De acuerdo con la filósofa italiana, Rosi Braidotti, la idea de un humanismo universal es hoy caduca. Gracias a la historia ya sabemos que aquel ideal de humanismo, que se esgrimió en parte debido al Siglo de las Luces, fue ante todo un modelo cultural de carácter hegemónico que sostenía la idea de civilización de conformidad con la sociedad y culturas europeas. De modo que ese humanismo excluyó a todo otro que fuera distinto. Otredad que fue remitida a su vez a un estado no humano. A ese lugar fueron subsumidos mujeres, migrantes, personas en condición de pobreza, etc. Por ello Braidotti sostiene que la idea de humanismo ha sido ante todo imperialista.
Ahora bien, en su libro Lo posthumano (2013) la autora realiza un recorrido de la idea de humanismo y traza el panorama cuando este fue severamente cuestionado por movimientos como el feminismo, el anticolonialismo o el antirracismo de los años setenta del siglo pasado. De ahí lo que ella conceptualiza como antihumanismo.
Sin embargo, destaca la importancia de la idea de humanismo en los movimientos socialistas utópicos de inicios del siglo XVIII. La izquierda europea, en ese sentido, tuvo un fuerte apego al socialismo humanista. Y aunque si bien, como señala Braidotti, el marxismo-leninismo rechazó algunos aspectos del humanismo socialista, se decantó por un socialismo proletario. Señala la autora “conocido también como humanismo proletario típico de la URSS” (Braidotti, 2013). La principal apuesta de esta corriente era la libertad posible de lograr solo a partir del comunismo.
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Ahora bien, si trasladamos las ideas de la autora a nuestro contexto latinoamericano –y particularmente mexicano–, veríamos que de aquel socialismo humanista, en conjunción con algunos planteamientos marxistas, ha surgido buena parte de la argumentación de lo que tenemos como izquierda.
Desde la influencia en los tiempos de Lázaro Cárdenas del Río hasta las ideas que fluyeron en el ámbito del arte, con Frida Kahlo, Diego Rivera, y la formación del Partido Comunista Mexicano con sus integrantes (desde 1919 hasta 1968 que tuvo una fuerte presencia en el movimiento estudiantil) por destacar solo algunos momentos y personajes representativos. Es decir, las ideas tanto del humanismo socialista como del marxismo han estado presentes en lo que ha devenido como izquierda en México.
No obstante, también es oportuno señalar que, si bien el cauce de esa formación algunas veces ha devenido en partido político, no siempre un partido político ha enarbolado los ideales de izquierda que, en nuestro contexto, deberían de basarse también en la idea de libertad e inclusión. Es más, también hay que mencionar, como lo hace Braidotti en otro de sus textos, Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nomade (2004) que incluso el discurso muchas veces cobra formas independientes de la realidad para crear otro tipo de problemáticas.
De modo que, con esta argumentación podríamos cuestionar también de qué habla el humanismo mexicano cuando dice ser inclusivo pero sus líderes excluyen a las mujeres en la práctica política y cultural. Con esta sistemática exclusión se niega la realidad de las mujeres para preservar un caduco y anquilosado aparato institucional que proclama libertad y reconocimiento pero que únicamente queda en el oficialismo si no existen las acciones necesarias para incentivar la igualdad sustantiva, real.
El llamado humanismo mexicano alude a principios universales que, como cuestiona Braidotti, han perdido vigencia por su carácter imperialista y también, en el caso de México, porque se intentan adaptar a una población por siglos lastimada por ese mismo imperialismo. Aunque ciertamente hay elementos que se insertan desde el propio concepto como la defensa de los pueblos originarios; es preciso incluir las voces y realidades de las otras disidencias, ya no solo en la elaboración de un discurso oficial, sino en acciones concretas.
Podría parecer que se trata de una crítica a la izquierda, pero más bien se trata de la crítica a un partido que se precia ser de izquierda. Como he señalado en otros textos, el feminismo no puede desentenderse de estas posturas y más bien debe fomentar su reivindicación. Cualquier gobierno que suscriba dentro de sus valores un discurso feminista debe también llevar a la práctica acciones en congruencia con este discurso para no perder legitimidad frente a sus seguidores.
Y mejor aún, quienes están o estamos a cargo de la reflexión desde la academia y espacios de divulgación, tenemos la obligación ética de distanciarnos del discurso oficial para producir los conocimientos que ayuden a sostener el reconocimiento de esas otredades que el discurso grueso del humanismo se ha empecinado en invisibilizar.
Alicia Valentina Tolentino Sanjuan es socióloga y Maestra en Filosofía por la UNAM, doctorante en Humanidades (línea Filosofía Moral y Política, UAM) y editora en Viceversa. Investiga sobre subjetividad a partir del cambio tecnológico; también sobre feminismos y literatura. Es miembro activo de la Red Mexicana de Mujeres Filósofas y miembro de la Revista de filosofía Reflexiones Marginales Saberes de la Frontera de la UNAM.