Estudio concluye que Estados Unidos no es una democracia: es una oligarquía

Prestigiosas universidades concluyen algo que era evidente para cualquier persona con el más mínimo pensamiento crítico: Estados Unidos es una oligarquía: el gobierno representa los intereses de una élite adinerada y no del pueblo.

El estudio realizado por investigadores de Princeton y Northwestern analizó extensivamente información de políticas públicas aprobadas de 1981 a 2001 para determinar el estado del sistema estadounidense. Estas leyes implementadas fueron comparadas con las preferencias de los estadounidenses promedio, las preferencias de los más ricos y las preferencias u opiniones de grupos con intereses especiales. Los resultados muestras que la política estadounidense sirve los intereses del grupo afluente o de la élite económica que despliega una poderosa influencia a través del cabildeo. Lo cual sugiere que la democracia es una gran farsa –una representación teatral que sirve para que el pueblo no reclame el poder y se mantenga relativamente cómodo, y ciertamente inofensivo, observando la televisión, el espectáculo de los republicanos vs. los demócratas.

Los investigadores concluyen que: "El punto central que emerge de nuestra investigación es que las élites económicas y los grupos organizados que representan los intereses de las corporaciones tienen un sustancial impacto independiente en la política del gobierno de Estados Unidos, mientras que los grupos masivos y los ciudadanos promedio tienen poca o nula influencia independiente". Aún cuando estos grupos manifiestan su desacuerdo con la política pública, rara vez ven reflejados sus intereses en cambios puntuales. Otro estudio reciente muestra cómo las protestas y las manifestaciones públicas tienen también poca o nula efectividad para cambiar la política pública.

Ante este estudio, que confirma lo que ya era obvio, lo mismo que argumentaba el movimiento Occupy (y no sólo en Estados Unidos, seguramente en tu país también), resulta pertinente preguntarnos si ¿no es absurdo participar en el teatro de la democracia y perder nuestro tiempo?   No resulta tampoco descabellado preguntarnos sobre la naturaleza ilusoria de la democracia como la vivimos –esta gran superstición propagandística de nuestra era– y si no es mejor desengañarnos y elegir a nuestros gobernantes por lotería.

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