Este es el enigmático Ronald Stark: el más grande distribuidor de LSD de la historia

 

La Revolución es un arte que busco profundizar, más que una meta que pretenda lograr

-Robert Heinlein

La historia del LSD parece haber sido escrita en ácido. Los hechos se mueven, se deforman constantemente; cada paso, cada nuevo hecho, cambia irremediablemente lo que creíamos del anterior. Es como si sus protagonistas siguieran vivos, paranoicos, cambiando todo de lugar, escondiéndose entre los pliegues y las ondulaciones de la historia.

Las personas realmente fascinantes son imposibles de investigar, su trabajo es no dejar rastros, borrarse a sí mismos de la historia, pasear frente a las cámaras como simples extras, confundiendo cualquiera de sus gestos con el ruido de fondo. Este es el problema con Ronald Hadley Stark, es un animal escurridizo. Si llevas la operación de manufactura de LSD más grande de la historia y además eres un agente de la CIA, te convendrá esquivar los reflectores. Son muchos los mitos que rodean a Stark, se dice que hablaba muchos idiomas, que era un artista del engaño, capaz de interpretar sin problemas a un hippie o a un aristócrata, que fue cercano a la poderosa familia Whitney y a “The Process Church of the Final Judgement”, de la cual formó parte Manson. 

Sin embargo, hasta ahora el objetivo de Stark está cumplido, sus rastros son mínimos, apenas uno empieza a seguir alguna de sus huellas, de pronto las pisadas desaparecen. Todo avanza en círculos, cuando crees haber encontrado el centro del laberinto te das cuenta de que estás de regreso en el inicio.

La Hermandad del Amor Eterno

Stark trabajó para las agencias de inteligencia norteamericanas por al menos 9 años antes de que ocurriera la legendaria reunión que lo introdujo en la historia del LSD: su encuentro con la “mafia hippie”, La Hermandad del Amor Eterno. Ellos buscaban a un nuevo dealer y Stark llegó a la reunión con un litro de LSD en la mano. No hace falta decir que fue realmente persuasivo. Les habló de que tenía un laboratorio en Francia y les explicó su idea de usar el LSD como un catalizador para propiciar el desmoronamiento desde dentro tanto del capitalismo occidental como del comunismo oriental, alterando la conciencia de millones de personas. Incluso se dio el lujo de ganar su confianza confesando que estaba bien conectado en el submundo de las agencias de inteligencia. Este solo hecho es una sombra que pesa sobre toda la cultura psicodélica de los 60 y 70, incluso salpicando a personajes como Tim Leary, dejando una zona de confusión y sospecha en esta "revolución de la conciencia", probablemente infiltrada por las agencias de inteligencia.

Fue el inicio de una era, la época dorada del LSD barato y de alta calidad. De 1969 a 1973, toda una generación fue sumida por Stark en el sueño de la psicodelia. El folclor hippie ha otorgado la corona del Rey del Ácido a Owsley Stanley (el cual se estima que en toda su carrera llegó a producir hasta medio kilogramo de LSD), pero se piensa que Stark distribuyó cerca de 20 kilos.

Puede que al principio La Hermandad sólo fuera un grupo de hippies californianos y The Weather Underground sólo un inofensivo grupo de activistas, pero una vez que Stark les dilató las pupilas y tomó las riendas, estableció protocolos de seguridad para la distribución masiva de drogas y administró todos los aspectos de sus finanzas.  

Este es un patrón que se repite en todas las operaciones de Stark, siempre estaba listo para crear organizaciones operadas por fantasmas. Pronto La Hermandad se volvió una operación internacional, con inmensas exportaciones de marihuana desde oriente medio y cuentas fantasma en bancos de las islas Caimán. Una vez que inundaron la Costa Oeste con mota afgana, Stark puso su atención en Nueva York y la costa este.

Según asegura David Black, antes de cerrar su trato con La Hermandad, Stark había estado haciendo algunos contactos en Inglaterra, entre ellos el movimiento psiquiátrico radical de R.D. Laing y el oscuro Instituto Tavistock (los cuales se cree que perfeccionaron la tortura moderna y muchos de los métodos actuales de control de masas).

La historia del LSD está llena de casos de hombres increíblemente inteligentes que son capturados por tomar decisiones completamente estúpidas. Sin embargo, desde la Operación Julie hasta el caso Sand-Scully, Ronald Stark simplemente logró mantenerse encarrilado en el negocio.

Italia

El rastro de Stark reaparece en febrero 1975, cuando por medio de una llamada anónima la policía de Bolonia lo encontró en su cuarto de hotel en posesión de casi 5 kilos de marihuana, morfina y cocaína. Portaba un pasaporte británico bajo el nombre de Terrence W. Abbott, pero pronto los detectives descubrieron su verdadera identidad. Lo interesante del caso es que el pasaporte era genuino, pero la historia de quién se lo dió nunca será dicha. Además de lo encontrado en su habitación, se sabe que la policía abrió una caja de seguridad a nombre de Abbott en un banco en Roma, donde se encontraron una ampolleta y una pila de papeles. Fue imposible determinar el contenido de la ampolleta, quizá era una muestra del THC sintético con el que Stark había soñado; los papeles incluían la fórmula para su síntesis, además de cálculos para el envío y siembra de semillas de marihuana.  

