Considerar las soluciones a la paradoja de Fermi es casi tan interesante como imaginar la multiplicidad de formas de vida y mundos que pueden existir en el universo. Ambos son parte de los ejercicios imaginarios más estimulantes, parte del más alto linaje de la ciencia ficción, por así decirlo. La paradoja de Fermi es un problema lógico que puede enunciarse así: dada la enorme cantidad de planetas con condiciones aparentemente favorables para el desarrollo de vida deberíamos de habernos encontrado con vida inteligente extraterrestre. Por ejemplo, tan solo si el 0.1% de los planetas en la Vía Láctea estuvieran habitados, debería de haber vida en por lo menos 1 millón de planetas. Y, sin embargo, hemos enviado señales al cosmos y hemos puesto nuestros aparatos a detectar señales de vida inteligente y no hemos encontrado más que el silencio infinito del espacio.
A continuación cinco posibles soluciones a esta paradoja, que no son necesariamente las más probables sino que están orientadas a generar asombro y fascinación cosmológica. Es decir, son filosóficamente las que me parecen más interesantes. Para las tres primeras he tomado como punto de partida esta nota de io9, las últimas dos son mis propias conjeturas; una a partir de una idea que escuche contar a Douglas Rushkoff; la otra, una interpretación de la famosa frase de Arthur C. Clarke: "una tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia".
1. La hipótesis del zoológico -- Tal vez la Tierra es una especie de zoológico o guardería en la que hemos sido depositados como parte de un experimento de biología cósmica. De ser así podrían existir leyes y acuerdos en la galaxia para respetar nuestro proceso evolutivo. Civilizaciones extraterrestres podrían existir, de hecho podrían haber sido nuestros creadores, pero preferirían mantenerse al margen, imperceptibles, como parte de su método científico, respetando un cierto espíritu imbuido en el experimento. Esta hipótesis, propuesta por John Ball en 1974, no choca necesariamente con algunas ideas religiosas, ya que sugiere que la vida podría haber sido sembrada por seres superiores. Estos seres podrían tener un plan para nosotros, una especie de mayoría de edad cósmica en la que se nos revela la verdad de nuestro origen, o podríamos ser simplemente el resultado de una fuerza generativa que una vez echada andar corre por su propia cuenta. Los creadores podrían o no habernos creado con su propia esencia; de habernos creado con su propia esencia es posible que los atisbos de otros seres, teofanías y experiencias cósmicas fueran parte de este proceso de tomar conciencia de nuestro propio ser. La otra posibilidad es que exista un consenso entre las civilizaciones más avanzadas de que una forma de vida que se genera de manera natural debe ser dejada a sus propios medios hasta que consiga cierta evolución o cierto refinamiento de la conciencia para que pueda entrar en contacto con otra civilización sin estar en demasiada desventaja.
2 La hipótesis de la simulación -- El filósofo de Oxford Nick Bostrom plantea que si en el futuro, según suponen muchos científicos y futuristas, es posible que existan grandes cantidades de poder computacional, quizá estas generaciones futuras realicen simulaciones detalladas de sus ancestros en sus supercomputadoras. Civilizaciones de este tipo podrían haber llegado a conocer la mente lo suficiente para simular personas conscientes que creerían ser autónomas. El poder computacional de estas generaciones futuras les permitiría realizar miles y miles de simulaciones por lo cual se podría suponer que la vasta mayoría de las mentes no pertenece a la raza original sino a la raza “simulada”. Tal vez nosotros vivimos en una de estas simulaciones; podrían ser infinitamente diversas, pero en nuestro universo quizás la raza original ha decidido no tener otras razas coexistiendo o entrando en contacto entre sí. Cada una en su pecera o, como en The Truman Show, en un programa de televisión (casi) indistinguible de la realidad. Quizás la simulación tendría en algunos lugares un bajo bit rate, y el espacio mismo se podría pixelear; podríamos notar, como Buda, que vivimos en una ilusión, en un programa de Maia. Una versión de esta hipótesis está siendo probada por la astrofísica ya que hace sentido desde una perspectiva cosmológica. En una coincidencia extraña, científicos del laboratorio Fermi están realizando un experimento para determinar si vivimos en una proyección holográfica. En un comunicado de prensa explicaron:
En el mismo sentido en que el personaje de un programa de TV no sabría que su mundo aparentemente en 3D solo existe en una pantalla en 2D, podríamos no saber que nuestro espacio en 3D es solo una ilusión. La información de la totalidad del universo podría estar codificada en pequeños paquetes bidimensionales.
