Entre hipsters, Millennials y generaciones post-post-X, la crisis de identidad actual admite un par más de perspectivas y etiquetas: la del novelista y guionista Bret Easton Ellis, ácido, brillante y bocón autor de American Psycho, quien durante los últimos 4 años ha vivido con su pareja, un chico de 27 años, y ha aprendido algo acerca de las nuevas generaciones; y la del filósofo Michel Serres, quien se ha preguntado, en su papel de profesor universitario (y luego de impartir cátedra de filosofía durante 40 años en cuatro continentes) a quién se dirige el conocimiento en nuestros días, y quiénes son esos seres perpetuamente pegados al celular, que heredarán el mundo.
Comenzaremos con el novelista. Desde hace algunos años, Bret habla de la "generación Wuss" en su Twitter, ¿pero a qué se refiere?:
"Wuss" debe traducirse necesariamente en jerga local: pero incluso una traducción literal ("marica") pondría el dedo en la llaga, en el síntoma de esta generación. No permiten ningún tipo de crítica, son demasiado sensibles, se lo toman todo demasiado personal, incluso la realidad. Así, generación Wuss puede traducirse como "generación gallina", quejica, cobarde, calzonuda, débil o cagona. Entienden la idea.
Males de crianza
Easton Ellis caracteriza a los Wuss a partir de su "hipersensibilidad, su insistencia en estar en lo correcto a pesar de las pruebas abrumadoras que sugieren que no lo están, su fallo en poner las cosas en contexto, su exagerado reaccionar, la positividad pasivo-agresiva y, por supuesto, todo esto exacerbado por las medicinas que les han dado desde niños sus sobreprotectores padres 'helicóptero', siguiendo cada uno de sus pasos".
Tal vez el celo de esa mirada paterna (producto de las bienintencionadas figuras que trataron de evitar a sus hijos los dolores y padecimientos por los que las generaciones anteriores atravesaban, y que de algún modo también les formaban el carácter) debió enseñarles a los Wuss un poco de realidad, o estar ahí para ellos cuando la realidad atacara sin piedad, por ejemplo, "en las dificultades del amor y la manera real en que el mundo funciona: no le vas a agradar a todos, esa persona puede no amarte de vuelta, los niños son crueles, el trabajo apesta, es difícil ser bueno en algo, la vida está hecha de fallos y decepciones, no eres talentoso, la gente sufre, la gente envejece, la gente muere".
Poco preparados para afrontar esto, los hip(st)er-sensibles Wuss se refugian en el sentimentalismo más básico, creando lo que Easton llama "narrativas de víctimas", que les impiden 1) conocer y 2) cuestionar bajo parámetros reales su lugar en el mundo.
En defensa de los Wuss, y en general, de los jóvenes de hoy, Easton admite que el mundo de hoy es sumamente distinto al del siglo pasado. Cuando alguien crea algo, tiene un foro hambriento y disponible para exhibirlo, para recibir reconocimiento (aunque fuera en forma de Likes de Facebook) y tal vez para perseguir su vocación. Sin embargo, una generación con tantas herramientas creativas a mano (no olvidar que un smartphone de hoy es toda una navaja suiza de herramientas artísticas, difíciles de conjugar en el taller de un artista del siglo pasado) es sorprendentemente tibia y torpe para enfrentar la crítica, es decir, para enfrentarse a la otredad.
Cuando se critica a los Millennials por su contenido, parecen colapsar en una espiral de vergüenza y la persona que critica es etiquetada automáticamente como hater, contrerista, troll... Una generación que parece ser super confiada y positiva sobre todo, pero cuando la menor señal de oscuridad entra en su realidad se paraliza y se vuelve incapaz de procesarlo.
A pesar de que Easton Ellis trata con el modelo gringo de generación, lo cierto es que los eventos del 9/11, así como la ideología de seguridad y vigilancia surgida desde entonces, y las debacles económicas que periódicamente impiden una movilidad social mayor, como ocurrió en el siglo pasado, afectan a los jóvenes de todo el mundo.
Un nuevo tipo de héroe
La generación curatorial, que prefiere personalizar un Sim o un Tumblr que arriesgarse a realizar una obra de arte ("quieren robar arte o SER arte", según Bret), no lo tiene nada fácil. El filósofo Michel Serres los ha descrito con mucha más benevolencia en un maravilloso libro llamado Pulgarcita (a propósito de la novedosa habilidad con que manipulan el smartphone y el mundo, usando un par de pulgares). Lo primero es conocerlos:
-Su relación con la naturaleza es turística o contemplativa: fantasean con lo orgánico porque no son campesinos, y probablemente nunca lo serán. Son más conscientes del entorno; no contaminar está en su ADN.
-Tienen una expectativa de vida inédita en la historia del ser humano en la Tierra. Y la perspectiva de vivir 80 años plantea serios retos en cuanto a economía, salud, autorrealización, etcétera.
-Las morales y filosofías antiguas (según Serres) estaban pensadas para seres que debían tratar cotidianamente con el dolor y la pérdida. Las nuevas generaciones analgésicas nunca han debido soportar el dolor, el hambre o la enfermedad en una escala devastadora y cruenta.
-Su nacimiento es programado. Por eso, pareciera que toda su vida debe ocurrir en el marco de un guión bien establecido, cuya flexibilidad o posibilidad de personalización se da dentro de las opciones de mercado. Su única libertad es la del consumo.
-Viven de facto en un "mundo mundial", donde la dimensión nacional está atravesada de multiculturalismo. No se trata de la auténtica cosmópolis, sino de su fantasía (nuevamente, instigada por el consumo).
-Serres estima que un niño de 12 años en Francia, ha visto más de 12 mil crímenes en los medios de comunicación. Su relación con la muerte, con el dolor del otro, con el crimen mismo, es radicalmente distinta: está listo para considerarlo una especie de espectáculo o (video)juego superyóico.
-El filósofo afirma que los Pulgarcitos (y no se refiere sólo a los más jóvenes, sino a todos los que estamos inmersos en el intercambio continuo de información) sólo pueden afirmarse y realizarse en la "aventura del trabajo", aunque dada la tasa de desempleo actual, es sumamente difícil encontrar estas gratificaciones.
Tal vez a sabiendas de que Pulgarcita sólo tiene un registro de atención de unos 7 segundos por imagen, y difícilmente puede terminar de leer un artículo largo (digamos, más o menos del largo de este), Serres subtitula su libro con una conclusión extrañamente esperanzadora: "El mundo cambió tanto que los jóvenes deben reinventar todo: una manera de vivir juntos, instituciones, una manera de ser y de conocer...".
Cobardes o no, el reto para todos en el mundo informático es el mismo.
Twitter del autor: @javier_raya