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El maíz transgénico amenaza no solo nuestra salud, sino también la biodiversidad y la rica herencia cultural de México, al poner en riesgo las variedades nativas que han sido cultivadas durante siglos, fundamentales tanto en la alimentación como en la identidad del país

El maíz, un símbolo profundamente arraigado en la identidad y la cultura de México desde las civilizaciones prehispánicas, ha sido considerado durante siglos el sustento primordial. En la actualidad, su valor va más allá de lo alimenticio; es un símbolo de resistencia, tradición y de vida misma. Sin embargo, la introducción del maíz transgénico pone en riesgo tanto nuestra salud como nuestra biodiversidad, y hasta la misma esencia cultural del país.

El maíz transgénico llega al país en grandes cantidades, principalmente desde Estados Unidos. Este maíz ha sido alterado genéticamente para resistir plagas y enfermedades, pero el precio de esta “mejora” puede ser mucho más alto de lo que imaginamos.

El maíz transgénico contiene enzimas y compuestos químicos que pueden tener efectos nocivos para la salud humana. Estudios recientes (expediente publicado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, Conahcyt) advierten sobre el riesgo de enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes, debido a las moléculas que produce el maíz modificado, que favorecen el estrés oxidativo en el cuerpo. Este estrés puede dañar las células y tejidos, desencadenando procesos degenerativos.

Además, no solo los consumidores de maíz transgénico corren peligro. La biodiversidad del país también está en riesgo. Las variedades de maíz nativo, que han sido cultivadas durante miles de años y que ofrecen un valor nutricional único, se están viendo desplazadas por el maíz transgénico. La polinización cruzada entre los maíces modificados y los nativos amenaza con eliminar nuestras variedades tradicionales, como el maíz negro y azul, ricos en antioxidantes, fibra y aminoácidos esenciales.
El impacto de los maíces transgénicos no se limita al ámbito de la salud. Su uso también representa una amenaza económica para los agricultores locales. Al competir con semillas más baratas importadas de Estados Unidos, muchos pequeños productores mexicanos ven su producción en desventaja y, por ende, su sustento económico. Esto lleva a muchos a abandonar la siembra de maíz, un cultivo esencial en la dieta nacional y una parte fundamental de nuestra cultura y economía. 

La lucha contra los maíces transgénicos no es solo una cuestión de salud pública, sino también de protección de nuestras raíces, de preservar nuestra cultura alimentaria y el legado de generaciones que han trabajado esta tierra. El maíz es mucho más que un simple grano; es la semilla de nuestra historia, de nuestra identidad. 


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