[caption id="attachment_84412" align="alignright" width="226"]
Las artes --pintura, escultura, teatro, poesía, música y danza, entre otras-- forman un sistema de comunicación simbólica y abstracta entre el artista y el espectador que traspasa en posibilidades al lenguaje; esto es porque sus componentes carecen de significados rígidos, lo que hace que su poder combinatorio en forma y expresión sea infinito.
La manifestación diseminada del arte a través de las sociedades humanas ha motivado diferentes teorías sobre la evolución de la capacidad simbólica. Muchos piensan que en un principio sirvió para dar identidad a los grupos sociales, y que posteriormente surgió la preocupación por la estética. En general se considera que sólo el humano es capaz de generar y apreciar el arte. Sin embargo, hay ejemplos en la naturaleza que muestran que algunas especies son capaces de producir y apreciar el arte. Ejemplo de ello es Congo, un chimpancé en cautiverio que aprendió a dibujar a los dos años, y para la edad de cuatro años había realizado más de 400 dibujos y pinturas en un estilo similar al impresionismo abstracto. Como Congo, hay otros chimpancés que han realizado trabajos de arte por gusto y --al parecer-- con una premeditada idea estética. Otro ejemplo es el pergolero pardo (Amblyornis inornata): el macho construye un emparrado decorado con objectos llamativos de forma artística para atraer a la hembra. Ella visita los diferentes emparrados y juzga cuál es el que más le gusta para decidir con qué macho aparearse. El emparrado no tiene ninguna función pragmática ya que las aves no anidan ahí, su valor es meramente estético.
La neurociencia ha comenzado a estudiar los dos componentes primordiales del fenómeno artístico: el proceso creativo del artista y la experiencia estética de quien aprecia el arte. Es decir, ¿cuáles son las áreas cerebrales involucradas en la producción del arte? y ¿cómo los procesos perceptuales y emocionales median la experiencia estética del observador?
Estudios neuropsicológicos en artistas que sufren lesiones en distintas áreas del cerebro durante el curso de su vida demuestran que difícilmente se pierde la capacidad creativa después de la lesión. Incluso, pacientes con demencia sólo dejan de producir arte en niveles avanzados de la enfermedad. Es por esto que Dahlia Zaidel propone que la capacidad creativa se encuentra difusamente representada en el cerebro y que múltiples regiones participan en el proceso.
Por otro lado, la estructura física de nuestros cuerpos limita el ejercicio artístico. Es evidente que las características de nuestros sistemas sensoriales van a determinar parte de nuestra experiencia perceptual. Por ejemplo, los artistas visuales no pueden más que ser ilusionistas al componer sus obras; saben que, por ejemplo, la percepción del color depende de la interacción de todos los elementos coloridos en la escena. Intuitivamente, los pintores desarrollan estrategias para lograr plasmar el color que tienen en mente. Paul Cézanne comenzaba con pinceladas de color intenso distribuidas en la superficie del lienzo, y progresivamente enfatizaba los tonos que resultaban más efectivos, es decir, los que daban la experiencia perceptual deseada, mientras desenfatizaba aquellos que no. Claude Monet pintó muchos de sus cuadros al aire libre con luz natural siguiendo un poco con la misma idea de Cézanne, usando su propio sistema visual para retroalimentar y guiar el proceso artístico. Por su parte, Henri Matisse dejaba pedazos de lienzo sin pintar para proteger la apariencia del color contra la inducción cromática de los colores adyacentes. Como resultado, Matisse usaba libremente colores vibrantes y saturados, sin miedo a que el contraste cromático se volviera estridente.
[caption id="attachment_84416" align="aligncenter" width="471"]La obra de artistas con enfermedades mentales representa otra interesante intersección entre el arte y la mente. Varios artistas notables con enfermedades psiquiátricas han expresado sus pensamientos y estados de ánimo en su obra. En varios casos es posible observar la evolución de la enfermedad mental, como con Louis Wain, un artista apasionado por los gatos que logró capturar en una serie de retratos gatunos la evolución de su esquizofrenia. Bryan Charnley también sufría de esquizofrenia y pintó una colección de autorretratos mientras variaba con premeditación la dosis de los medicamentos que le controlaban los episodios psicóticos.
[caption id="attachment_84415" align="aligncenter" width="397"]No olvidemos que el arte está incompeto sin el involucramiento perceptual y emocional del espectador. La experiencia estética es un estado que emerge de la interacción entre elementos sensoriomotores, de evaluación emocional y de conocimiento-significado. Las regiones que procesan los elementos sensoriomotores forman parte de la experiencia corporizada automática que nos permite reconocer e involucrarnos con el objeto. Así mismo, regiones del cerebro como la corteza orbitofrontal, frontal medial, el estriado ventral, cingulado anterior y la ínsula codifican el rango de emociones que se pueden experimentar durante la experiencia estética. Como la mayoría de las experiencias estéticas son placenteras, es posible comenzar a segregar los procesos cognitivos tales como gustar y desear. En pocas palabras, lo que podría ser la diferencia entre sólo admirar una obra de arte o además querer tenerla en casa. Finalmente, el sistema asociado al conocimiento-significado nos muestra cómo la manipulación del contexto puede modular la experiencia estética.
Como podemos ver, el arte complementa y enriquece la ciencia de la mente. Es posible comenzar a correlacionar la experiencia subjetiva con los mecanismos biológicos que ocurren en el cerebro. Estudiarlos por separado nunca será una descripción completa de la experiencia humana. Por el contrario, esta aproximación multidisciplinaria fomentaría nuevas formas de pensamiento, abriría nuevas líneas de investigación e innovaría con nuevas aproximaciones experimentales en el estudio del arte y la biología de la mente.
Twitter de la autora: @hjolko