Los orígenes paganos y orgiásticos de la celebración de Pascua

Como suele ocurrir con las celebraciones de la Iglesia Católica, en la fiesta de Pascua también se superponen diferentes tradiciones religiosas y místicas creando un sincretismo cuyo origen antecede y se mezcla con la formación del cristianismo. Si bien la palabra Pascua, y sus diferentes derivaciones del latín, significa “pasar sobre”, en inglés la palabra usada para designar esta festividad es “Easter”, una palabra que claramente proviene de una serie de divinidades femeninas relacionadas con la primavera, la fertilidad y el amor. Y si bien esto ocurre dentro de la tradición anglosajona, esta etimología, para algunos investigadores, delata un origen pagano que no puede disociarse del todo de la celebración cristiana ya que antecede en el tiempo al cristianismo y cuenta en el fondo la eterna historia de la resurrección, una historia mucha más antigua que la de Cristo. Según cuenta Manly P. Hall, en su lectura The Great Solar Symbol of the Messiah, Cristo es una encarnación más del arquetipo del mesías solar --junto con otros héroes y semidioses-- cuyas vidas simbolizan (o son simbolizadas, he ahí el misterio) el trayecto del sol durante el año. De aquí que las grandes fiestas religiosas del cristianismos y de religiones solares coincidan a gross modo con los equinoccios y solsticios. El sol es el gran redentor y su energía es el principio que reinstaura la vida en la Tierra, renaciendo simbólicamente en la primavera --el inicio del año astrológico.

Cuenta Manly P. Hall en su Secret Teachings of All the Ages, uno de los grandes comentarios modernos sobra la historia de la religión y el misticismo:

Por razones que consideraron valiosas, aquellos cronistas de la vida y actos de Jesús eligieron transformarlo en una deidad solar. El Jesús histórico fue olvidado; casi todas los incidentes destacados de los Cuatro Evangelios tienen correlaciones con las fases,  movimientos o funciones de los cuerpos celestiales... Entre otras de las alegorías que incorporó el cristianismo de la antigüedad pagana está la historia del bello Dios del Sol, de ojos azules, con su cabello dorado cayendo en los hombros, vestido de blanco inmaculado, llevando en sus brazos el Cordero de Dios [Aries, el carnero o becerro], símbolo del equinoccio vernal. Este guapo joven es un compuesto de Apolo, Osiris, Orfeo, Mitra y Baco, ya que tiene ciertas características en común con todas estas deidades paganas. 

La Pascua, según estableció el Primer Concilio de Nicea, originalmente se celebraba el primer domingo después de la primera luna llena posterior al 21 de marzo o ese mismo 21 de marzo si fuera luna llena. Esto sugiere un sincretismo religioso entre la figura de Cristo y las religiones mistéricas, ligado a la fertilidad y a la adoración del sol y la luna (a veces símbolo de la diosa madre). Al menos esto ya nos revela que en un inicio, las grandes fiestas religiosas emulaban a los grandes procesos astronómicos: una astroteología común a diversas culturas.

La palabra "Easter" parece provenir de la diosa Ostera o Eoster (la misma etimología que el Este) diosa del amanecer o de la primavera en la cultura anglosajona. Esta palabra parece estar cognada con la divinidad babilónica, Ishtar, adorada como Venus, ya que al ser la estrella del amanecer y/o del atardecer “parece amar la luz”, es decir es la consorte del dios de la luz, del dios masculino. Esto es importante ya que todas estas divinidades encarnan el principio primordial de la feminidad, de la Diosa Madre -y de sus procesos equivalentes en la naturaleza- que como Robert Graves sostiene en su libro la “Diosa Blanca”, es una deidad prístina que se transforma de igual manera en madre como en amante.

Ishtar ha sido también identificada con la Reina Semiramis, la esposa del poderoso rey rebelde Nemrod, que aparece en la Biblia y que habría construido la Torre de Babel.  En Sumeria Ishtar es Inana, esposa de Rey Dumuzid, también llamado Tammuz. Existen variantes a esta historia pero según cuentan diferentes culturas Nemrod-Tammuz-Dumuzid habría muerto (en algunas versiones  despedazado por un jabalí salvaje; en otras matado por Shem, castigado por idólatra) y su esposa Ishtar-Inana-Semiramis habría descendido al inframundo para juntar sus partes y resucitarlo. Esta historia evidentemente evoca el mito de Osiris, que es asesinado por su hermano Set y su esposa Isis reconstruye su cuerpo –al último labrando con su voz un falo de oro- para regresarlo a la vida y hacerlo rey de la vida después de la muerte. No sólo Osiris tiene una relación con Cristo, también al investigar el culto a la Virgen María descubrimos que es una continuación del culto a Isis y comparten una poderosa simbología, aquella del culto a la Diosa Madre, diosa de la fertilidad, canalizada dentro del proceso de evangelización de la Iglesia Católica.Según Manly P. Hall: "La Virgen madre, dando a luz al dios solar que el cristianismo tan fielmente ha preservado, es un vestigio de la inscripción en honor a su prototipo egipcio, Isis, que apareció en el Templo de Sais: 'El fruto he traído es el Sol"'. Isis, como María, es la madre del sol o del hombre que lleva consigo los principios de iluminación.

