La explotación laboral que permite la fabricación de los productos Apple y de otras marcas como Microsoft y Sony es bien conocida, concentrándose sobre todo en plantas del sur de China pertenecientes a la firma Foxconn. Desde hace varios años se ha documentado ampliamente el trato inhumano que reciben estos obreros, quienes laboran por jornadas que rondan las 12 horas diarias, viven prácticamente esclavizados al interior de las fábricas (donde incluso tienen sus dormitorios) y, en general, son víctimas de una situación en la que la ganancia del producto se obtiene a costa de dichas condiciones.
En este contexto, recientemente el periódico inglés The Guardian retomó el caso de Tian Yu, una joven que el 17 de marzo de 2010 se arrojó desde el cuarto piso de su dormitorio, el mismo año en que otros 17 compañeros también lo intentaron, de los cuales murieron 14. Después de 12 días en coma, Yu despertó con fracturas en su columna vertebral y sus costillas y semiparalizada. Tenía entonces 17 años.
Durante los tres años que han transcurrido desde entonces poco ha cambiado en Foxconn, a pesar de la presión de campañas mediáticas y de activistas al respecto.
Jenny Chan, de la organización de defensa de derechos humanos Sacom, con sede en Hong Kong, ha seguido de cerca el caso de Yu y a partir de lo cual publicaron un artículo en la revista académica especializada New Technology, Work and Employment con el título “Una sobreviviente de suicidio: la vida de una trabajadora china” (disponible en inglés en este enlace).
En términos generales Chan ofrece un panorama detallado, puntual, de las condiciones en que laboran los obreros de Foxconn y las políticas de esta empresa, un “sistema de granja-batería humana”, según lo resume Aditya Chakrabortty en The Guardian, en el que el empleo de personas muy jóvenes o migrantes rurales muy pobres, o el hacinamiento de los dormitorios, son situaciones habituales.
“Apresúrate en busca de tus mejores sueños, persigue una vida magnífica”, dice el libro que todo empleado de Foxconn debe leer al ser admitido en su plantilla, un lema dolorosamente irónico que inevitablemente recuerda el “Arbeit macht frei” (“El trabajo los hará libres”) inscrito en la entrada de varios campos de concentración nazi, Auschwitz incluido.
“¿Cómo estás?”, preguntaba diariamente alguno de los supervisores de la fábrica a los obreros, a lo que estos tenían que contestar siempre, “¡Bien! ¡Muy bien!”, para después volver al silencio absoluto.
Asimismo, una jornada usual de Yu era de más de 12 horas del día por seis días a la semana; se le obligaba a acudir a reuniones laborales sin que esto se incluyera en su horario de trabajo y a saltarse comidas para cumplir con sus obligaciones. Las pausas para ir al baño estaban restringidas y los equívocos se castigaban con una reprimenda severa. Por último, no había algún tipo de entrenamiento previo para el trabajo.
Ante esto, un día Yu tomó la decisión de suicidarse. El detonante lo tuvo el día en que le avisaron que ese mes no recibiría su paga por un error de la administración. Foxconn le debía el equivalente a poco más de 200 dólares (más o menos la cuarta parte del valor de un iPhone).
Apple, por su parte, tampoco parece muy interesada en que esta situación cambie. Cuando ocurrió el intento de suicido de Yu, Tim Cook declaró que se le pediría a Foxconn que mejorara las condiciones laborales de sus empleados, pero al parecer no ocurrió nada más allá de
Chakrabortty cierra su recuento con un contraste sumamente elocuente de esta inequidad tan propia de nuestro tiempo: mientars que Yu recibió un “pago humanitario” en una sola exhibición de 180 mil yuanes (poco más de 29 mil dólares), tan solo el año pasado el salario personal de Tim Cook fue de 4 millones de dólares.
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En Internet: "A suicide survivor: the life of a Chinese worker", de Jenny Chan (PDF, inglés).
[Guardian]