(Leer las partes I y II previemante publicadas)
¿Algoritmo, antena de nuestros tiempos?
En la primaria nos divertíamos buscando palabras como pendejo o verga en el Pequeño Larousse Ilustrado. Supongo que los niños y adultos de hoy podemos encontrar un divertimiento similar con el texto predictivo en el buscador de Google. Jugar con el buscador es un acto de voyeurismo al jardín de perversiones de millones de personas, una husmeada al inconsciente colectivo, donde hallamos cosas como:
A alguien aún más ocioso se le ocurrió compilarlas, estructurarlas y formar Google Poetics. Cuentan con alrededor de 1,200 poemas enviados por usuarios ociosos y entusiastas, que han hallado poemas como:
Aquí no hablamos de algoritmos caseros creados por programadores con aspiraciones intelectuales o viceversa, hablamos DEL algoritmo por el cual pasa gran parte de lo que hoy, para bien o para mal, se concibe como conocimiento.
En este ejercicio, pareciera que se vislumbra algo más allá, una redefinición de estas antenas de la raza, la raza digital. Asumiendo que a través de Google se expresan una buena cantidad de las preguntas, inquietudes, angustias, temores, deseos y aspiraciones de una parte importante de los ciudadanos globales del siglo XXI, habría que poner mayor atención a esto. En términos de sus propios creadores: “Obviously Google is not Shakespeare, Whitman or Dickinson: it can not illuminate the unknown. But it does reveal our inner workings, our fears and prejudices, secrets and shames, the hope and longing of a modern individual.” (Nuotio & Omaheimo, 2012)
La forma en que se presentan casi todos da la impresión de estar haciendo uso de la repetición, una de las características fundamentales de la poesía.[1] El texto predictivo está determinado por la frecuencia y número de búsquedas; un impulso inconsciente, colectivo y horizontal. Así, los términos que aparecen son los términos que angustian o preocupan a millones de humanos alrededor del mundo, ciertamente influidos por estrategias de mercadotecnia, no malignas, según su propio lema.
¿El fin de los poetas como los conocemos?
Carlos Monisváis, profético y apocalíptico como fue, dijo: "Hay poetas extraordinarios, pero sólo unos captan o le representan a sus lectores el espíritu del tiempo y son todavía leídos como videntes o profetas o como lenguajes irremplazables o clave en el desciframiento de la sensibilidad de hoy". (Monsiváis, “Algunas aproximaciones a la cultura (si ésta se deja)”, en Cultura Mexicana: Revisión y prospectiva, D.F.: Taurus, 2008)
¿Serán los poetas capaces de prever y canalizar esta sensibilidad de nuestro tiempo de la que habla Monsiváis? Quizá el hip-hop y otras formas del spoken word (basadas también en lo procesual del poema) puedan ser lo que salve a la poesía de este juicio de falta de oportunidad y sensibilidad para asimilar lo inmediato. Aún así, véase que ninguno de los creadores de bots que destacan por ello, se asumen como poetas. Por ejemplo, Darius Kazemi dice en su presentación de Twitter: I make weird internet stuff. Rob Dubbin, simplemente pone: bots and meandering.
Es posible que este tema dé para mucho más: ¿cuál es la relevancia de los intelectuales, de la academia o de los propios poetas como la entendíamos hace unos años en un panorama mutante? ¿Veremos algún intelectual colgarse de su apartamento como lo hizo Aaron Swartz después de luchar su corta vida por una distribución más justa del conocimiento?
Dejemos este tema para otro momento, mientras, ponderemos a los poetas de nuestro tiempo. ¿Qué resultará más sensible y acorde con nuestra realidad?, ¿cuál podrá ser termómetro de nuestros días? ¿Un poema como el que se cita a continuación:
GOLPEAR COMO SUENA una fender llena de rabia.
Cantar la arquitectura minimalista de los cafés,
los correos electrónicos en cadena,
la era sin ídolos perdurables,
la mediocridad de las escuelas,
la fuerza de la imagen sobre el texto,
los venéreos males heredados del siglo XX,
el regreso de las viejas tiranías hechas por y para la televisión.
Cantar por último esta dolorosa luz de la pantalla que salva mi memoria,
ordena nuestro caos y mi delirio,
delirios instantáneos que se pierden en el todo,
saturación de información,
rimas horribles.
