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Más allá de la rápida acumulación de experiencias excitantes, el asombro lento o sostenido plantea un cambio de perspectiva que resulta en una práctica

En un mundo secular que aún desea lo espiritual y busca sentido y conexión por otros medios, el asombro ha ocupado el papel preponderante como medio de acceso al significado y al deleite se sentirse parte de algo más grande. Paralelamente, la vida tecnologizada y globalizada hacen que sea cada vez menos frecuente el encuentro conlo asombroso, menos aun el cultivo de un asombro lento y sostenido como propone el investigador Kirk Schneider.

En un capítulo dentro del libro Values and Indigenous Psychology in the Age of the Machine and Market,  Schneider nos invita a desarrollar una perspectiva y actitud de asombro profundo como alternativa a la creciente mecanización y automatización de nuestras vidas en un mundo saturado de información tecnológica. Según Schneider, estas son las capacidades esenciales para cultivar lo que él llama "asombro a fuego lento", un estado de profunda conexión y significado, en contraposición a una existencia modelada por máquinas. Lo importnte es que  Schneider distingue la calidad del asombro, separando éste de una acumulación de experiencias intensas como pueden ser viajes turísticos o psicodélicos, experiencias de deportes extremo o cosas por e estilo. El asombro que se quema lento es el resultado de una perspectiva, de un cultivo de la atención y la percepción que resulta en una práctica y en una relación. 

20 capacidades esenciales para cultivar el asombro sostenido:

La capacidad de ralentizar el ritmo de vida.
La capacidad de optimizar la presencia, iluminando aquello que tiene un significado palpable dentro de nosotros y en nuestras interacciones con otros.
La capacidad de reflexionar profundamente sobre uno mismo y la sociedad.
La capacidad de actuar sobre esas reflexiones, abriendo caminos basados en el asombro tanto para nosotros como para el mundo.
La capacidad de saborear los placeres de la vida, incluso cuando están entrelazados con el dolor o la tristeza.
La capacidad de dejarse conmover profundamente a lo largo de la vida.
La capacidad de centrarse en aquello que se ama.
La capacidad de ver el panorama general de la vida y sus posibilidades.
La capacidad de transformar esa visión en una sociedad que la priorice y la respalde cultural, política y económicamente.
La capacidad de apreciar el misterio de la existencia.
La capacidad de valorar el simple hecho de estar vivos.
La capacidad de cultivar el equilibrio, como entre fragilidad y valentía.
La capacidad para la soledad.
La capacidad de comulgar con la naturaleza.
La capacidad de valorar profundamente el viaje y lo desconocido.
La capacidad de involucrarse en terapias profundas o meditación.
La capacidad de buscar y encontrar apoyo en un mentor que fomente el asombro.
La capacidad de confiar en la naturaleza evolutiva de la vida.
La capacidad de entregarse al desconocido con discernimiento.
La capacidad de confiar en lo esencialmente incognoscible.

Schneider señala que estas capacidades son susceptibles de atrofiarse si nos dejamos modelar por una lógica maquinal y una mentalidad robotizada. En cambio, al priorizar estas cualidades, no solo recuperamos una conexión más auténtica con nosotros mismos, sino también una sociedad que valora el significado, la creatividad y el asombro como pilares de su estructura cultural y política.