Y aunque esta supuesta toxicidad de dicho endulzante ha sido comprobada en múltiples estudios, vale la pena preguntarse si las alternativas existentes no son peores y más dañinas que eso que se pretende evitar.
Un ejemplo: de acuerdo con Susan Swithers, adscrita al Centro de Investigación de Comportamiento Ingestivo de la Universidad Purdue, hay numerosos estudios epidemiológicos que demuestran el riesgo de síndrome metabólico que sobreviene al ingerir refrescos de dieta, ricos en edulcorantes.
Paralelamente hay que prestar atención al hecho de que la industria de los endulzantes artificiales es una de las más prósperas en el mundo, con un crecimiento económico notable en los últimos años. Este, por otra parte, no sería el primer caso en que los intereses de grandes corporaciones se relacionan íntimamente con los hábitos alimenticios de la población y las supuestas alertas en contra de los peligros que implica consumir un alimento en particular.
Quizá en este, como en tantos otros casos, el único consejo válido sea la moderación en el consumo aunada a una preferencia hacia lo natural.
[Wired]