Estatua de Baphomet será instalada frente a un edificio de gobierno en Oklahoma

Los monumentos públicos pueden verse como las bases simbólicas de la ciudad: cuando todo cambia (y siempre cambia) los próceres estarán ahí para recordarnos quienes somos y de dónde venimos, aunque nosotros ya no los recordemos a ellos. 

Un monumento es un rasgo de la identidad que puede asumirse públicamente, un acuerdo secreto entre los habitantes que nos convierte propiamente en vecinos; sin embargo, tales acuerdos implican dar por sentada cierta correspondencia política, cierto rumbo en la ideología dominante que no se ve así en la obligación de cuestionarse a sí misma, llegando a embrollos legales que hacen buenos titulares.

En el 2012 se instaló un monumento a los Diez Mandamientos justo afuera del Capitolio de EU. Un congresista pagó la controversial remodelación de su propio bolsillo, por lo que se consideró una "donación", y por lo tanto se aprobó su instalación en propiedad pública. La cosa dio de qué hablar y luego se disolvió. Pero recientemente trascendió que el Templo Satánico de Oklahoma había estado reuniendo fondos a través de crowdsourcing para hacer un enorme monumento de Baphomet, el señor oscuro, una estatua digna de competir con el decálogo de Moisés (y admitida en un terreno público gracias a la misma estratagema legal) que será colocado próximamente frente a la sede de gobierno de Oklahoma, abriendo una interesante discusión sobre la libertad de culto en EU. 

Unos $30 mil dólares fueron reunidos y un artista de Nueva York comisionado para hacer el diabólico molde, mismo que será vaciado en bronce, lo que según los satanistas permitirá que la pieza resista los ataques de fanáticos religiosos. El reportero Jonathan Smith tuvo acceso al satánico work in progress en el taller del artista: una representación sentada de Baphomet con dos niños, uno a cada lado, en actitud contemplativa y de hecho bastante conservadora, romántica incluso. En algunas tradiciones, Baphomet es el encargado de administrar los siete pecados capitales que, como sabemos, configuran toda forma de relación entre humanos. Para la alta magia, Baphomet es uno de los avatares del andrógino, el ser perfecto y puro, y es representado de pie en el arcano XV del Tarot de Marsella. 

Un portavoz del Templo Satánico dice que podrían hacer estatuas como esta casi en serie, para colocarlas frente a lugares incómodos en todas las jurisdicciones, hasta que los 10 mandamientos desaparezcan de Washington. Porque un gran troll puede ser un gran patriota, los satanistas saben que  la zona gris donde los 10 mandamientos descansan es el mismo que sostendrá a su ídolo de bronce.

Lo increíble del caso es que estos maestros del arte de trollear no pagan impuestos en Oklahoma, al cobijarse en la misma categoría que permite la exención fiscal de la iglesia católica. Es gracioso (y patético) que a estas alturas del siglo XXI un caso así pueda generar interés porque demuestra cuán medievales siguen siendo nuestras concepciones básicas del mundo, y con qué dificultad sostenemos en los actos los presupuestos simbólicos de un estado laico: dar el mismo trato legal a todas las creencias.

La estatua satánica no demostrará nada más que la hipocresía que permea la aplicación de las leyes, amparada en un cinismo muy propio de la política pública en EU, quienes son conocidos por fabricar la vara con que todos (menos ellos) deben ser medidos; lo que quiero decir es que Baphomet ni siquiera abandona el mismo horizonte judeocristiano infantil en el que vive este lado del mundo. Más que cuestionar el marco legal de la estatuaria pública y su ideologización, esta estatua reforzará la cosmovisión identitaria de la Iglesia; el Enemigo nunca viene solo. Todo el asunto de las controversias legales son cosas que la gente se dice a sí misma para hacerse sentir mejor respecto a la ingenuidad de sus propias decisiones; es por eso que los creacionistas no dejan de ser divertidos, porque la libertad de expresión nos permite integrarlos a nuestra barra de entretenimiento y hacer enojar a otros. Porque de eso se trata más o menos el Internet. El trollismo 1.0 del Templo Satánico de Oklahoma, así, será alzado durante los próximos meses como un genial monumento al berrinche.

Twitter del autor @javier_raya

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