3. Extraterrestres avanzados se mueven a ciertas zonas de la galaxia -- Seres más avanzados podrían existir en zonas alejadas del centro de la galaxia. Según Milan M. Ćirković y Robert Bradbury, en los bordes de los discos galácticos civilizaciones más avanzadas podrían formar comunidades de inteligencia cósmica sin tener que preocuparse por los problemas del calor y los desechos que se acumulan en otras zonas. Estas civilizaciones tendrían sus supercomputadoras en zonas frías y relativamente estables.
Contrario a esto podríamos cotejar una idea esotérica de la Antigüedad, la cual es mencionada por Platón y por el hermetismo. Se creía entonces que las almas avanzadas vivían cerca de la Vía Láctea, la cual era una especie de vientre o ciudad luminosa para seres que habían logrado una mayor evolución espiritual. La Tierra, en cambio, era a donde viajaban a conocer el mundo de la materia y aprender a dominar la ilusión de la misma para despertar a la vida eterna en el centro de la galaxia, habiendo bebido del río de Mnemósine.
4. Civilizaciones extraterrestres podrían existir sin mostrar interés en explorar otros mundos al sumirse en la contemplación de sí mismas -- Esto tiene una doble vertiente. Como mencionan algunos transhumanistas, al llegar a cierto nivel (probablemente la inteligencia artificial) una civilización avanzada podría dedicar toda su atención y energía a experimentar mundos generados digitalmente, vivir paraísos artificiales interiores en sus conciencias incorpóreas descargadas a máquinas capaces de sostener un proceso consciente de manera indefinida. Podríamos llegar a la inteligencia pura reflexionando sobre sí misma, cada quien viviendo su propio universo sin interactuar con los demás.
Una segunda posibilidad es la que menciona Douglas Rushkoff, haciendo una metáfora distópica de nuestra propia sociedad. Es posible que al seguir desarrollándonos tecnológicamente y preferir el espacio virtual al espacio físico, toda nuestra exploración y contacto con los demás ocurra a través de interfases. Podríamos imaginar que una sociedad así podría caer perdidamente --en una narcosis narcisista-- enamorada de sus propias imágenes y de sus propias construcciones fantásticas, perdiendo poco a poco todo interés por la realidad exterior. Podríamos quedar masiva y absolutamente hipnotizados por nuestras pantallas y nuestros aparatos, quizás poco a poco ir perdiendo nuestra curiosidad e incluso nuestra inteligencia. Y, en vez de convertirnos en dioses a través de la tecnología como algunos creen, acabaríamos convirtiéndonos en máquinas o robots atrapados por la imagen, una adicción a la representación y al simulacro. La tecnósfera como una gigantesca y altamente inmersiva cueva platónica en la que los prisioneros están ahí voluntariamente porque han preferido la copia al original.
5. Una civilización suficientemente avanzada es indistinguible de la divinidad -- Seguimos pensado que los extraterrestres deben de ser de alguna manera como nosotros, o al menos ajustarse a nuestros modelos de lo que es la vida y la realidad. Pero si son mucho más avanzados que nosotros podrían haber llegado a tener cualquier forma, incluso haber perdido enteramente la forma (y ser invisibles) u ocupar todas las formas al mismo tiempo; de igual manera, podrían tener una tecnología que no solo nos parecería como magia, sino que ni siquiera podríamos percibirla y saber que existe. Un ejemplo de esto es el personaje de Palmer Eldritch, en la novela de Philip K. Dick que lleva su nombre (The Three Stigmata of Palmer Eldritch). Eldritch, siguiendo la idea gnóstica de que los planetas son entidades conscientes más avanzadas, se convierte en el espacio (físico y psíquico) en el que las personas habitan: “Lo que quiero decir es que me convertiré en todas las personas del planeta… Seré todos los colonos mientras arriban y empiezan a vivir aquí. Guiaré su civilización. Es más, seré su civilización”, le dice Eldritch a un habitante de Marte. Seres así incluso dejarían en entredicho el concepto de vida alienígena o extraterrestre, y podrían estar aquí con nosotros, ser nosotros mismos incluso, o, como teoriza Hugo de Garis, podrían existir a escala atómica:
Las hiperinteligencias que tienen miles de millones de años más que nosotros en nuestro universo (que es unas tres veces más viejo que nuestro sol), probablemente se han reducido para alcanzar mayores niveles de performance. Civilizaciones enteras podrían estar viviendo dentro de volúmenes del tamaño de un nucleón o más pequeños.
Twitter del autor: @alepholo