Caos orquestado y enajenación masiva en los disturbios de Londres (FOTOS)

Pese a la inspiración de heroísmo contracultural que podría haber sigificado el punk en su momento, los disturbios que se están llevando a cabo en Londres y en algunas otras partes del Reino Unido no son una manifestación pura de la rebeldía contra las instituciones, al haber desvirtuado en una turba de violencia anárquica que, mal dirigida, se vuelca contra sí misma. Es curioso que una de las grandes aportaciones del punk en su origen fue autocrearse estilísticamente y mantenerse al margen del mercado de consumo. Los punks no compraban ropa o gadgets, se hacían con lo que encontraban y de esta forma, antes de que el movimiento punk fuera cooptado por la moda, representaban una amenaza para el sistema. Sintomáticamente el raudal de disturbios en los últimos días se ha centrado, más que en protestar contra el gobierno o la policía, en destruir comercios de la clase media y en robar tiendas y aparatos que dan estatus.

Como dice el blog de The Clash, estos disturbios difícilmente merecen una banda sonora de esta legendaria banda (como London Burning) o de  los mismos Sex Pistols (como ha sido utilizado  por los medios) o una comparación con el legendario Guy Fawkes, cuya perspicacia política era mucho mayor.

Los disturbios iniciaron el pasado sábado en Tottenham, cuando una protesta por la muerte a manos de la policía de un vecino del lugar, Mark Duggan, se violentó de manera intempestiva. Reportes indican que la horda que inició la violencia no estaba ligada a la marcha original que tenía la consigna de ser pacífica.

Hasta hace unas horas se habían registrado más de 100 policías heridos y 563 personas arrestadas. Después de desplegar 16 mil policías en las calles, reportes indican que la secretaria del Interior, Theresa May, estaría discutiendo la posibilidad de aplicar la ley marcial e implementar un toque de queda.

Por otra parte el diario The Guardian informa que existe cierta preocupación por la posibilidad de que algo así surja durante los Juegos Olímpicos de Londres, lo cual podría ser razón suficiente para imponer nuevas medidas de seguridad y vigilancia en el Reino Unido, el hogar del Big Brother, la sociedad más videovigilada del mundo.

Esto ha hecho pensar a algunos periodistas de la conspiración, como Paul Joseph Watson de Infowars, que el gobierno podría estar azuzando los disturbios intencionalmente, insertando agents provocateurs, y seindo tolerado por la policía  bajo la vieja máxima de generar un problema y luego proponer un nuevo orden, más estricto, que sea aceptado voluntariamente por el pueblo como la única solución ante las circunstancias extremas que se han generado: ordo ab chao.

Veremos si Cameron, regresando de sus vacaciones, pondrá orden a este caos, volviendo las cosas a la normalidad y cumpliendo la exigencia de seguridad de los ciudadanos, pero advirtiendo que se deben tomar precauciones para que esto no vuelva a suceder (algo que ya se está haciendo en India).

Más allá de que haya o no sido orquestada está violencia por el gobierno británico, no hay duda que las crisis son capital político y pueden ser usadas para avanzar distintas agendas, una de las cuales ciertamente podría ser el control policial total, exigido incluso por los ciudadanos. Es posible que existan también algunas otras motivaciones desconocidas.

Quizás este sea un nuevo episodio en la trama de las protestas masivas a lo largo del mundo fomentadas o cooptadas por la agenda política de la élite, bajo una oscura dinámica: una revolución artificial es la mejor forma de evitar una verdadera revolución.

