La hipótesis de que la vida en nuestro planeta tiene un origen extraterrestre se acerca cada vez más a la perspectiva telelológica de la naturaleza; el propósito o fin de las consecuencias biológicas provocadas, en este caso, en el espacio exterior. Recordemos el descubrimiento del meteorito Murchison en Australia, un asombroso hallazgo sideral que contenía más de 70 aminoácidos, entre ellos algunos incluidos en nuestro código ADN y muchas otras composiciones elementales aún no identificadas. Estudios más recientes de la NASA confirmaron la presencia de adenina y guanina en algunos de los meteoritos estudiados, concluyendo que efectivamente existe una posibilidad solemne de que la vida en nuestro planeta hubiese sido plantada por entes alienígenas.
Un hallazgo aún mas fresco fue documentado por científicos ingleses mientras se examinaba el polvo y los desechos recogidos en la estratosfera con una especie de globo de altos vuelos. Esta noticia, más que la escasa información que hasta ahora se ha liberado, ha despertado interés en el mundo por ser la Universidad de Buckingham --una institución elitista-- quién informa del hallazgo. Se trata de un objeto circular de metal y dimensiones minúsculas, el cual se presume podría ser un microorganismo enviado por extraterrestres para crear vida en nuestro planeta; "Una teoría es que fue enviado a la Tierra por una civilización desconocida para seguir sembrando vida en el planeta”, nos dice el astrobiólogo Milton Wainwright, líder del estudio. La estructura del objeto no identificado posee una forma esférica con núcleo de consistencia pegajosa y el ancho de un cabello humano. Sus propiedades aún continúan en análisis, con la promesa de encontrar elementos biológicos además de los hallados en su área superficial: titanio y vanadio.
Hasta ahora se sabe que un organismo vivo (como lo conocemos) no podría sobrevivir en un viaje a través del espacio en busca de nuevos mundos que habitar. Sin embargo, existe la hipótesis de la transmisión deliberada de microorganismos a planetas estériles (panspermia dirigida), organismos que pudieron llegar a la Tierra en una especie de criogenización o fosilización de sus elementos activos, que a través de los años lograron mezclarse con la consistencia climática del planeta. Un caso que la revista Astrophysics and Space estudió a fondo luego del suscitado fenómeno de la lluvia roja de Kerala en la India, donde se concluyó que el agua caída del cielo contenía células alienígenas traídas a la Tierra por alguna clase de transporte interestelar como lo es un cometa.
La teoría de la panspermia dirigida encuentra aún el escepticismo de muchos expertos ya que en realidad no da una explicación sobre el origen exobiológico de la vida, sino una posibilidad alternativa de la creación: a menos que, por supuesto, podamos encontrar los detalles de la civilización que se supone ha enviado la semilla, es probable que se mantenga como una teoría indemostrable, dice Wainwright. Sin embargo, cabe señalar que el mismo codescubridor de las propiedades del ADN, Francis Crick, apoyó dicha hipótesis, por lo que algunos científicos se mantienen fieles a la promesa por ese simple hecho.
A pesar del pesimismo científico que también ha surgido sobre esta teoría, una semilla encontrada en la estratosfera sigue siendo una posibilidad que llama fuertemente al omniverso de la mente humana; resulta también una cuestión teleológica sobre si somos estrellas muertas mirando de nuevo hacia el cielo o simplemente una semilla cuya entelequia sideral llama a convertirnos en árbol y enseguida, nuevamente, en una semilla.