Científicos descubren cómo hacer que el tiempo pase más lento (o más rápido) en el cerebro

San Agustín puso en palabras la paradoja con respecto al tiempo que todos, en algún momento, hemos percibido: “¿Qué es entonces el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si me piden que lo explique, dejo de saberlo”. Roberto Calasso, glosando la frase con que Kafka inaugura sus Diarios, establece una analogía igualmente inquietante:

«Los espectadores se ponen rígidos cuando pasa el tren». Es la primera frase de los Diarios, que forma, ella sola, el párrafo. El tren es el tiempo que no nos permite comprender su forma. Sólo un viento improviso, perfiles confusos. Pero nos damos cuenta de que está pasando. Es inevitable entonces ponerse rígido, mientras lo observamos: signo de una última resistencia.

Esta inasible naturaleza del tiempo ha sido estudiada una vez más por científicos de la Universidad de Minnesota en Minneapolis, quienes parecen haber descubierto que el procesamiento del tiempo en el cerebro es descentralizado, es decir, que son diferentes circuitos neurales los que operan sendos mecanismos de la percepción temporal que además están vinculados directamente con la actividad que se realiza.

Los científicos entrenaron macacos Rhesus (Macaca mulatta) para que realizaran tareas que requerían el movimiento de sus ojos entre dos puntos en intervalos regulares de un segundo. Luego de un mes, los monos aprendieron a llevar su mirada de un punto a otro en un tiempo promedio de entre 1.003 y 0.0973 segundos. Con ayuda de electrodos, se procedió entonces a registrar la actividad cerebral en un centenar de neuronas del córtex intraparietal lateral, la región del cerebro asociada con el movimiento ocular.

Los resultados mostraron que la actividad de estas neuronas disminuía regularmente con cada movimiento del ojo, con lo cual era posible predecir el próximo movimiento a ejecutarse: mientras que una disminución lenta significaba que el macaco sobrestimaba la duración de un segundo, una disminución mucho más rápida era signo de que el animal movería sus ojos antes de lo previsto.

Entre otras sugerencias, la investigación señala la zona específica del cerebro donde se procesa la percepción de la duración y e paso del tiempo.

Asimismo, en el caso del ser humano, podría ayudar a entender por qué el tiempo parece pasar muy rápido durante una situación divertida y, por el contrario, muy lento en una aburrida —aunque se sabe que en condiciones de estrés la adrenalina liberada afecta directamente los procesos cognitivos y la actividad neuronal.

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[Daily Mail]

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