Entre sus tuits se advierten amenazas que confirmarían las declaraciones del ex director de la DEA, Phil Jordan, quien asegura que el Chapo financió, entre otras, la campaña de Enrique Peña Nieto. Algunos comunicados revelan: “El Gobierno va a pagar por la traición, no debió morder la mano que le dio de tragar.”
Los supuestos hijos del el Chapo, Iván Archivaldo Guzmán y Jesús Alfredo Guzmán, desde las cuentas @IvanArchivaldo @AlfredoGuzman @AlfredoGuzma, exhiben sus pensamientos y costumbres de vida típica de los narcojuniors: fotografías de felinos como mascotas, copiosas pacas de dinero o potentes y lujosas armas que los acompañan en su cotidianidad.
Las vidas de los narcojuniors expuestas en las redes sociales han sido constantes desde el boom de estas herramientas, como lo revelan los casos de Melissa Plancarte, hija de Kike Plancarte, uno de los líderes de los Caballeros Templarios, activa usuaria de Facebook, donde postea una abierta admiración por su padre e incluso publica fotografías con vestimentas que al aluden al cártel. O bien, el caso de Serafín Zambada, hijo del Mayo Zambada, quien exhibía en Twitter su excéntrica vida antes de ser detenido, y quien por cierto retuiteaba las cuentas de los hijos del Chapo antes exhibidas.
Más allá del morbo que nos invita a la exploración de los perfiles en redes sociales de los narcos y sus hijos, hasta cierto punto estos espacios encarnan una interesante ventana al narcomundo. Esos personajes que en nuestro imaginario colectivo matan fríamente, ¿son también unos enamorados eternos? ¿Cómo funciona su psicología? Llama la atención también que crean y aparentemente así es, que la ostentación de su vida no les generará una amenaza. Y eso, entre líneas, es también información de primera mano.