Desde hace unos años, en la liga profesional del futbol mexicano se popularizó una singular costumbre: en cada ocasión en que el portero del equipo visitante despeja a causa de un saque de portería, los aficionados locales se sincronizan en un grito que comienza con una prolongada “¡Eeeeeeh!”, sigue hacia la sílaba “¡Puuuuu!” y cuando el pie del portero golpea el balón, finaliza con un liberador “¡Toooo!”.
“Puto”, como quizá sepan los hispanoparlantes, es una de las palabras más emblemáticas de nuestro idioma, protagonista de uno de los sonetos más ingeniosos de Quevedo (aunque también el culmen de su misoginia: “Puto es el hombre que de putas fía”) y que, al menos en América Latina y particularmente en México, se convirtió en un vocablo denigratorio para referirse a los hombres homosexuales, sin duda uno de los más usados en una cultura que desde sus inicios se caracterizó por su patriarcalismo. Que esto es casi exclusivo de este lado del Atlántico queda de manifiesto en el Diccionario de la Real Academia Española, en donde la acepción: “Hombre que tiene concúbito con persona de su sexo” ocupa el 4° lugar.
En cuanto a la práctica referida, ésta es, como decíamos, reciente. Curiosamente su origen se encuentra en Guadalajara, una de las ciudades que, sotto voce, se caracterizan por su comunidad homosexual pero que también, paradójicamente, tiene en el tequila y los mariachis dos de sus emblemas más propios. Ahí donde se bebe el licor de los machos y se entonan los himnos del donjuán a la mexicana, ahí también la vida nocturna destinada a los hombres homosexuales es legendaria.
Sin embargo, esas contradicciones que a los mexicanos nos parecen tan habituales, tan incompresiblemente normales, no son recibidas de la misma manera fuera de nuestras fronteras. Y como prueba, una investigación que la FIFA acaba de abrir luego del partido entre las selecciones de México y el país anfitrión del Mundial de Fútbol, Brasil, celebrado el pasado martes. Fieles a sus novísimas tradiciones, los muchos aficionados nacionales que asistieron al encuentro se complacieron en gritar “¡Puto!” en todos los despejes de Júlio César, el imponente portero brasileño.
De “cantos homofóbicos”, calificó la FIFA, por vía de su Oficina Antidiscriminación, a estas muestras de entusiasmo futbolístico. Y quizá con razón, aunque también es muy posible que a cualquier mexicano que lea esto le parezca que el organismo exagera. Si la investigación concluye que los aficionados incurrieron en discriminación por cuestiones de orientación sexual, el castigo podría ir de una multa económica a la expulsión del equipo nacional del torneo.
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