Así es el hombre en la sociedad capitalista: 'inculto, codicioso, narcisista, devoto del dinero, amoral, sin memoria'
Política
Por: Luis Alberto Hara - 01/02/2025
Por: Luis Alberto Hara - 01/02/2025
Michel Onfray, filósofo francés conocido por su postura crítica frente a las estructuras de poder y sus incisivas reflexiones sobre la modernidad, formula en el pasaje presentado a continuación una contundente denuncia del sujeto producido por el capitalismo contemporáneo. En su obra Política del rebelde, Onfray, influido por pensadores como Herbert Marcuse y Friedrich Nietzsche, traza el retrato de lo que denomina "el hombre unidimensional", una figura que condensa los males del consumismo, la alienación y la pérdida cultural provocados por el sistema capitalista globalizado.
En cambio, el capitalismo ha formulado su tipo ideal con la figura, anunciada por Marcuse, del hombre unidimensional, variación sobre el tema del hombre calculable, que propuso Nietzsche. Conocemos su retrato: iletrado, inculto, codicioso, limitado, obediente a las consignas de la tribu, arrogante, seguro de sí mismo, dócil, débil con los fuertes, fuerte con los débiles, simple, previsible, aficionado empedernido a los juegos y los estadios, devoto del dinero y sectario de lo irracional, profeta especializado en banalidades, en ideas mezquinas, tonto, ingenuo, narcisista, egocéntrico, gregario, consumista, consumidor de las mitologías del momento, amoral, carente de memoria, racista, cínico, sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista y portador, además, de ciertos rasgos de la misma índole que los que definen un fascismo ordinario. Es un socio ideal para desempeñar primero su papel en el vasto teatro del mercado nacional y luego en el mundial. Éste es el sujeto cuyos méritos, valores y talento se nos alaba hoy.
El ethos de Onfray radica en su defensa de una filosofía comprometida con la acción y la resistencia frente a las fuerzas hegemónicas que perpetúan la pasividad y el conformismo. En este fragmento, el autor recupera la crítica de Marcuse a la unidimensionalidad del hombre moderno, expandiéndola con referencias nietzscheanas al "hombre calculable", aquel individuo reducido a un engranaje del sistema económico, previsible en sus acciones y maleable en sus valores.
El hombre unidimensional descrito por Onfray es iletrado, obediente, narcisista y cínico, características que lo convierten en el "socio ideal" para el funcionamiento del capitalismo. Esta figura encarna una subjetividad vacía, formada no por la cultura ni la ética, sino por las demandas del mercado. Consumista por excelencia, se define por su devoción al dinero y su dependencia de las modas y mitologías del momento. En palabras del autor, este hombre es el resultado de un sistema que promueve el conformismo, destruye la memoria histórica y degrada la complejidad del pensamiento crítico.
Onfray sitúa su crítica en el contexto de la modernidad capitalista, denunciando cómo esta ha devastado las raíces culturales y espirituales que sostienen a las sociedades humanas. La lógica de mercado no solo coloniza el espacio económico, sino también el cultural, reduciendo al individuo a un consumidor y eliminando cualquier aspiración a una vida plena o auténtica. El resultado, según el autor, es una humanidad alienada, incapaz de cuestionar las estructuras de poder que la oprimen.
Al inscribir su análisis en la tradición filosófica de la sospecha, Onfray se une a Nietzsche, Marcuse y otros críticos de la modernidad en su esfuerzo por revelar las condiciones que perpetúan esta alienación. Sin embargo, su propuesta no se limita a la denuncia; en su obra más amplia, aboga por una política del rebelde que recupere los valores de la autonomía, la creatividad y la resistencia frente a las fuerzas deshumanizadoras del capitalismo.