Más allá de las modas, la barba y los tatuajes han sido dos distintivos históricos de la masculinidad, la primera como un signo más o menos ineludible de la transformación del niño en hombre y los segundos como una especie de marca voluntaria sobre el cuerpo (una que, además, duele cuando se realiza). En esto, como en otros aspectos del “ser hombre”, mucho tiene que ver la cultura, pero según parece la ciencia también tiene algunas cuantas palabras al respecto.
Hace poco, Cyril Grueter y otros investigadores de la Universidad del Oeste de Australia realizaron un estudio de corte psicosocial sobre 154 especies de primates, incluida la nuestra. Como es sabido, en general los primates evolucionamos para vivir en comunidades, algunas sencillas y de pocos integrantes (como el caso de los monos araña) y otras más bien numerosas y complejas (como sucede con los gorilas, los chimpancés y el Homo sapiens). En estas últimas, la competencia es mayor en varios aspectos, y sexualmente los machos están obligados a destacarse para las hembras.
De acuerdo con el estudio mencionado, los primates que habitan en sociedades jerárquicas desarrollaron también formas de hacer visible su “identidad, rango, dominancia o atractivo” para las hembras del grupo. Grueter lo explica así:
En grupos numerosos en donde los individuos están rodeados de extraños, necesitamos una herramienta rápida y confiable para evaluar la fuerza y calidad del otro, y es ahí donde entran estos elaborados ornamentos.
La conclusión, entonces, es sencilla: los hombres se dejan la barba y se tatúan para llamar la atención. Sexualmente. Las mujeres se sienten atraídos por estos "ornamentos", ya que evolutivamente son una forma económica de detectar a un macho con características atractivas para aparearse --o formar una pareja-- cuando se necesita hacer una evaluación veloz o no se cuenta con el tiempo o una cantidad mayor de información. Las barbas y los tatuajes son una forma en la que, entre la multitud, un hombre se distingue para rápidamente llamar la atención a su masculinidad y sugerir que tiene una genética adecuada para tener hijos. Algunos investigadores teorizan que incluso los comportamientos más sofisticados --como la poesía o las matemáticas-- son herramientas cortejo con las que el ser humano busca agenciarse su primordial meta biológica. Incluso el cerebro humano, con toda su complejidad, podría ser equivalente a la cola iridiscente del pavo real.
También en Pijama Surf: Ilusiones ópticas en la piel: impresionantes tatuajes 3D que creerías imposibles
¿Cómo se verán tus tatuajes cuando seas viejo? Estas fotos pueden resolver tus dudas