 

Por otra parte, quizás más que la muerte de un hombre a manos de la policía en el momento de su arresto, la mecha que enciende estos disturbios sea la enajenación social en la que viven las masas, oprimidos tanto económicamente —en una sociedad que favorece sobremanera a una elite adinerada— como bombardeados mentalmente por los medios que transmiten un estilo de vida aspiracional  de infotainment cuyo abismo en la realidad, al no zanjarse, explota en este tipo de violencia. El resentimiento ante el gobierno y los ricos se traduce también en el deseo de tener iPhones, ropa de diseñador, TVs de plasma, Wiis y demás productos (y ser como las celebridades), como si todo esto representara la liberación de esa opresión. Al desear vehementemente ser como las personas empotradas en la cima del sistema consumista-capitalista y tener las mismas cosas que ellos, las masas no atentan contra este sistema, en realidad lo fortalecen: le rinden culto.

El sociólogo Paul Bagguely, para el diario The Guardian, dijo sobre los disturbios: "Mientras que antes nos definía lo que hacemos, ahora nos define lo que compramos. Estas grandes tiendas están en el negocio de tentar  [al consumidor] y súbitamente estas personas se dan cuenta de que pueden simplemente entrar a una tienda y tener todo lo que quieran".

Es posible que los disturbios partan de un legítimo espíritu de protesta y rebeldía entre los desempleados enconados pero, con un tejido social desgarrado, estos no se resisten la tentación y fácilmente sucumben a la seducción de los productos brillando en los aparadores, prometiendo la fácil felicidad de la posesión, que se ha vuelto accesible  a través de esta fiesta de descontrol.

En la confusión los inconformes lograron destruir un almacen de la trasnacional Sony, pero al mismo tiempo dieron un duro golpe a geniales disuqeras independientes como Warp (disquera de artistas como Aphex Twin y Boards of Canada) o Domino Records, las cuales podrían incluso desaparecer, según el diario El País, luego de un incendio en el barrio de Enfield.

Martin Mills, presidente del sello Beggars Group, ha explicado en la página web Music Week que "las grandes compañías serán las menos perjudicadas por el desastre que las pequeñas" porque guardan su stock en diversos edificios en Reino Unido. Esto es sintomático de lo que sucede con este tipo de disturbios: los que verdaderamente resultan afectados no son los grande monstruos del capital que se buscan combatir.

Como muestra del nivel de enajenación tenemos este video de la BBC en el que un grupo de adolescentes borrachas  detallan la diversión que significa participar en los disturbios, diciendo que esperan que estos continúen para poder seguir divirtiéndose y confusamente señalan que todo esto va en contra de "el gobierno... o los conservadores... o lo que sea... no sé".

En otro video de la BBC se muestra como unos jóvenes simulan ayudar a un adolescente herido para luego robarlo.

Una posible explicación psicológica a lo que esta sucediendo la da Aeolus Kephas en su ensayo sobre las multitudes programadas publicado en Pijama Surf:

«Las multitudes estúpidas surgen cuando todos se ponen de acuerdo entre sí: vestirse igual, hablar igual, actuar igual. Una turba se forma por una reunión de personas abiertas a la persuasión, que en realidad se han juntado para ser persuadidas, buscando inconscientemente refugio en la mente grupal.  Grupos así consisten en personas que carecen de un sólido sentido de realidad o identidad: en pocas palabras, seres no-individuados».

Ha circulado el rumor de que el gobierno británico suspendería la mensajería instantánea del Blackberry, al parecer el método de organización preferida de los manifestantes. Aunque el fabricante de Blackberry está cooperando con la policía británica para proveer datos sobre los lugares en los que se están programando los disturbios, las telecomunicaciones no han sido interrumpidas. Sin embargo, el político David Lammy se mostró de acuerdo con la medida y declaro que estas líneas sí deberían de ser suspendidas.

Buscando por otro lado la causa que ha generado esta violencia que para algunos se desprende sin razón aparente, una investigación ha encontrado una correlación entre los levantamientos civiles y los recortes al presupuesto de educación, como ha ocurrido en el Reino Unido en esta ocasión. ¿Ahora bien, este recorte obedece a la austeridad económica o a una macabro plan maestro para generar este tipo de levantamientos caóticos que pueden ser aprovechados políticamente?

Imágenes vía Boston Big Picture

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