Es posible que todos nos hayamos enfrentado alguna vez a una de las imágenes más perturbadoras que pueden presentarse en la vida diaria: el reflejo de un espejo en otro. Como alguna vez dijo Borges, “bastan dos espejos opuestos para construir un laberinto”, y es precisamente en lo repentino y sencillo de esa aparición donde se encuentra su fuerza, su capacidad para recordarnos los entresijos de la realidad, esos pasadizos que de vez en cuando afloran y nos llevan a imaginar que quizá hay algo más en ese otro lado.
Hace poco, el sitio Slate republicó una pregunta aparecida originalmente en Quora que podría considerarse una variación moderna de ese laberinto: ¿qué pasa cuando se coloca un espejo en un escáner o una fotocopiadora? ¿Cuál es el reflejo que arroja? ¿A qué pasadizos nos lleva?
Para empezar a contestar, Archie D'Cruz explica cómo funcionan dichas máquinas:
1. Una luz ilumina el documento sobre la cama de cristal. La luz se mueve sobre un carril al mismo tiempo que el documento es escaneado.
2. El documento se refleja sobre un espejo en ángulo, el cual se mueve sobre el mismo carril de la luz a la misma velocidad.
3. El primer reflejo del espejo es capturado por un espejo fijo en el otro extremo del escáner.
4. La imagen del espejo fijo es capturada por un dispositivo de carga acoplada (CCD por sus siglas en inglés), un sensor con diminutas células fotoeléctricas que registran la imagen para que una computadora pueda procesarla.
¿Qué pasa entonces con un espejo o cualquier otro objeto reflejante? El efecto es un tanto paradójico y también poético pues, debido a dicha cualidad óptica, el haz de luz emitido por el escáner no puede hacer otra cosa más que convertirse en su opuesto: la oscuridad completa de un abismo en donde nada se ve. Una especie de alquimia involuntaria ahí donde menos esperaríamos encontrarla.
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