El periodo que pasó Stark en Italia es la parte más extraña de su historia. Philip Willan habla de Stark no como de un lord de las drogas siendo finalmente cazado, sino como el movimiento calculado de una pieza de ajedrez en el juego de las agencias de inteligencia.

El arresto sucedió por una misteriosa llamada anónima y se dice que Stark parecía bastante contento en el momento de entrar a prisión, donde pronto se dedicó a  ganar la confianza de líderes capturados de las Brigadas Rojas. Incluso rechazó una oportunidad de salir bajo fianza en 1978.

Pero Stark no era un simple soplón luchando por sobrevivir, activamente enseñaba a los presos principios de seguridad y les hablaba de las virtudes de organizarse en células. Incluso les dio un sistema criptográfico para codificar comunicaciones de radio. Los archivos de la prisión muestran que Stark sostuvo reuniones con varios policías y agentes de inteligencia italianos.

Finalmente, fue Giorgio Floridia, un magistrado italiano, quien liberó a Stark en 1979. En su juicio de apelación Stark había cambiado identidades nuevamente, ahora haciéndose pasar por "Khouri Ali", un palestino radical, explicando que era parte de una organización terrorista internacional llamada “Grupo 14”, todo en un perfecto árabe fluido. La apelación falló, pero su caso volvió a ganar interés cuando la policía italiana capturó a Enrique Paghera, un terrorista del PLO (Palestine Liberation Organization), que lo reconoció.

Floridia también parece haber constatado que Stark trabajó para el Departamento de Defensa estadounidense desde 1960 y recibió cheques de Fort Lee, en Nueva Jersey. De cualquier manera, cierto o no, la coartada funcionó, Stark fue liberado y desapareció días después sin dejar rastro.

Prefería que sus contactos se mantuvieran ignorantes entre ellos de sus actividades. Sus socios europeos no estaban al tanto de sus actividades en África y sus socios en Asia sabían poco de sus negocios en Estados Unidos. La Hermandad, por ejemplo, no tenía la menor idea de sus operaciones con cocaína en su territorio. Parece irreal la cantidad de negocios y operaciones en los que estaba involucrado.

Las últimas huellas

En 1982, Ronald Stark fue capturado de nuevo, mientras se dirigía de Nueva York a Holanda. No existen muchos detalles públicos del acontecimiento, pero claramente involucra 16 kilos de hachís y una falsa identidad libanesa. Un año después del arresto fue deportado y aparentemente murió de un ataque al corazón mientras se encontraba en custodia, pues cuando Italia intentó extraditarlo por terrorismo. Estados Unidos les presentó una copia de su certificado de defunción.

El rastro que dejan sus documentos acaba aquí.

Pero, ¿cuál fue su misión realmente? Aunque Stark fue muchas personas, la única constante parece ser la Revolución. Desde el Weather Underground a las Brigadas Rojas, el PLO y el IRA (Irish Republican Army), Stark constantemente se movió en círculos donde derrotar a los gobiernos era el tema central, círculos que hoy día llamaríamos terroristas.  

Stark manipulaba y mentía a sus contactos a cada paso, ciertamente no convenció a la Hermandad y a los Palestinos con el mismo discurso. Es poco probable que creyera honestamente que el LSD fuera algo más que un gran negocio y que fuera la vía para generar una revolución social y de la conciencia. Stark era un infiltrado, su misión era crear canales secretos de comunicación entre agencias de inteligencia, policías y los movimientos clandestinos que pretendían combatirlos. A lo largo de su vida, Stark trabajó con y en contra de decenas de bandos encontrados. Viajó constantemente, malabareó múltiples identidades y formó parte de varios conflictos de manera simultánea.

Es difícil creer que el LSD era sólo una coartada para el resto de sus operaciones clandestinas, cuando se volvió el traficante de LSD más importante del que el mundo haya tenido noticia. Sin embargo, aparentemente esto no era un fin, sino un medio. Lo importante era generar conexiones, pero, ¿qué eran estas conexiones?, ¿un medio más para otro fin? O quizá estas conexiones fueran otro negocio y Stark no fuera más que un traficante de información. Entre el traficante y el agente de inteligencia (y quizá aún el revolucionario) es difícil determinar dónde está la persona y dónde la máscara.

Una Severa Amante

Hay un único elemento en la historia de Stark que pudiera arrojar algo de luz sobre dónde se anclaba verdaderamente la conciencia de Stark en medio de su mar de mentiras. Siempre cargaba consigo una copia de The Moon is a Harsh Mistress, una novela de ciencia ficción escrita en 1966 por Robert Heinlein que habla de una revolución en una colonia lunar.  

El libro abunda en detalles sobre operaciones clandestinas, señala que la revolución empieza siempre como una conspiración y por lo tanto su estructura es secreta y pequeña para minimizar los daños y la traición (pues siempre hay traiciones). Nada es más efectivo para esto que la estructura de células, la cual limita la información a grupos pequeños y sólo permite que unos pocos líderes tengan control de todos los datos que fluyen en la red.

Al final, como en todos los casos, la revolución es subvertida. "Cada nuevo miembro que entra hace más probable que seas traicionado", señala el profesor Bernardo de La Paz, un personaje de ficción, pero quizá el ser que más se ha parecido alguna vez a Stark.

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