Coloquialmente un rayo es uno de los acontecimientos improbables por antonomasia, símbolo de aquello que no se puede predecir ni prever y que por lo mismo siempre toma por sorpresa. Sin embargo, matemáticamente esto no es totalmente cierto, pues hace poco un grupo de investigadores de la Universidad de California en Berkeley desarrolló una fórmula para calcular el evento.
En breve, esta fórmula sostiene que la razón de rayos por área es igual al número de precipitaciones por el potencial de energía eléctrica de esa misma área. Traducida a su forma sintética:
En donde R es la relación de rayos por área, P es el promedio de precipitación y EPCD es la energía potencial de convección disponible, esto es, la cantidad de energía presente en una parcela de aire con una temperatura más elevada que su entorno. η sobre E es la constante de proporcionalidad resultante de la eficiencia de conversión sin dimensiones entre la energía liberada por relámpago.
Con este desarrollo, David M. Romps y otros colegas tomaron datos de cierta cantidad de precipitaciones y EPCD en Estados Unidos en 2011 para poner a prueba la fórmula, comparando los resultados con estadísticas de tormentas eléctricas ocurridas en el mismo período y lugar. Esto fue lo que obtuvieron:
El parecido sin duda es asombroso y el desarrollo matemático y meteorológico detrás de este sería impresionante, de no ser por una circunstancia que tiene su matiz negativo.
Estos resultados de Romps y compañía son posibles porque parten de una hipótesis: que el número de relámpagos se ha incrementado por causa del calentamiento global, y por lo mismo es más o menos sencillo predecir su incidencia.
En resumen: sí, es posible predecir la caída de un rayo con mayor precisión que antes, pero sólo porque la temperatura del planeta se ha elevado más de lo habitual en el último siglo.
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