Juego serio: el Movimiento Occupy y los cuernos gemelos de la opresión y la revolución

En este post, en el que recojo comentarios recientes que hice en Reality Sandwich, Facebook y de un diálogo que sostuve con un amigo manifestante, quisiera abordar lo que tiene de desilusionante el Movimiento Occupy y cómo el activismo social solamente fortalece las estructuras que desafía. Esto no sería necesariamente malo, sin embargo, excepto porque la gente llega con propósitos y resultados específicos en mente y por esta razón termina frustrada y desilusionada. Es este aspecto desilusionante lo que considero negativo, no el activismo en sí, que como forma de pasar el tiempo es tan válida como cualquier otra (al menos para algunas personas). Hay una impresión creciente, sin embargo, de que la “revolución global” es evidencia de un cambio colectivo de conciencia y —derivando de esto la siguiente deducción “lógica”— de que esto es, de hecho, su símbolo. En mi opinión nada podría estar más alejado de la verdad, por razones que expondré a continuación lo mejor que pueda.

Anonymous me parece interesante desde esta perspectiva porque Anonymous existe en un reino de las sombras entre dos paradigmas, sin la obvia pertenencia a ninguno de ellos. De hecho aventuro que hay tres paradigmas relevantes para esta discusión: 1) el paradigma dominante del dinero, el poder, etc. 2) el paradigma opuesto de la rebelión, la resistencia, los valores comunitarios y la expresión individual 3) el paradigma que intentaré describir en este post, un paradigma que percibe los primeros dos como meras imágenes especulares de uno y otro y, por lo tanto, como igualmente obsoletas. A mi juicio, Anonymous, que existe en algún lugar entre el segundo y el tercer paradigma, no está causando ningún cambio, social u otro cualquiera, sino que está suscitando únicamente una manifestación superficial de cambio. Como su personaje inspirador Guy Fawkes/V, Anonymous trabaja con fuegos de artificio, creando un juego deslumbrante de luces y sombras que finalmente no tiene ninguna consecuencia real. Para mí es su inconsecuencia misma lo que hace todo ello mucho más puro.

Hablando recientemente con Ramsey Dukes sobre el tema, este comentó la diferencia entre el arte y la magia: la magia, dijo, trata de conseguir los resultados/cambios deseados, mientras que el arte es simplemente una liberación de las energías creativas y después un seguimiento de cómo esas energías traen el cambio, independientemente de nuestra voluntad (en el modelo cuádruple de Ramsey de Magia-Arte-Religión-Ciencia, la magia involucra al arte). El Movimiento Occupy (magia, en su mejor faceta) se superpone a Anonymous (arte, en su mejor faceta) porque algunos manifestantes utilizan máscaras y Anonymous alienta e incluso planea las protestas. Y como Anonymous, el Movimiento Occupy es una manifestación más que un catalizador de cambio. Su principal diferencia con respecto a Anonymous, es que, en mi impresión, muchos o la mayoría de los participantes de Occupy creen que están propiciando el cambio o al menos aspiran a hacerlo.

Esta es una diferencia clave. Es la diferencia entre dejar que un zeitgeist (espíritu) se mueva a través de uno (sin que sea necesario entenderlo) e intentar mover las cosas por uno mismo hacia el fin deseado. Por ejemplo: yo podría estar escribiendo este texto con miras a persuadir a otros de mi punto de vista; por el otro lado, podría simplemente estar usando las palabras como un medio para ver qué se está moviendo en el interior, qué viene a través de mí, sin ningún resultado específico en mente. En realidad es un poco de ambas —cuán efectivo será este texto será la única determinación real de qué tanto mi ego está previniendo que la interacción real (y por tanto la comunicación) ocurra.

Otra diferencia es distinguir la tiranía, la opresión, etc., de ellos, sin hacer un juicio de valor sobre ellos y tener un problema personal con ellos. Lo dicho sobre escribir este texto: si reconozco el aspecto desilusionante del Movimiento Occupy, ¿puedo hacerlo sin sentirme superior a este o sin verlo como un problema que necesita arreglarse? Para Anonymous y todos aquellos que quisieran aproximarse a la vida (incluyendo la tiranía y la opresión) en un espíritu de juego similar, el sistema global de control no es un problema que necesita arreglarse sino un digno contrincante en un gran juego de ping-pong cósmico. La diferencia entre estos dos oponentes es que un lado sabe que todo es un juego, mientras que el otro lo ve todo con mortal seriedad. Cuando los activistas toman su “revolución” en serio, yo diría que sin darse cuenta se están uniendo al lado al que se oponen, porque entonces comparten con este el mismo “espíritu”.

