Johann Hari ha escrito un importante artículo sobre la verdadera naturaleza de las adicciones, en el cual resume los resultados de una investigación que documenta en su libro Chasing The Scream: The First And Last Days of the War on Drugs. Es importante porque intentando entender qué es lo que llevó a seres queridos al abismo de la adicción y estudiando el problema en su aspecto político, Hari propone que debemos de cambiar la narrativa de lo que nos contamos que son las adicciones y por qué debemos combatir las drogas.
Cuando nos hacemos la pregunta de qué causa la adicción a las drogas, la respuesta parecería evidente: las drogas, obviamente. Pero no es tan sencillo. Hari cuenta cómo hemos llegado a pensar esto:
Una de las formas en que esta teoría se estableció por primera vez fue mediante experimentos de ratas, que se inyectaron en la mente de los americanos en la década de los 80 con una famosa publicidad de Partnership for a Drug-Free America. Puede que os acordéis. El experimento es simple. Pon una rata en una jaula con dos botellas de agua. Una sólo con agua. La otra con heroína o cocaína diluida. Casi todas las veces que lleves a cabo este experimento, la rata se obsesionará con el agua con droga y volverá a por más hasta que muera.
El anuncio explica: "Una sola droga es tan adictiva que nueve de cada 10 ratas de laboratorio la consumirán. Cada vez más. Hasta la muerte. Se llama cocaína. Y puede hacerte lo mismo a ti".
Pero este experimento, además del alarmismo con el que se reporta, tiene una falla. Y es que la rata está sola en la jaula, se sustrae el medio ambiente y su nivel de conexión con el mismo; se coloca a la droga en un monocentrismo, sin el mundo. Una versión más refinada de este experimento realizado por Bruce Alexander revela la influencia del mundo que nos rodea:
¿Qué ocurriría, se preguntaba, si se intentara de otra manera? Entonces, el profesor construyó un parque para ratas (Rat Park). Se trata de una jaula de diversión en la que las ratas tenían pelotas de colores y la mejor comida para ratas y túneles para corretear y muchos amigos: todo lo que una rata querría. Alexander quería saber qué ocurriría.
Este "Rat Park" evidentemente intenta emular un entorno rico y estimulante (el abrigo de una sociedad y una ciudad). Los resultados mostraron, cuenta Hari, que las ratas incrustadas en este entorno más sano: "En general, evitaban beberla y consumían menos de 1/4 de las drogas que tomaban las ratas aisladas. Ninguna murió. Mientras que las ratas que estaban solas e infelices se hicieron adictas, no le ocurrió lo mismo a ninguna de las que vivía en un entorno feliz".
En el caso de los humanos, consumir una droga sin un contexto de aislamiento físico y/o emocional no parece ser una causa de adicción. Decenas de miles de personas consumen diamorfina en el hospital y luego salen a la calle, regresan a sus empleos y a sus familias y no sienten la necesidad de consumir este poderoso opioide. Muchos enfermos incluso toman opioides por meses y logran dejar estas drogas sin atravesar una etapa de recesión y depresión.
Johann Hari llega así a la idea de que lo causa las adicciones es la falta de conexiones humanas profundas y significativas (no la parodia de las conexiones que vivimos en las redes sociales). Las drogas reemplazan estas conexiones y esta falta de significado. El profesor Peter Cohen plantea cambiar el término "adicción" para hablar de "apego".
A la luz de esto, la guerra contra las drogas resulta absurda, tiene de raíz un contrasentido. Escribe Hari:
Esta guerra masiva que, como he visto, mata a gente desde México a Liverpool, está basada en la afirmación de que necesitamos erradicar físicamente un montón de sustancias químicas que interceptan el cerebro de la gente y provocan adicción. Pero si las drogas no son la causa de la adicción -si, en realidad, es el desapego lo que la provoca, vuelve a resultar incomprensible.
Las alternativas abundan; sólo pensemos en toda la energía y el dinero que usamos para luchar contra las drogas y condenar a las personas que las usan y lo que puede hacer si dirigimos esos recursos de manera imaginativa a otro tipo de iniciativas. Un caso notable es del de Portugal. Lo que hicieron los portugueses es muy sencillo pero poderoso. Teniendo un alto índice de adicción a la heroína (1% de la población total), Portugal decidió despenalizar las drogas y redirigir todos los recursos que gastaban en arrestar y encarcelar a los adictos y emplearlo en reinsertarlos en la sociedad, darles trabajo y ver por ellos. En otras palabras, fortalecer su conexión con la comunidad, darle sentido a su vida. Después de casi 15 años de adoptar la medida existe consenso sobre el éxito de la misma: se redujo 50% el uso de drogas inyectadas.
Ahora bien, si las drogas no causan las adicciones, ¿por qué las drogas son también lo más efectivo para combatir las adicciones?. Un estudio publicado en el Journal of Psychopharmacology mostró que la psilocibina (el ingrediente activo de los hongos mágicos) tiene un altísimo porcentaje para eliminar la adicción al tabaco (un 80% de efectividad). La ibogaína y la ayahuasca, por otro lado, han demostrado ser efectivas para tratar el alcoholismo y la adicción a la cocaína. Aquí ocurre como con las ratas: si cambias la jaula, la mente, entonces las drogas que hacen tan adictos ya no tienen ese efecto. Justamente sustancias como los hongos y la ayahuasca proveen experiencias que dan sentido a la existencia y conectan a las personas con la naturaleza y sobre todo, con ellas mismas. La mayoría de los problemas de salud son problemas de significado, un significado que suelen dar los otros, las personas cercanas que queremos o una misión de vida.
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