"Invócame bajo las estrellas", el amor bajo voluntad de Aleister Crowley

Pocas cosas tan ocultas como el verdadero significado de "voluntad" y "amor" en el trabajo de Aleister Crowley. Ocultas en el sentido de que están situadas y envueltas en la filosofía de Thelema, y Thelema es un cuidadoso tejido que reteje estos conceptos en una madeja mistérica, despojándolos de sus sentidos comunes o veleidosos; y a la vez Thelema es voluntad, Amor bajo Voluntad. Sólo que aquí la voluntad (Will) es sutilmente distinguida del capricho o de los confusos deseos de una mente que es dominada por su inconsciente, y el amor es la conservación del universo en tanto que es una fórmula de múltiplicación que da a luz a un tercer elemento (al igual que las leyes físicas del universo). Pero es mucho más que eso. Y en su visión, el amor debe ser bajo voluntad (Love under Will), de no serlo se vuelve: “una operación de magia negra”.

Aunque mi conocimiento de la obra de Crowley sea mínimo, y por lo tanto Thelema sea un territorio casi ignoto, es precisamente la fascinación con el descubrimiento (Will’o the wisps de entendimiento) de nuevas posibilidades semánticas lo que genera este texto. El Amor y la Voluntad, conceptos por lo demás gastados, se renuevan cargados de territorio. De espacio que no habíamos mapeado dentro de nuestra pequeña comarca .

Una de las frases más famosas (y malentendidas) de Crowley es “El Amor es la ley. El Amor bajo Voluntad”. El malentendido viene precisamente de que voluntad, en el universo mágico de Crowley, es otra cosa. Quizá Robert Anton Wilson sea quien mejor a elucidado este problema. En su prefacio a The Eye in the Triangle, explica: 

Uno no puede errar al estar guiado por ella [la voluntad verdadera], aunque esta voluntad sea distinta en cada persona. Estas diferencias son dadas por la evolución, como supo Crowley, y no pueden ser permanentemente destruidas por ninguna especie de tiranía. […] “Si Dios hubiera querido que fuéramos unidades replicables, seríamos hormigas, no primates”. Este es el sentido de la famosa frase CADA HOMBRE Y CADA MUJER ES UNA ESTRELLA. Crowley fue siempre fiel a ese “gobernador” interior, esa estrella oculta en cada psique humana.

Entonces, si cada hombre y cada mujer es una estrella, el verso “invoke me under the stars” [invócame bajo las estrellas] hace poético sentido. Significa que escojas, de entre todas las estrellas del universo, una sola. Esto necesariamente requiere voluntad, y distingue el Amor bajo Voluntad de otro tipo de afectos. El amor bajo voluntad es para consumar, más no para frustrar, nuestra calidad de “separación” (separateness) de la mónada perfecta. Porque Crowley, hablando del amor en uno de sus ensayos, lo describe como “un alivio de la separación” a la que estamos condicionados. Una suerte de unión de elementos químicos que, cuando se ven, se dan cuenta de su dividualidad y desean destruirse a sí mismos para unirse y crear una tercera cosa.

El amor puede ser mejor definido como la pasión del Odio al punto de la locura, cuando toma refugio en la autodestrucción.

El amor es de mirada limpia con la lujuria de una rabia mortal, anatomizando a su víctima, buscando dónde es mejor golpear mortalmente al corazón; se vuelve ciego sólo cuando su furia lo ha subyugado por completo, y lanzado dentro de las rojas fauces de la caldera de la auto-inmolación. […] Es por ello que el amor debe ser bajo voluntad.  (Love.)

Aquí queda clara –violentamente clara-- la distinción entre amor y amor bajo voluntad, que a su vez resume la emblemática frase: “todo acto intencional es un acto mágico”. Pero también este acto mágico requiere de una ética perceptiva, la ética que determina que, si estamos actuando bajo nuestra voluntad verdadera, estamos haciendo la voluntad del universo. “Hay amor y hay amor”, escribe Crowley, “Existe la paloma y existe la serpiente. Escoge bien”. Choose ye well.

En sus muchos ensayos al respecto, Crowley concluye que nuestra misión es conocer nuestra voluntad, y luego llevarla a cabo con puntualidad y desapego. “Ahí, y sólo ahí, estas en armonía con el movimiento de las cosas, tu voluntad parte de, y por lo tanto es igual a, la voluntad de Dios”. Quizá mi infatuación con esta extensión del concepto de voluntad, y con su decreto “Haz lo que tu quieras será toda la ley” tenga que ver con que la única verdadera confianza que tengo (dudo de todo lo demás) es en las decisiones que tomo guiada por una “sensación” (¿cómo podemos amar si no podemos percibir la luz oculta?). En otras palabras, y muy a pesar de mis sentimientos encontrados con Mr C., creo que si se desarrolla una especie de sabiduría perceptiva, de poder escuchar el susurro de esa estrella que escoges, entonces todo lo que hagas será toda la ley.

"Sólo tú puedes establecer tu propia Voluntad Verdadera, ningún dios, ningún hombre, ninguna institución o nación sobrepasa tu Autoridad Divina sobre ti mismo".

Twitter del autor: @luciaomr

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