La revolución y la tiranía son los cuernos gemelos de un mismo demonio y la prueba es que, tal y como lo dictan las leyes físicas, la resistencia fortalece. Basado en ejemplos históricos (esto es, experiencia previa), oponerse a la estructuras de poder solamente refuerza y fortalece a largo plazo esas mismas estructuras. Como prueba A de este argumento presento el 9/11 y la resultante “guerra contra el terror”, la Patriot Act y la miríada de formas en que el gobierno de los Estados Unidos (y el global) utilizaron un acto de resistencia para consolidar su poder político y extender el aparato de tiranía, la misma tiranía que el ataque a las Torres Gemelas intentó (supuestamente) minar.

Como lo veo (y admito que no he experimentado directamente las protestas o acampadas), el Movimiento Occupy tiene dos propósitos. Primero, es una oportunidad para que la gente se reúna y conecte en una forma “divertida”, preferible a joderse con drogas y alcohol. Segundo, está sirviendo para ampliar la brecha existente entre las estructuras sociopolíticas de poder (y la supuesta “élite” detrás de estas, el 1%) y “el pueblo” (el 99%), quienes son, ambos, sujetos de dichas estructuras y, paradójicamente, quienes las preservan al depender de ellas. Como lo demuestra la reacción política reciente, el Movimiento Occupy actúa para dinamizar la vieja polarización del “nosotros y ellos”, tanto en la psique colectiva como en la individual. Todo esto es suficientemente “positivo” con miras a representar el psicodrama cristiano del Armagedón, ¿pero es eso realmente lo que deseamos?

Me parece que los Occupy de verdad quieren mejorar su suerte y la suerte de los presuntos oprimidos y en eso, quizá, radica el problema. Yo pienso que todos nosotros estamos igualmente oprimidos independientemente de nuestras condiciones sociales y que intentar mejorar esas condiciones resistiendo la corrupción gubernamental es como cambiar de lugar los muebles de una casa que está incendiándose. En cuyo caso mi pronóstico es que los niños de la revolución quedarán sumamente decepcionados cuando adviertan que el Movimiento Occupy —al energizar al enemigo— conduce a un resultado exactamente opuesto al que esperaban, esto es, a la concreción de la tiranía.

También imagino que muchos de los participantes más conscientes —de ambos bandos— saben esto, aunque puedo estar equivocado en la medida en que nada ciega más a la gente frente a la verdad que los ideales. Me parece interesante que a pesar de lo bien versados que muchos de los manifestantes de Occupy están en conceptos esotéricos, parece que operan según una interpretación de cambio social relativamente ingenua o endeble, justo como si se tratara de estructuras políticas ordinarias y seres humanos corruptos dirigiendo el show en vez de un colectivo milenario, patrones ancestrales (alias “demonios”) de la negación. Para recurrir a un gran cliché: ningún cambio puede ocurrir externamente a menos que sea consecuencia de un efecto dominó de un cambio interno. Occupy en las ciudades es una gran diversión para la opresión de nuestras vidas, pero quizá esto haga más probable que se posponga un cambio psíquico interno, o la “revolución”, más que propiciarlo.

Para ser claro: no me opongo al Movimiento Occupy ni a desafiar al “sistema”. Es un viaje de ego colectivo, en mi opinión, pero esto no debe tomarse como un juicio de valor en tanto un viaje de ego colectivo tal vez sea justamente lo que necesitamos en este momento como especie. A lo único a lo que me opongo es a la ilusión, y ya que tengo las manos llenas por haber sobrepasado mis propias ilusiones, el lector quizá se pregunte por qué estoy perdiendo el tiempo confrontando la ilusiones de otros. Mis comentarios sobre el Movimiento Occupy y todo lo demás no son más significativos o importantes que el movimiento en sí. Son también, hasta cierto punto, exhortaciones de mi ego con algo más profundo y más real moviéndose por debajo de su superficie. Diré esto: aquellos que creen que el Movimiento Occupy es parte de un cambio colectivo no necesitan defenderlo de mis ideas “heréticas” porque, si están en lo correcto, nada de lo que diga hará ninguna diferencia.

Pero desde mi punto de vista todo este movimiento se trata de mejorar las condiciones de los individuos (y grupos de individuos), lo cual implica que mana de una conciencia del ego, separatista, y que los involucrados intentan representar un cambio externo. Como una especie de teatro catártico, esto podría ser (un tanto) efectivo, pero dependería de reconocerlo como teatro, orientado no hacia reformar las estructuras externas sino hacia el cambio interno de los propios participantes. El Movimiento Occupy es parte de un proceso más amplio, claro, como la tiranía y todo lo demás. Lo que más me preocupa es que muchas personas van a ver frustradas sus esperanzas (como antes con Obama) cuando se den cuenta de que la naturaleza de la tiranía es no ceder ante la presión. O por lo menos nunca ha sucedido.

