. Liderada por Zbigniew Brzezinski, la operación Contra en Afganistán entrenó y fondeó a un grupo de resistencia anticomunista del cual se desprendería Al Qaeda. Esto es bien sabido, e incluso ha sido aceptado por Hillary Clinton en una entrevista relativamente reciente. Lo que pocos mencionan es que tiempo después Estados Unidos continuó realizando una operación de adoctrinamiento en las escuelas de Pakistán y Afganistán, algo que podríamos llamar, con una dosis de humor negro, "ABC para futuros terroristas".
De manera increíble y atroz, EE.UU. gastó decenas de millones de dólares (el dinero al parecer vino en parte del gran aliado de dicho país: Arabia Saudita) para proveer libros de texto editados por el Afghanistan Centre de la Universidad de Nebraska en los que se enseñaba el Corán pero con profusas referencias a armas, bombas y tanques, poblando la psique de los jóvenes de estos países de un paisaje de violencia. Esto no se trata de una teoría de conspiración o algo por el estilo, como puede comprobarse fácilmente leyendo este artículo del Washington Post de 2002, en el que se menciona que hasta ese año se lanzó finalmente una operación para "limpiar" los libros de texto y repartir otros. El periodista Syed Nadir, del Express Tribune de Pakistán, señala que los libros de texto ya no eran necesarios, puesto que el adoctrinamiento ahora podía ocurrir con mayor efectividad a través de sitios de Internet en los que la CIA extendería su mano subrepticia.
Quizás es algo reduccionista decir que el yihadismo tiene su cuna en este programa escolar extremista pero, aunado ello al reiterado financiamiento de grupos rebeldes extremistas en diferentes países (ISIS es la última versión), es difícil decir que la política intervencionista de EE.UU. no es el principal responsable de este fenómeno.
Esta "psy-op" gastó sólo 51 millones de dólares entre 1984 y 1994. Los libros contenían pasajes antisoviéticos y avanzaban una retórica de que los afganos eran "guerreros naturales", llamados a las armas por la deidad. Los niños aprendían a contar con tanques, misiles, minas y cosas por el estilo. Los libros incluso fueron utilizados por el Talibán y siguieron circulando durante un tiempo después de 1994.
Un oficial estadounidense de la Asia Task Force dijo al Post: "Estábamos perfectamente contentos de ver que estos libros destrozaron a los soviéticos". Cuando en su momento le preguntaron al consejero de seguridad nacional, Brzezinski, sobre lo sucedido con la Operación Ciclón, contestó algo similar, que pese a que de ahí se formaron terroristas, el plan fue un éxito puesto que detuvieron la expansión del comunismo.
Ahmad Fahim Hakim, un maestro que en 2002 trabajaba en la organización sin fines de lucro Cooperation for Peace and Unity en Pakistán, dijo que "las imágenes eran horrendas, pero los textos eran mucho peores". De 100 páginas, 43 contenían pasajes o imágenes violentos.
Nadir señala que los libros de texto han creado "una generación que celebra la muerte y no la vida" y en la que "la violencia es aceptada como algo natural y cotidiano". La propaganda, dice, "ha transformado la región en los últimos 25 años. No debe ser sorpresa entonces que, luego de la aceptación y proliferación de la violencia en las clases y en las pantallas de televisión, los niños están recreando ataques suicidas como juego".
Ante un programa tan brutal es increíble la tibieza de la reacción y la autorreflexión en EE.UU.: los efectos no pueden desligarse de sus causas, y su responsabilidad en lo que está sucediendo no puede soslayarse.