Otra versión de la misma historia señala que Tammuz es el hijo del rey semidios Nemrod, concebido por Semiramis de forma inmaculada. Tammuz siendo la reencarnación de Nemrod es asesinado por lo cual su madre desciende al inframundo para que éste pueda renacer.

Ishtar tambien es Astarte o Asherah, quien según la académica Francesca Stavrakopoulos es la esposa de Yavhé, que fue editada fuera de la Biblia. Lo cual se conecta con Nemrod, ya que Asherah fue ostracizada de la Biblia al ser  más tarde equiparada con Baal, el dios del becerro de oro, el dios falso según el Viejo Testamento. Nemrod también fue equiparado con Baal por el académico David Rohl.

Al mismo tiempo tenemos esta dualidad o biunidad entre la Diosa Madre y la Diosa Amante. De la misma forma que James Frazer en La Rama Dorada describe el mito recurrente (¿freudiano?) del hijo que asesina a su padre  (con la rama dorada) para convertirse (en el sol) y convertirse en el consorte de la reina (la diosa del amor), existe este paralelo entre Tammuz y Nemrod, pero quizás también con Jesús, y la Virgen María  --en una interpretación gnóstica, herética-- es también María Magdalena. Todos encarnaciones del principio masculino y del principio femenino en la eterna danza cósmica. Recordemos que en la alquimia, el hombre que encuentra la piedra filosofal, el iluminado, es el hijo de la Luna y el Sol. De todo lo anterior vale preguntarnos si estos diferentes dioses son en realidad el mismo, en la constante metamórfosis de ser percibido(s) por distintas culturas. Y es que tal vez, como sostienen los neoplatónicos, los dioses son principios del universo más que personalidades, por lo que es concebible que un mismo principio sea muchos dioses, tengan diversas manifestaciones y, claro, acepciones, según el particular culto. 

Siguiendo con esta idea especulativa --que más que negar la veracidad de una creencia religiosa, busca encontrar analogías-- también es de destacar que el conejo es un claro símbolo de la fertilidad, lo que ha sido interpretado como una fiesta de paso primaveral donde se suscita la abundancia  a través de un rito y de un marco simbólico, que no puede ser entendido sin la sexualidad. Eoster, la diosa del Este, del amanecer, se manifiesta en la forma de un conejo (¿la eterna conejita del erotismo sagrado?).

Para ser justos, hay que aclarar que la Pascua que conocemos es una fiesta eclesiástica y por lo tanto fundamentalmente latina. Es la cultura angolsajona, la que encuentra esta otra versión de la festividad al traducir Pascua como Easter, acaso contaminando el término de ecos paganos  o, según se quiera ver, enriqueciéndolo con una mayor gama de correspondencias mitológicas. Sobre esto escribe el blog Belle Jar:

Nuestras tradiciones occidentales de la Pascua [Easter] incorporan muchos elementos de una gran cantidad de diferentes trasfondos religiosos. No se puede decir que sólo sean sobre la resurrección, o sólo sobre la primavera, o sólo sobre la fertilidad y el sexo.  

Se trata de un complejo brocado de fe religiosa, misterios iniciáticos descontinuados, creencias manipuladas con fines políticos y una amalgama de culturas y lenguas que se combinan.

Esto nos permite leer la historia de Jesús –su muerte y resurrección-- con una mayor riqueza de metáforas y tonalidades, entendiéndola, más allá del dogma, como parte de un arquetipo de renacimiento, del sol y el hombre que se sacrifican, que mueren, que cambian de piel como una serpiente, para poder abrir paso a una nueva etapa. Que participan en la conciencia solar del universo (el Logos de la Luz). Quizás, también, aventurándonos a una interpretación esotérica, altamente hereje, un renacimiento que se da a partir de la mujer –que es tanto madre como amante (el agua del fuego en el horno de la alquimia)- que en cierta medida da a luz a este nuevo ser, esta nueva forma de ser, a esta nueva era, el hombre que se diviniza, que se vuelve como el sol, su padre. Una historia que está en el centro de los misterios de la antigüedad, y que tal vez sigue pasando, sigue reencarnando en la tierra estacionalmente y posiblemente esté sucediendo en estos momentos al interior de los hombres, en alguna medida, aunque se haya perdido el entendimiento.

 

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Twitter del autor: @alepholo

 

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