Aparentemente Prahlad Jani es uno más de estos superhéroes orgánicos que desarrollan capacidades inimaginables de control corporal y maleabilidad de nuestro sistema fisiológico. En su caso, aparentemente, ha logrado vivir, durante 74 de sus 82 años, sin ingerir ningún tipo de alimento o bebida, más allá de los nutrientes que el aire provee.
Históricamente se han registrado múltiples casos de gente que ayuna, desde Cristo, con su cuaresma en el desierto, hasta el de Jack Kerouac, quién de acuerdo a algunas versiones pasó más de un mes ayunando en el Ajusco, una montaña cercana a la Ciudad de México. Sin embargo, en la mayoría de estos casos la ausencia de alimento no incluye también la de líquidos. Científicos apuntan a que si bien ciertas personas podrían sobrevivir varios días sin alimento, difícilmente podrían estar más de 72 horas sin ingerir líquidos. Quizá el personaje más cercano se el yogi Hira Ratan Manek quién a través de sofisticadas y ancestrales prácticas biosolares logra vivir alimentándose únicamente del sol.
Prahlad Jani fue evaluado en 2003 dentro del sanatorio del Ministerio de Defensa de la India, el Defence Institute of Physiology & Allied Science (DIPAS), y tras una extensa serie de pruebas comprobaron que el cuerpo de Jani podía generar energía de una fuente desconocida aún para el conocimiento científico. “Estamos tratando de localizar su fuente de energía. Él dice que la extrae de la meditación” afirma el Dr Sudhir Shah, neurofísico encargado de conducir los estudios que se le realizaron a Jani.
Evidentemente el interés del ejército indio por develar el secreto de Prahlad Jani tiene que ver con fines militares “tenemos soldados en las fronteras donde el alimento y el agua son escasos. Nuestros soldados no podrán estar meditando pero nos gustaría entender más acerca de este hombre y del como funciona su cuerpo a nivel energético. Si ese conocimiento puede ser transmitido a nuestros soldados, los podríamos aprovechar de algún modo con grandes beneficios para enfrentar condiciones adversas o incluso misiones de exploración en lugares como Marte o la Luna” concluye Shah.
Lo anterior nos recuerda a los clásicos casos en los que la CIA “secuestra” en Estados Unidos a diversos niños que muestran capacidades extrasensoriales o ciertas súper cualidades para psicológicas. Aparentemente la política es aprovechar estos extravagantes casos de tecnologías que rayan en la frontera entre lo fisiológico y lo místico, para alimentar sus propias agendas.
De algún modo casos como el de Jani también nos invitan a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la tecnología. Existe una postura que afirma que cualquier herramienta implica más una involución que un desarrollo ya que originalmente estamos diseñados, fisiológicamente, para resolver todas nuestras necesidades. En este sentido entre mayor es el desarrollo tecnológico mayor es la lejanía con el verdadero potencial al que podríamos acceder. ¿Para que habría de necesitar un abrigo creado con fibras súper tecnológicas que me abstraigan del frío si yo fuera capaz de regular mi propia temperatura? ¿Por qué debiera portar un moderno dispositivo de comunicación satelital si quizá, trabajando adecuadamente el cuerpo y la mente, podría acceder a prácticas telepáticas que superarían ampliamente las más avanzadas técnicas de comunicación? O aún más allá ¿Para que alimentarme de esos extraños complejos tecno alimenticios que provee la NASA a sus astronautas si no requiero de nada más que lo que el simple aire me provee?