La inevitable decadencia de las princesas Disney: metáfora fotográfica del mundo contemporáneo

Disney puede considerarse una de las máquinas ideológicas más efectivas de la era moderna. Desde sus inicios, a mediados del siglo XX, sus productos de entretenimiento han estado íntimamente aparejados con un modo de vida y aun de producción en los que la adecuación mental a determinados patrones de pensamiento, es indispensable.

En el caso de las llamadas “princesas”, tomadas además en varios casos de historias reconocidamente folclóricas, estas han servido para difundir y asentar ideas determinadas de lo que supuestamente significa ser mujer, una feminidad sumamente estrecha, sumisa, limitada a las necesidades de un modelo patriarcal de pensamiento. La mujer debe ser bella, delicada, cortés, servicial y tener otras cualidades afines para, encima, merecer eventualmente la condescendencia de un príncipe azul sin el cual su vida carece de sentido.

En un ejercicio fotográfico que retoma estas y otras críticas tanto a las “princesas Disney” como al estilo de vida contemporáneo que evidentemente entra en contradicción con dichas ilusiones, Dina Goldstein ha presentado su serie Fallen Princesses, Princesas caídas, en la cual toma la característica más señalada de cada uno de estos personaje y, no sin cierta perversidad intelectual, lo convierte en la razón misma de su caída, su renovación conflictiva (porque no puede ser de otro modo) en las circunstancias del mundo contemporáneo.

Así, la falsa demanda de la belleza que da sentido a la cirugía plástica, el ciclo de producción, consumo y desecho que alcanza incluso las relaciones personales, la práctica de no ser capaces de admirar algo hermoso en el mundo si no está encerrado en una galería o un zoológico, son algunas de estas situaciones que la fotógrafa combina con dichos iconos culturales inmediatamente reconocibles.

Fallen Princesses es, en suma, una buena oportunidad para reflexionar sobre aquellas ideas y hábitos que, sin ser del todo nuestros, sin beneficiarnos ni hacernos crecer, aun así, casi siempre inconsciente e involuntariamente, terminamos por hacerlos propios, por reproducirlos y contribuir así en su persistencia en el mundo.

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Imágenes vía The Daily Beast

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