Al mismo tiempo pienso que esto apunta a un engaño mucho más grande. La mente liberal considera progresista la idea de los “derechos humanos”. Es un hecho. Pero la idea conduce inevitablemente a los derechos de los delincuentes, los derechos animales, de los insectos y así sucesivamente. ¿Dónde termina entonces el concepto de derechos? ¿Derechos de los virus? ¿De las bacterias? ¿De las enfermedades? ¿No es la idea de los derechos un concepto humano/ego-céntrico, uno de significado social y político pero no con un sentido más amplio porque no tiene equivalente en el orden natural de la existencia? ¿No es esta solo otra imposición del ego humano en lo que ya es? Yo diría que ninguno de nosotros tiene derechos porque ninguno de nosotros necesita derechos.

La idea egocéntrica de los derechos no significa que estos puedan descartarse, no más que como el síntoma de una enfermedad puede desestimarse. Mi punto, si hay alguno, es que la idea de los derechos humanos es parte del problema y no la solución. Se deriva de una idea profundamente incrustada que tenemos en Occidente, la idea de la aprobación [entitlement], la idea de que merecemos algo mejor. La única manera de determinar que merecemos algo mejor, sin embargo, es proponiendo que Dios/el Universo ha revuelto las cosas porque no estamos obteniendo lo que queremos. La mayoría de nosotros nos sentimos así (sé que yo me siento así), pero hacer de esto una filosofía y una justificación para el activismo social es tomarlo solo por su cariz infantil en el reino de la arrogancia. También hay un argumento a favor de la arrogancia, claro, así que, una vez más, ningún juicio de valor está implicado… pero, otra vez, si la gente está protestando porque creen que merecen lo mejor, eso es un tipo de aprobación. ¿De acuerdo con qué lógica merecemos algo mejor? La respuesta es: de acuerdo con la lógica humana (egocéntrica), una lógica basada en la ilusión de estar separados del sistema, tanto los pequeños sistemas del gobierno, el comercio y la opresión social, como el gran sistema de la vida como un todo. Oponerse a los pequeños sistemas es también oponerse al gran sistema, desafiar a los dioses, por así decirlo. Si primero tuviéramos que liberar nuestra mente, ¿no encontraríamos quizá que el sistema de opresión bajo el cual existimos es exactamente como suponemos que es, lo mismo que todo lo demás?

A menos de que nuestra idea de Dios sea la anticuada noción de una inteligencia externa señoreando sobre las cosas, entonces la pelea se detendrá siempre a la divina —la gran inteligencia de todo el sistema— y no en algún otro punto anterior a ese. Intentar y culpar a un sistema o grupo o individuo por la manera en que las cosas son, es tanto como decir que estos están separados de lo divino y, por lo tanto, ¡se puede e incluso se debe eliminarlos por el bien de todos! Luchar por la soberanía de uno mismo o imponer en otro la idea personal de lo que constituye una vida buena o apropiada = egotismo. Luchar por el derecho de otra persona a su soberanía personal = egotismo + arrogancia. Es cierto que parece que por doquier la gente está sufriendo y parece que esto es el resultado innecesario de un puñado de cerdos psicópatas que abusan de su poder. Pero una apariencia no es necesariamente una realidad. Si vemos a alguien agonizando en una cuneta, más que apresurarnos para ayudarlo, ¿no sería más sabio preguntarle primero si quiere recibir ayuda? Tal vez podrían estar haciendo lo de Diógenes y consideren nuestra “ayuda” como una intromisión.

El Movimiento Occupy está basado en juicios de valor a propósito de lo que constituye una buena sociedad, una dirección positiva que la humanidad debe seguir y, al menos parcialmente, la presunción de que “una utopía lo arregla todo”. Paralelamente, la idea de que lo que necesitamos proviene en buena medida de una reacción-respuesta al estado en que se encuentran las cosas, esto es, de una resistencia a un modo de vida existente que se considera “injusto” e indeseable. Todos estos occupiers tal vez se las arreglen fabulosamente mientras tengan un enemigo común al cual oponerse y estén de acuerdo, más o menos, en la forma en que las cosas deberían ser. ¿Pero qué pasaría si ese enemigo (esas viejas y caducas estructuras) repentinamente desaparecieran? Si hay una necesidad compartida de identificar y oponerse al “otro” (la opresión corporativa, la corrupción gubernamental, etc.), que mantiene unidas a estas personas, entonces, si salen victoriosos, ¿no necesitarían encontrar algo o alguien más a quien oponerse? ¿Y no se verían obligados a encontrarlo entre sus propias filas?

