Recomendamos esta lista de lecturas del artista clínico Oliver Sacks

 

El 30 de agosto de 2015 fue un día triste para todos los que formamos un lazo personal con Oliver Sacks, cosa muy común entre sus pacientes y lectores. Prácticamente todas las revistas de ciencia, literatura o botánica le dedicaron al menos una mención, y lo sorprendente es que la mayoría dejaron ver cuán querido fue, cuán admirado. Pero su muerte ha oxigenado anécdotas de su vida antes desconocidas, y también revelado que el brillante neurólogo dejó escrito muchísimo más  de lo que sabíamos, y ello es un amparo. Su paso por el mundo, aunque ya terminado, sigue y seguirá dando frutos. The Altlantic, por ejemplo, reunió una lista de lecturas que muestran cómo este artista clínico dedicó su vida a posar las preguntas más difíciles y cómo lo llevó a cabo gracias enteramente a su empatía. A continuación compartimos algunas.

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Sabbath”, The New York Times, 2015

Sacks reflexiona sobre lo que significa vivir una vida buena y provechosa, y lo que le tomó encontrar un sentimiento de paz dentro de sí.

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Seeing God in the Third Millennium”, The Atlantic, 2012

Un fascinante texto que explora cómo el cerebro crea experiencias astrales y epifanías religiosas.

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Altered States”, New Yorker, 2012

Sacks, es bien sabido, condujo una serie de autoexperimentos con drogas para empatizar con sus pacientes. En este texto describe las alucinaciones resultantes y cómo escribir un libro reemplazó su hábito con las anfetaminas.

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This Year, Change Your Mind”, The New York Times, 2010

Sacks explora la medida en que el cerebro de una persona puede, y debe, ser reconfigurado, especialmente en la tercera edad.

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TED talk”, 2009

En este inspirador video, Sacks describe su investigación de la ceguera y alucinaciones geométricas, y se pregunta si el arte pictórico de las cuevas pudo haber estado derivado de ello.

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My Own Life”, The New York Times, 2015

Aquí comienza el principio del final de su vida y nos relata lo que aprendió de su cáncer terminal.

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My Periodic Table”, The New York Times, 2015

Este texto es quizá uno de los más entrañables del querido Sacks. Aquí conocemos su amistad con los elementos de la tabla periódica y el asombro contagioso que lo acompañó hasta el final.  

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