En 2019, el animador, guionista y productor Sergio Pablos (Mi Villano Favorito, Río), debutó como director con el largometraje Klaus, donde cuenta el origen del mito de Santa Claus desde una perspectiva humana, materialista y realista; porque la magia está en los actos cotidianos que trascienden.
Pero Klaus no es sólo la historia de un nepo baby que encuentra redención en un pueblo lejano del polo norte contagiando de paz y amor a sus habitantes, ¡no! Klaus es una película animada que expone la cultura del odio, la guerra, el mito, la violencia, la familia, la motivación, la política y el poder; todo en medio de un cuento navideño que, a simple vista, parece ser sólo dibujitos.
El sociólogo y antropólogo Marcel Mauss afirma que, "los mitos se establecen en el espacio y se producen en el tiempo a través de los ritos", es decir, en los ritos se reproducen y conmemoran los mitos, y la tradición de Santa Claus trayendo regalos cada año no es la excepción.
El mito de Santa Claus tiene su origen en Nicolas de Bari, un obispo de ascendencia griega que regaló su fortuna a los pobres. En la edad media, cada 5 de diciembre, en la víspera de la fiesta patronal de San Nicolas, se les daba obsequios a los niños en honor a este santo, tras la reforma protestante, los regalos se cambiaron al 25 de diciembre por el nacimiento de Cristo, pero sin dejar de cumplirse esa estrecha relación entre mito y rito.
El director español, Sergio Pablos, hace una reinterpretación del origen de Papa Noel, porque como dijo Levy-Stratuss, “el valor intrínseco atribuido al mito proviene de que estos hechos, forman también una estructura permanente, ella se refiere simultáneamente al pasado, al presente y al futuro”. Klaus es una película que cuenta el origen de un mito antiguo como respuesta a una problemática actual, con esperanza en un futuro pacífico y tolerante.
Expone al mito como una explicación fantástica a eventos reales que nosotros como espectadores sí conocemos, comprendiendo que la magia no está en los hechos mismos, sino en la interpretación del misterio que les rodea; está en las acciones que entretejen cada decisión e influyen en las acciones de los Otros. El mito tiene una función e influencia en lo social.
La perspectiva contemporánea de Klaus resalta la inocencia de los niños, pero expone la influencia de las estructuras rígidas que los adultos mantienen como tradición: las y los niños aprenden de sus familias a odiar al otro clan.
Sergio Pablos reinterpreta la frase, “los niños son el futuro”; no como una promesa vacía, sino como la disposición a aprender valores y acciones que no recibieron en casa, para luego compartirlos con su familia; las y los niños son el futuro siempre y cuando los adultos dejen atrás el pasado y tomen decisiones en beneficio de sus comunidades.
Klaus nos muestra que para romper los ciclos de violencia familiar se requiere de un agente externo, en este caso Jesper y Klauz, que accionan nuevos comportamientos y cuestionan la dinámica que los clanes Ellingboe y Krum mantenían permanentemente.
El largometraje español está protagonizado por Jesper (voz de Sebastían Yatra en Latinoamérica), el hijo consentido del director general de correos, quien le manda a un pueblo recóndito del círculo polar ártico llamado Smeerenburg, para otorgarle de responsabilidades y humildad —como todo cuento navideño— e impulsar el correo en la región, si lo logra puede regresar a su vida lujosa y privilegiada.
Ya en el pueblo, se da cuenta que los dos clanes lo habitan están en conflicto todo el tiempo. Por una acción fortuita e inesperada, conoce a un artesano y leñador que acepta regalarle uno de sus juguetes a un niño que se sentía triste y solo; esta acción desata una serie de cambios en las relaciones entre los dos clanes: los niños empiezan a compartir los juguetes con sus adversarios, sus padres construyen relaciones de respeto y solidaridad con el otro clan, hasta que poco a poco el pueblo oscuro y descuidado, se llena de colores, luces y amistad.
Y podrías decir “¡Ay que bonito final!”, pero no, es a penas el principio; a los líderes de cada clan no les gustó la idea, por que como lo dice Tammy Krum: “este pueblo se construyó con resentimientos y rencores. Y va a seguir siendo así mientras un Smeerenburg y un Krum siga teniendo voz y voto”.
No es un secreto que la guerra es conveniente para la clase privilegiada, les dota de poder, estatus económico, político y social; lo interesante de la película es cómo exhibe la naturalización de la guerra: así ha sido siempre, ¡no puede cambiar!
El sociólogo francés, Pierre Bourdieu, nombró violencia simbólica a esa forma de dominación sutil a través de la imposición de significados para entender y ver el mundo; la violencia simbólica legitima la dominación mientras los dominados la aceptan como algo natural, una Verdad necesaria y única. Para Smeerenburg la única Verdad era la guerra, algo que Bourdieu llamó, Doxa: el nivel más profundo del orden social, las ideas que ni se discuten, es el sentido común de una sociedad.
El Doxa se manifiesta cuando escuchas decir a alguien: “aquí chambeando, no hay de otra”, o “¿qué podemos hacerle? Así son las cosas”, o mi favorita, “no digas ni hagas nada, no te metas en problemas”. La Doxa es la complicidad más profunda entre dominantes y dominados.
La antropóloga Margaret Mead afirmó en su ensayó, La guerra es sólo una invención, no una necesidad biológica (1940), “así como las guerras comienzan en la mente de los hombres, la paz también comienza en nuestras mentes. La misma especie que inventó la guerra es capaz de inventar la paz. La responsabilidad recae en cada uno de nosotros”.
85 años después la humanidad sigue necesitando sentido de responsabilidad, pero igual que los regalos navideños, la responsabilidad no es un acto de magia, no basta con desearla, se construye con acciones. Para “inventar” la paz, tenemos que tomar decisiones y la mejor película de los Premios Annie de 2019 lo ejemplifica muy bien: Jesper pasa de ser un nepo baby con todos los privilegios, a un cartero comprometido con la felicidad y bienestar de las y los niños; Klaus superó la depresión para reencontrar la pasión por crear juguetes; Alva se reconcilia con su vocación de enseñanza; los niños encuentran en los juguetes una motivación para mejorar su comunidad; y sus padres reconocen que hay más similitudes que diferencias con sus enemigos.
Sólo se puede tomar acción si conocemos el valor de la causa, algo que Bourdieu denominó, Illusio: la inversión afectiva que da importancia a una causa, es la energía y compromiso que imprimimos a algo. El Illusio es aprendido, a eso se refiere la frase, “un acto sincero de bondad siempre provoca otro”, una acción genuina, con valor de causa, una decisión tomada a conciencia genera un cambio, una bola de nieve que crece y crece porque vamos aprendiendo unos de otros.
Por eso es importante conocernos y conocer nuestro entorno; reconocer dónde nacen nuestros prejuicios, cuáles son nuestras motivaciones y deseos realmente, qué no nos permite “inventar” la paz, pero sí perpetuar la guerra. No hay cambio sin autoconocimiento, no hay armonía sin desafío de las desigualdades; la esperanza de la navidad es pura propaganda si no hay acciones, tomar responsabilidad es el mejor regalo esta navidad, y cuando sea.
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