Una vez más estoy abierto a la idea de que verse envuelto en las protestas quizá tenga un efecto liberador en los participantes (o al menos en algunos de ellos), como jugar un buen partido de soccer o participar en una interpretación teatral o musical puede liberar (y empoderar). La pregunta obvia es, entonces, ¿seguiría siendo ese el caso si los participantes aceptaran que el Movimiento Occupy fue fútil en términos de suscitar un cambio social —o incluso de que este eventualmente provocará el efecto contrario al deseado? ¿Aun así los participantes estarían dispuestos a participar solo por el placer de hacerlo —just for the lulz? Es ese espíritu del juego — del juego serio—el espíritu del cambio real.

Como se dijo antes, algunos piensan que el Movimiento Occupy, y sus otras manifestaciones, es una expresión de un “cambio colectivo” perteneciente a la inminente Era de Acuario, el signo que rige lo colectivo. Sin embargo, la sombra de Acuario es Leo (su signo opuesto), que significa la soberanía individual y la expresión personal. Esto apoyaría mi descripción del Movimiento Occupy como un viaje colectivo de ego, como una expresión de Leo disfrazado como un movimiento de Acuario. La sombra (ilusión) anuncia la llegada de una realidad objetiva, sin embargo, esta será correcta solo si las cosas se desarrollan en este sentido. Lo que sería un error sería tomar a la sombra por la sustancia, la esperanza/ilusión por la realidad.

Siento firmemente que cuando un cambio colectivo se aproxime, no tendremos nada qué hacer con él y probablemente la mayoría de nosotros ni siquiera sabrá qué lo golpeó. Podría sugerirse que el Movimiento Occupy está sentando las bases para el cambio, pero yo pienso que no hay bases posibles o necesarias para dicho cambio. Lo que están haciendo, quizá, es limpiando el terreno, arrasando, no para que se construya un edificio utópico, sino para que una nueva y desconocida forma de vida brote, con el tiempo, de la tierra quemada.

Entretanto, mucha gente está depositando sus esperanzas en torno al movimiento, justo como hicieron recientemente con ObaMa (OM baa). Apostaría que en muchos casos se trata también de las mismas personas. Está bien y es bueno para la gente salir y relacionarse con los demás, una y otra vez, es una alternativa agradable a ver la televisión o jugar a los bolos. Quizá sea también una expresión natural de “las masas” rebelarse, por lo que por todos los medios se debe permitir que estas despierten la ira de los poderes-que-son para que la gente pueda ver el puño de hierro en acción y entender mejor la naturaleza de la Bestia. Los problemas surgen cuando la gente comienza a tomarse el activismo demasiado en serio y apuestan, tanto emocional como psicológicamente, a un resultado final imaginario, deseado (y deseable). Entonces se preparan ellos mismos no solo para la decepción, sino para niveles de amargura y rabia que posiblemente no sean capaces de manejar (o expresar constructivamente, con mucha menos creatividad). Irónicamente, es probable que tal amargura y rabia (externa) que generen muchas personas allá afuera en primer lugar, pero, al final, pronostico que esa misma energía será la que guíe a mucha gente a unirse sin percatarse a las fuerzas demoniacas a las que tan apasionadamente se oponen. Entonces serán tragadas por la bestia incluso mientas esta se devora a sí misma.

Mientras Roma ardía, tal vez la gente no dejaba de estafar. Todo cambio es bueno. Pero lo que nos está oprimiendo, en mi opinión, no son las estructuras externas sino nuestra propia importancia, nuestro sentido de la aprobación frente a un mundo hecho mierda y un futuro sombrío. Está en nosotros, como individuos, dejar de lado ese orgullo para no atragantarse con él. Estoy casi seguro de que si la gente se las arreglara para apartar su importancia personal, no necesitarían protestar o hacer algo además de cuidarse a sí mismos y a sus más cercanos. Y si todos hiciéramos eso entonces no habría necesidad de movimientos de masas. Tal vez empezaríamos a ver que nuestras condiciones son solo y exactamente lo que necesitamos, colectivamente, que el cambio, si sobreviene, sucederá por medio delas condiciones y no a pesar de ellas, y que todo lo que cualquiera de nosotros necesita hacer para cambiar su vida es simplemente dejar ir.

No importa en qué tipo de condiciones estemos viviendo, eso es lo que realmente puede hacer cualquiera de nosotros, en cualquier caso: dejar ir y recordar cómo jugar. 

 


Aelous Kephas es uno de los más reconocidos autores del alterocultismo y la metanarrativa contemporánea. Entre sus obras publicadas destacan Matrix Warrior: Being the OneThe Lucid View: Investigations Into OccultismUfology and Paranoid Awareness y Homo Serpiens: A Secret History of DNA from Eden to Armageddon. En Pijama Surf publicó la serie de literatura chamánica, neuronas espejo e individuación Escritores del Cielo en Hades y el ensayo La Promesa de la Serpiente (la perturbadora verdad sobre los psicodélicos).

Blog del autor: aeoluskephas.blogspot.com

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