(Lamas, Cuaderno de Tyler Durden. México, Círculo de Poesía, 2009)
o un bot que componga y emita rimas con extractos de poesía provenzal, mezclados con fragmentos de notas sobre mujeres indígenas pariendo afuera de los hospitales en Oaxaca, contextualizados sobre los tweets de Belinda?
Las diferencias pueden ser pocas. Un poeta también podría valerse de estos temas, mezclarlos, sopesarlos, pasarlos por el matraz de su experiencia de la realidad y del lenguaje, y destilarlos. De acuerdo. El autor de este algoritmo hipotético también digiere, poetiza, echa mano de la tradición (pilar de las humanidades), hace uso del lenguaje, la realidad ya no digamos contemporánea, sino inmediata, y es capaz de emitir un stream discursivo. Cambios simples en este algoritmo podrían generar variables infinitas, dialogando entre sí, por mucho tiempo. Este autor hipotético, con una pieza madre de código podría echar a andar una sinfonía poética de tan gran envergadura, que emociona imaginarlo.
Ponderen. ¿Cuál de estos creadores es capaz de generar un discurso lo suficientemente fuerte y contemporáneo para, de nuevo, regresar la poesía a la cosa pública, que es, ya cada vez más, una dualidad esquizofrénica entre lo tangible y lo digital?
Sigamos preguntándonos, poniendo en las mesas de discusión académicas la relevancia o no de estos ejercicios verbales. Como se estableció al principio, no buscábamos respuestas si no hacer otro tipo de preguntas, que provoquen dar saltos de lado, antes de que un bot nos sorprenda con que ha superado a Quevedo en la composición de sonetos y nosotros sigamos discutiendo las ventajas o desventajas del formato digital para nuestra incipiente industria editorial.
Apéndice para jugar
En un artículo reciente, Rob Dubbin cuenta cuántos bots ha creado en los últimos años. Parece que hablara de cuántos posts ha hecho o cuántos agapantos ha sembrado en su jardín, lo describe con una naturalidad lúdica envidiable. El primero, llamado Exosaurs, combinaba la lista de dinosaurios disponible en Wikipedia, con la lista de exoplanetas conocidos publicados por el telescopio Kepler. El bot tuvo seguidores, remezcladores y enemigos a tal nivel que ya formó una comunidad en torno a él.
Creo que uno de los puntos que demuestra el artículo de Dubbin es que tener un bot recorriendo los páramos digitales, puede ser un buen entretenimiento para aquellos que queremos una mascota, y no tenemos los medios para hacernos cargo de una de carne y hueso.
Estas líneas también fueron pensadas, a la par, como una provocación, así que para probar algunos puntos, construí un algoritmo bebé en Python, que interactúa con el gran repositorio de libros, Gutenberg Project. Importando algunos módulos y una expresión regular (no muy afinada por cierto), el programita puede obtener la palabra 'desierto', en su contexto, en 30,000 libros. Sin embargo, Gutenberg Project tiene una protección que bloquea cualquier intento de minería masivo. Por esta razón, el ejercicio se realizó sólo en los primeros 100 libros y a través de un servidor espejo.
El resultado tiene dos salidas, en una se escribe un archivo .txt que subí a la plataforma Lulu con el nombre Desert song. El ejercicio se realizó sólo para probar el punto de la inmediatez. De no ser por el candado, en un par de horas podríamos tener un poema construido con todas las incidencias de una o varias palabras si quisiéramos, combinadas con nuestros pensamientos, extraídas de 30,000 libros de la literatura mundial. (La biblioteca de un intelectual mexicano como Monsiváis constaba también de 30,000 ejemplares). Aún así funciona muy bien. La otra salida, es un bot de Twitter que twittea las líneas del desierto, una cada diez minutos desde las 12:36 a.m. (GMT -6) del 19 de Novimebre de 2013.
Aquí se encuentra el código, muy simple y poco afinado. Perdónese la verbosidad del mismo, seguramente hay formas más sintéticas, pero el que escribe no es nativo digital, y salió de Letras.
[1] “The most marked feature of poetry is surely repetition. Form and genres are recognized because they are repeated. The collocations of line or stanza or refrain are based on their repeated recurrence; metre, rhythm or stylistic features like alliteration or parallelism are also based on repeated patterns of sound, syntax or meaning” (Finnegan, 1977).