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Caitlin Donohue presenta Yerba, un libro que desmenuza la historia social y política de la cannabis en México y Estados Unidos. En esta conversación habla sobre los errores en la educación antidrogas, el activismo cannábico y el papel cultural que México ha tenido en la transformación de la planta.

He de confesar que no conocía el trabajo de Caitlin Donohue hasta esta entrevista; sin embargo, no se requiere mucho tiempo para darse cuenta que esta periodista y escritora es una de las voces más lúcidas para entender y explicar la cultura cannábica contemporánea. Ahora que relanza Yerba: Historias de la cannabis, cultura y prohibición, en Pijama Surf tuvimos la oportunidad de conversar sobre las historias que integran el libro, la pedagogía fallida en torno a las drogas y el papel que México ocupa en la construcción de una mirada más amplia sobre la planta.

Desde el inicio explicó que este libro no surgió de un impulso reciente, sino de una trayectoria de más de década y media. “Está basado en 15 años de periodismo canábico”, me dijo. Para ella, la cannabis funciona como puerta de entrada a otras preguntas más profundas: ¿qué es una droga?, ¿para qué sirve la prohibición?, ¿por qué seguimos definiendo la experiencia humana a partir del miedo?

Lo que encuentra en las voces que reunió para Yerba es más un recordatorio que otra cosa,  de que todo depende del contexto. “Una droga no es necesariamente una cosa que tiene un tipo de efecto. Más bien tiene que ver con el contexto que nosotros como seres humanos le damos”. Las drogas –dijo– no pueden pelear. Solo están ahí y nosotros las utilizamos para nuestros fines.

Encuentra el libro en este enlace.

La pedagogía fallida sobre las drogas

Quise saber qué considera el mayor error en la educación actual sobre cannabis. Su respuesta conectó de inmediato su experiencia en Estados Unidos con su vida en México.

Caitlin creció en San Francisco, donde la cannabis ya tenía una presencia social distinta. Recordó que al llegar a México en 2014 traía una perspectiva californiana, casi hippie, que contrastó con los prejuicios locales. En esa diferencia cultural encontró un punto clave: la educación sobre drogas suele ignorar su dimensión social. 

“La educación tiene que tener un componente social y eso trato de hacer con este libro. No es un libro científico, tampoco se enfoca solo en el consumo personal; examina el contexto en que existe la marihuana”.

Para ella, la pedagogía oficial sigue aferrada al miedo, y es que mencionó la actual campaña antifentanilo en la Ciudad de México como ejemplo de un enfoque desproporcionado. “Aquí casi no existe el fentanilo. Sería muy difícil encontrarlo”, afirmó, y añadió que estas campañas parten desde los peores escenarios, lo cual limita cualquier diálogo real. 

“Todos consumimos sustancias psicoactivas. Marihuana, vino, fármacos, azúcar refinado. Todos tenemos que aprender cómo formar relaciones sustentables con las sustancias”.

Aunado a ello, habló de su paso por programas antidrogas en su infancia. Recordó cómo policías entraban a los salones de niños de 10 o 11 años para advertirlos sobre “las drogas”. Ese modelo, dijo, no solo habla de sustancias, sino de moral, castigo y control. “Es una manera muy temprana de enseñarnos lecciones de racismo, de elitismo, de punitivismo”.

México y el cambio cultural en torno a la cannabis

Ante la pregunta sobre cuál ha sido su visión de la transformación en el consumo y la percepción de la cannabis en México durante los últimos 15 años, su respuesta fue inmediata: la cultura. “La sociedad estaba más orientada a pensar en los consumidores en términos de criminalidad. No creo que la gente sabía tanto de la planta en sí”, afirmó.

Atribuye buena parte del cambio al activismo mexicano, especialmente a quienes han sabido usar la presencia física de la planta en el espacio público. En Yerba dedica un capítulo al Plantón 420, ese jardín cannábico frente al Senado de la República que durante tres años convirtió la planta en un hecho visible. “Sirvió para hacer más literal la planta, para mostrar que la marihuana no es el ‘Culiacanazo’. Es una plantita amigable en una maceta”.

Ya al cierre, Caitlin Donohue abordó el tema de de las raíces poco exploradas de la cannabis en México e hizo ´penfasis en que, aunque los españoles trajeron cáñamo, todavía faltan estudios que expliquen cómo a finales del siglo XIX las comunidades indígenas ya la usaban con fines terapéuticos y recreativos. 

“México juega un rol súper importante en la cannabis mundial. Más investigación aclararía muchas de estas conexiones. [...] Agradezco mucho a México porque me ha enseñado mucho sobre los Estados Unidos y sobre mí como gringa. Cualquier persona que quiere pintar un país entero como una sola cosa no te está dando la imagen completa”.

 


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