Por supuesto, no es Instagram per se lo que genera sentimientos de celos y desconexión, sino usos específicos del sitio. La tendencia de los nuevos acrónimos entre adolescentes lo dice todo: BMS significa en inglés “break my scale”, algo como “esta foto es tan hermosa que va más allá del 10 en una escala del 1 al 10”, y se usa regularmente en selfies.
El comportamiento de muchos adolescentes en Instagram (sobre todo mujeres) no tiene nada que ver con compartir fotos estéticas o interesantes de lo que encuentras en tu camino, sino con jugar un juego deliberado en torno al estatus social. Las chicas han convertido a esta red social en un barómetro de popularidad, estatus social y valor personal. Si etiquetas a una amiga que no está en la foto, por ejemplo, estas ayudando a incrementar su popularidad; si intencionalmente no etiquetas a alguien que está en la foto, estas reduciendo la suya. La plataforma les da cierto poder, sutil y destructivo, sobre el autoestima de los otros. Y, como es propio de la edad en muchos casos, utilizan este poder de manera cruel, a conveniencia.
En Instagram tienes más pistas implícitas y explícitas de personas que son ricas, hermosas, felices o exitosas en una foto de lo que tienes en un estatus escrito. Las selfies son súplicas de aprobación, y si no te dejan suficientes likes puedes sentir inmediato rechazo. Esta red social es un lugar donde las emociones corren salvajes y lo que parece una mera fotografía, es en realidad una manera en la que las chicas ponen a prueba lo que sus amigos piensan de ellas.
Finalmente, Instagram puede ser el espacio más exquisito o el más infernal, y para las chicas adolescentes parece manifestarse de esta última forma (en un girl angst).