Este es uno de los lugares más tóxicos de la Tierra, gracias a los gadgets que usamos a diario

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Image: Liam Young/Unknown Fields[/caption]

Quizá muy pocos de nosotros nos preguntamos por el origen y el destino final de nuestros gadgets, esos que, ahora, nos parecen tan cotidianos e incluso imprescindibles. Muchos ignoran (o prefieren ignorar) que la fabricación de cualquier smartphone o tablet implica prácticas laborales colindantes con la esclavitud, sea por la explotación a la que están obligados los obreros que los manufacturan o por la extracción de minerales necesarios para las baterías y otros componentes, sólo dos ejemplos de un proceso que no mejora en prácticamente ninguna de sus etapas, pues aun su uso implica daños a la salud y, al final, cuando su vida útil termina, no hacen más que cerrar ese ciclo que inició viciado de origen.

En la Mongolia Interior, una región autónoma de la República Popular de China, se encuentra una ciudad llamada Baotou, la de mayor desarrollo industrial de la zona, en buena medida debido a que ahí se concentra alrededor de 70% de las reservas de los minerales raros que, como el cerio o el neodimio, son necesarios en diversos aparatos tecnológicos, desde un teléfono portátil hasta una turbina o un láser. De ahí que ahora sea una metrópoli con más de 2 y medio millones de habitantes (hace 50 años eran apenas 100 mil) en donde las fábricas de gadgets y los anuncios de marcas occidentales conviven en una decadente armonía.

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Imagen: Kate Davies/Unknown Fields[/caption]

Esto, sin embargo, no es todo, pues como sucede en otras ciudades industriales, además del impacto sobre la calidad de vida de las personas, existe también un costo ecológico. En este caso, múltiples, pues a la contaminación cotidiana causada por las fábricas que ahí se asientan, se suma una suerte de acumulación que bajo ciertas circunstancias se hace evidente. Por ejemplo, cuando llueve (y en esa región la época de lluvias es intensa), el agua arrastra consigo polvo de carbón y otros residuos que terminan por convertirla en un líquido espeso y oscuro que recorre las calles. El aire igualmente tiene un fuerte olor a sulfuro, todos los días del año.

Y por si esto no fuera suficiente, el desastre natural más lesivo está en un lago creado artificial y expresamente para convertirse en el destino de los desechos de la manufactura tecnológica contemporánea. Una zona en donde la arcilla que tiene contacto con el agua contaminada en la orilla tiene niveles de radiación hasta tres veces superiores a la arcilla depositada en el fondo.

La pregunta, quizá, sería qué hacer al respecto. O si es posible hacer algo. Irónicamente, el sitio donde se publicó el reportaje en el que se encuentra esta información, cierra con un anuncio que invita a suscribirse a una entrega diaria de noticias desde y para… sí, el teléfono portátil. Tú mismo, ahora, lees esto en un aparato fabricado parcialmente en China, relacionado probablemente con eso que sucede en la Mongolia Interior. Eso, también, es la globalización. Eso, también, es nuestro mundo. ¿Hay posibilidad de salir de este mundo?

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